Héroes ocultos y sinvergüenzas aireados; España, un país de contradicciones

Escultura reciente a Blas de Lezo. Foto propia


 
 Cualquier nacionalismo necesita héroes. Toda patria que se estime alienta y venera a sus héroes. Lo normal entonces, digo yo, es que toda nación se avergüence de sus sinvergüenzas y los repudie como “anti-héroes” que son. Hasta las ideologías más desapegadas del sentimiento patriota y ancladas en la visión universalista, internacionalista, de las cosas, como el marxismo clásico, acaba necesitando héroes. La Historia (con mayúsculas) de cualquier colectivo, por minúsculo que sea, necesita de las epopeyas de aquellos individuos que se han visto obligados a destacar del resto por las circunstancias. España no iba a ser menos, lo que ocurre es que nos avergüenzan los héroes y nos seducen los sinvergüenzas.

Quizás esa última idea parezca un “tópico más” del carácter español y en verdad no seamos muy diferentes del resto de los países. Sobre todo si son patrias con traumas abiertos o pasados incómodos. Un pasado del que habría que hacer una buena pedagogía en lugar de una flagrante desmemoria y por eso se ocultan estatuas de héroes o se menosprecian esculturas de hazañas bélicas para no ofender al potencial ofendido: el adversario ideológico, el vecino regional, la nación independizada de la metrópoli...

 La ventaja de tener una actividad laboral que obliga a estar al tanto de la actualidad de tu ciudad, en mi caso de Madrid, es que te permite acudir al centro histórico y/o el administrativo para realizar las diversas tareas encomendadas. En uno de esos "viajes" descubrí una nueva y relativamente reciente (noviembre de 2014) estatua del almirante español, Blas de Lezo y Olavarrieta (1689-1741), conocido por un montón de sobrenombres, “Patapalo”, “Mediohombre”, todos ellos haciendo referencia a sus múltiples lesiones de guerra, propias de un héroe de guerra mutilado.

Inscripción en el monumento a Blas de Lezo. Foto propia



Pues bien, decir que para sorpresa de cualquier paseante, Don Blas de Lezo está en un rincón a la salida de un parking. La estatua se posiciona bajo dos grandes árboles que hacen esquina en la enorme plaza de Colón. Esta plaza es, sin duda, el espacio abierto más grande de la capital española y tiene en su entorno la estatua del hispano (sería genovés, pero al servicio de un reino hispano) más famoso del mundo: Cristóbal Colón. Cuenta también con el curioso y vanguardista monumento a los ‘Descubridores’, unas grandes piedras de granito rosado con hermosas inscripciones referentes a España y América. El lugar es el idóneo para que esté Blas de Lezo, pero la ubicación de la estatua es de una discreción premeditada que sonroja. Hice las fotografías de este artículo a las 12 de la mañana de un soleado viernes, sin que pasara un alma por allí 

 Ya en su momento, cuando se erigió el 15 de noviembre de 2014, siendo de las primeras estatuas “históricas” levantadas en el también reciente reinado de Felipe VI, causó una polémica entre idiota e interesada, como todo lo que tiene que ver en estos politizados últimos años con la historia contemporánea de una de las naciones más viejas del mundo. El ayuntamiento de Barcelona solicitó de forma oficial y urgente que la estatua de Blas de Lezo fuese retirada de Madrid. ¿EL motivo? Pues porque el almirante además de haber repelido de forma valerosa e eficiente la invasión británica de Cartagena de Indias en 1741, también formaba parte de la armada que bombardeó Barcelona durante la guerra de sucesión (una guerra civil, no independentista) en 1713.

La estatua no se ha retirado y desde su rincón discreto sólo puede contemplar flamear la inmensa bandera española que preside la plaza. Tela de la enseña patriótica que encoge o se agranda según sea bajo o alto el grado de nacionalismo español del gobierno del Ayuntamiento de Madrid. La nueva alcaldesa, la jueza Manuela Carmena, representa a una plataforma cívico-ciudadana; ¿les importa a las plataformas político-ciudadanas el patriotismo? La verdad, supongo que no es un tema prioritario. Supongo que deben empezar por hacer de los sinvergüenzas municipales unos olvidadizos personajes, indignos de cualquier recuerdo... pero Blas de Otero puede seguir, discreto, en su pequeño "rincón patrio" de la Plaza Colón



Madrid, 16 de junio de 2015

© Gustavo Adolfo Ordoño 

   Historiador y periodista 

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