Una imagen de uno de los campos de refugiados a la 'Puerta de Europa'. Fuente imagen |
Toc, toc, ¿quién es? Los otomanos. Cierra la muralla. Toc, toc, ¿quién
es? Los turcos. Cierra la muralla. No sé si les sirve de resumen de la
historia de las relaciones entre Turquía y Europa de estos últimos casi 600
años. A mí sí. Es un relato de desencuentros constantes, guerras, conquistas y
reconquistas. También es una muestra de cómo dos culturas, la europea y la
turcomana, pueden llegar a ignorarse, despreciarse y, al mismo tiempo, a
necesitarse. Cuando el ya muy decadente Imperio
Otomano fue vencido en la Primera Guerra Mundial, creándose un Estado turco
modernizador y “ultra-laico” de la mano de Kemal
Atatürk, a Europa, Turquía le empezó a despreocupar. Hablando en plata, a
importarle un pimiento. Ya no era un problema.
Y así fue durante toda la Guerra
Fría, pues Atatürk dejó pronto claro
que prefería el amparo estadounidense y, por ende, europeo, con su
incorporación a la OTAN, aportando
un ejército numeroso y de gran experiencia militar al balance de fuerzas en esa
zona geopolítica tan compleja y
delicada. Los soviéticos, los rusos
ahora, para llegar al Mediterráneo
deben pasar por aguas turcas. En aras de la mencionada geopolítica se entiende
que los gobiernos occidentales tolerasen
las sucesivas dictaduras turcas (la mayoría de carácter militar) y la represión a las minorías (el eterno
conflicto kurdo, por ejemplo). Era el “desembolso” a realizar para conseguir
instalar bases estadounidenses y el
cordón de misiles que constituían el tramo de ‘Telón de Acero’ en esa
región.
Si 1989, con la caída del Muro de Berlín, se consideró el inicio
del fin de la geopolítica de bloques, para los turcos vino a suponer un
incremento de oportunidades dentro de la "envidiada forma de vida europea", de seguir siendo mano de obra barata, como los
europeos del sur y del este, en el desarrollo de una Alemania que se reunificaba. Sin embargo, las constantes
decepciones por el rechazo de Bruselas
a que Turquía ingrese en la Unión Europea, con críticas directas a
la falta de democracia en sus instituciones, han conseguido aumentar en la
sociedad turca el número de partidarios a una vuelta a las raíces islámicas y
nacionalistas, los valores de grandeza del imperio islámico otomano. El dato:
el triunfo del partido islamista moderado de Tayyip Erdogan, el Partido de la Justicia y el
Desarrollo (AKP), en el poder
desde 2003.
Madre y su bebé, sirios-kurdos, en Kobane. Fuente imagen: © YASIN AKGUL/AFP/Getty Images |
La guerra de Siria, los refugiados, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK): nuevas llamadas turcas a la puerta de Europa
Toc, toc, ¿quién es? Los
turcos. Esperen un momento, que
vamos a hablar con los encargados de la portería, a ver si podemos abrir la
muralla. No, si eso nos da ya igual. Queríamos su dinero sin tener que
hacer reformas democráticas en nuestras instituciones políticas y económicas, porque
nos podríamos encargar de “esos”. ¿Esos? Sí hombre, el incordio de los refugiados sirios que están en nuestras fronteras con Europa o en los territorios limítrofes
de Grecia y los Balcanes. ¿En serio? Claro. Pues esta vez igual llegamos a un ‘Acuerdo’,
les pongo el hilo musical mientras esperan. Muy bien, pero no podemos esperar
mucho, volvemos a sufrir las bombas de los kurdos (PKK) y como represalia
debemos bombardear alguna aldea o pueblo donde se oculten fuerzas
peshmerga (aunque sea en suelo sirio, con un supuesto alto el fuego en
vigor en toda Siria).
Esta propuesta turca tan
mezquina tiene además la ironía de
favorecer casi en exclusiva al país europeo, Grecia, que de manera más
contundente y por los “siglos de los siglos” se ha opuesto a que Turquía
entre en la Unión Europea. El gobierno de Ankara se ha ofrecido a
encargarse de todos los refugiados que están en suelo griego a cambio de agilizar
los visados de los turcos para viajar a la UE, otros 3.000 millones de
euros (ya han recibido esa cantidad) para mejorar las condiciones de los
refugiados y la apertura de serias negociaciones para la definitiva adhesión
a la UE. ¿Chantaje emocional? Si tuvieran nuestros políticos europeos algo
de inteligencia emocional así lo verían.
Brotes de esa inteligencia
emocional, como un milagro “cristiano”
(que yo sepa no hay milagros en el Islam), están apareciendo en países europeos
como España, cuyo gobierno (en funciones) de estar dispuesto el pasado
viernes a corroborar un acuerdo con Turquía, hoy lunes no aceptaría un acuerdo
por “definición, que fuese contrario a la legalidad internacional y los derechos humanos”.
Toc, toc, veremos quién llama.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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