Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori. Fuente imagen |
La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Perú ha sido ganada por Keiko Fujimori. Alrededor de este apellido de origen japonés, Fujimori, orbita la historia actual del país andino. En Perú se dice que este protagonismo es para bien o para mal, en el resto del mundo se contempla con cierta extrañeza y curiosidad que el ‘fujimorismo’ recobre vida en un entorno político tan diferente al que se vivía en los años 90 del pasado siglo en el Cono Sur del continente americano. Perú, en su singularidad (como todos los países latinos), había alcanzado en la última década niveles de democracia y de desarrollo económico del gusto de los parámetros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
La hija del autoritario Alberto Fujimori tendrá que disputar la
presidencia al centro-derecha del ex ministro Pedro Pablo Kuczynski en
una segunda vuelta el próximo 5 de junio. Puede parecer que la izquierda
de Verónika Mendoza y su partido Frente Amplio queden fuera de la
batalla, pero los analistas consideran que existe una fuerza que subyace en la
política peruana más fuerte que las divisiones de partido; se trata del ‘anti fujimorismo’.
Si al final es el centro-derecha de Kuczynski el rival de Fujimori, que no obtuvo más del
50% de los votos para evitar la 2ª vuelta, es seguro el voto en forma de
“anti-Fujimori” de muchos votantes de izquierda y otras fuerzas irá al ex ministro
derechista Kuczynski.
Hay dos Perús, el país está divido casi al 50% entre anti y pro familia Fujimori. "El nuevo mapa político demuestra que el Perú quiere la reconciliación, no quiere más peleas". Fueron las optimistas y triunfantes primeras palabras de la candidata Fujimori. ¿Reconciliación? Son términos que remiten a guerra civil. El país está dividido en su memoria histórica, en lo que supuso la autocracia de Fujimori para el país durante su mandato presidencial de 1990 a 2000, con el “autogolpe” del 5 de abril de 1992. Pero no es una división civil de bandos en un conflicto o, ni siquiera, de partidos políticos, resulta una división social en la forma de “entender” y construir un país.
Hay dos Perús, el país está divido casi al 50% entre anti y pro familia Fujimori. "El nuevo mapa político demuestra que el Perú quiere la reconciliación, no quiere más peleas". Fueron las optimistas y triunfantes primeras palabras de la candidata Fujimori. ¿Reconciliación? Son términos que remiten a guerra civil. El país está dividido en su memoria histórica, en lo que supuso la autocracia de Fujimori para el país durante su mandato presidencial de 1990 a 2000, con el “autogolpe” del 5 de abril de 1992. Pero no es una división civil de bandos en un conflicto o, ni siquiera, de partidos políticos, resulta una división social en la forma de “entender” y construir un país.
Alberto Fujimori en el juicio de 2009. AFP, a través de ABC |
Si algo caracteriza la historia actual del Perú es la escasa
“cultura” de partidos políticos, las pugnas presidencialistas se basan en “personalismos”,
plataformas políticas para llevar a la presidencia a un candidato u a
otro que representan a círculos sociales, corrientes de poder, en Perú. Son
instrumentos electorales muy alejados de los tradicionales partidos políticos
(históricos) que encontramos en Europa o en los países del entorno con
fuerte tradición de partidos, como Uruguay , Chile o Argentina. De
ello son conscientes los peruanos, que en la “transición” post-Fujimori
iniciada en 2001 se gestionó una reformadora Ley de Partidos Políticos (2003).
La lucha electoral entre el fujimorismo
y el anti-fujimorismo ya se
dio en las urnas de 2011 con Keiko Fujimori contra Ollanta Humala.
La moderación de Humala, alejándose del ‘chavismo’, le daría la victoria. Esta
vez, la plataforma que puede llevar al poder a Keiko Fujimori se ha
preocupado más que nada de alejarse del “legado” del padrino, del padre
Fujimori que cumple 25 años de prisión por su responsabilidad en delitos de lesa humanidad y secuestro. Y, curioso, Keiko Fujimori lo ha conseguido
articulando esta fuerza política, el ‘Fujimorismo’, como si fuese un partido tradicional que ha optado por moderarse,
buscando ser un “partido de centro”. Sin embargo, Fujimori tendrá que
vencer a Fujimori, al “fantasma” del que muchos, la otra mitad del país,
consideran el ‘dictador Fujimori’.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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