Libertad de prensa, algo que no se sabe bien si existe


Hoy es el día mundial de la «Libertad de Prensa». En realidad es un término que se ha quedado para la historia. La prensa de kiosco está desapareciendo. La prensa de papel se está trasformado. Habría que cambiar el término por el de Libertad de Información. Gracias a las nuevas tecnologías hay sobreabundancia de información (lo que perjudica niveles de calidad); aunque la desinformación y la mentira, la censura y la autocensura tienen la misma sobredimensión por lo que estar "bien informado", una paradoja, es más complicado estos días que hace 20 años. Es un ejemplo de lo que digo el reciente filtrado de información de los Papeles de Panamá, realizado por un Consorcio Internacional de Periodistas que ha adquirido un halo de justiciero y que, desde el punto de vista periodístico, tan solo se trataría de profesionales haciendo su trabajo.

La libertad de prensa era y es sinónimo de democracia. La libertad de información es una gran oportunidad, ventaja, que tienen las sociedades desarrolladas. Internet ha hecho a medio mundo periodista y al otro medio columnista de opinión. La prensa, el viejo oficio del periodismo, algo que, en teoría, se sigue estudiando en las escuelas y las universidades, ha sido un trabajo menospreciado, banalizado, como si ya no hiciese falta aprender a informar, saber narrar acontecimientos, porque poseemos muchos "medios" para contar cosas y ya no hay que "tratar" la información, solo "twitearla".


Logos de los principales grupos mediáticos españoles. Fuente imagen


El descrédito del periodista es parejo a su incapacidad para tratar, ordenar, dar estructura a la información. Lo de la imparcialidad como meta son idioteces, todos los estudiantes de periodismo entendimos que el truco está en ser "veraces"; como lo es un buen novelista... y eso no se enseña, pero se puede aprender. No se escandalicen, soy periodista y sé de lo que hablo. Cuando detrás de una información existen buenas fuentes, eso es lo que hace «buena a la noticia», y no al revés. Luego está el tratamiento que se hace de la información. Es el paso donde el periodista sufre más presiones: la línea editorial de su medio, los intereses políticos y económicos de su grupo mediático, sus propios prejuicios y escrúpulos...

La libertad de prensa, qué paradoja, tiene una lucha contra sí misma. Los periodistas nos quejamos de intrusismo (que lo hay en exceso) con razón. Parece que la figura del comunicador resulta más rentable, es más propia de la información como negocio. Hoy día cualquiera con dotes de comunicador y buen uso de las redes sociales está haciendo "periodismo", ya no es necesario, por lo visto, conocer  los gajes del oficio y las técnicas de la profesión de periodista. Los profesionales deberíamos hacer autocrítica profunda, por haber permitido que las cosas hayan llegado hasta donde lo han hecho.

La prensa es un ente en sí, es un colectivo de personas y empresas que realizan tareas de comunicación en beneficio del conjunto de la sociedad. Siempre que en esa sociedad existan derechos y libertades, la prensa puede ser libre y publicar lo que desee. Ahora bien, hasta nuestros ojos y oídos deberían llegar informaciones lo más contrastadas posibles, con un buen trabajo de fuentes y documentación, lo más imparciales posibles dentro de la línea que defienda el editor... eso, en teoría, es trabajo de un profesional, de un periodista con estudios de oficio.

Encontrar una información bien tratada y documentada es posible, aunque es la excepción a una regla generalizada de banalización y mercantilismo, donde el negocio marca las líneas de los textos, donde el sensacionalismo, aunque sean noticias de corrupción económica, debe primar para "vender" mejor esa mercancía en la que se convierte la información. La Prensa, concepto que resumiría a los medios de comunicación, en lugar de potenciar su capacidad profesional crítica, el impulsar la reflexión de la opinión pública, ha preferido lo cómodo y superficial de la noticia. La corrupción política y económica como noticia se lleva al sensacionalismo, al amarillismo, en lugar de a la libertad de pensamiento que nos haría preguntar: ¿por qué se han llegado a estos niveles de corrupción política? 



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista






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