Placa que indica en Madrid la casa donde vivió Sebastián de Romero Radigales. Fotografía propia |
Muy cerca de la Plaza de España de Madrid, en una calle amplia que sube hacia el barrio de Moncloa, podemos ver esta placa clavada en una fachada que informa de la casa donde vivió el diplomático Sebastián de Romero Radigales (1882-1970), que salvó la vida de cientos de sefardíes de Grecia en los tiempos oscuros del holocausto. Justo entre las naciones. He trascrito de manera literal el lema de la placa porque me parece un excelente ejercicio de síntesis, no se puede decir más con pocas palabras sobre un acto tan grande, de grandeza desmedida, como es el de salvar vidas humanas. Además, hacerlo en un contexto de barbarie y enajenación humana como fue el periodo iniciado por la jerarquía nazi al llevar a cabo el proyectado plan de exterminio de los judíos de Europa.
Ese plan fue proyectado con la intención real de llevarse a cabo, por desgracia no se quedó en un proyecto nazi inacabado, como la construcción de un nuevo Berlín diseñado por el arquitecto de Hitler, Albert Speer. Ese
plan, sí realizado, es lo que hemos denominado como 'Holocausto'.
Entre 1943 y 1944 esa 'política de exterminio' estaba en pleno apogeo y en Grecia ya se
había producido la invasión nazi porque los ejércitos de Mussolini que
pretendieron conquistar a los helenos desde octubre de 1940 no habían logrado
pasar de las montañas fronterizas entre Albania y Grecia. Los alemanes
izarían su bandera en Atenas y enseguida iniciaron las mismas políticas
de genocidio contra los judíos que empleaban en todos los países ocupados.
Historiador y periodistaAtenas ocupada por los nazis |
Sebastián
de Romero Radigales llegó a Atenas en 1943 para hacerse cargo como jefe de
la legación diplomática española. No existía embajada, la categoría de la
representación española era de consulado; algo que hizo más difícil la tarea
diplomática de Romero Radigales en su intento de salvar a la comunidad judía
griega. En Salónica se calcula que casi 50.000 judíos, la mayoría de
origen sefardí, fueron trasladados (a una muerte segura) al campo de Auschwitz.
La presencia judía en esa zona de Grecia se daba desde época helenística. En
seis meses se borró una huella de miles de años. El diplomático español
conseguiría salvar a unos cientos de sefardíes, menos de los que hubiese
deseado, empleando la misma estratagema que realizó otro diplomático español más
célebre, Ángel Sanz-Briz, el ángel de Budapest.
Fueron
bastantes, muchos más que estos dos mencionados, los diplomáticos españoles que
se aprovecharon del decreto de Primo de Rivera de 1924 que otorgó la
nacionalidad española a los judíos sefardíes descendientes de españoles.
Con este recurso “legal” se intentaba evitar las deportaciones de judíos,
argumentando que eran españoles y que como tales debían ser tratados. Sin
embargo, ese decreto daba como fecha límite para la nacionalización española el
mes de diciembre de 1930. Es decir, aunque muchos sefardíes hicieron los trámites
otros tantos no pudieron en fecha y dependieron del ingenio de estos diplomáticos
más “activistas” para conseguir una documentación que les convertía en
españoles. La política franquista presionó a su cuerpo diplomático, las
directrices del ministro de Asuntos Exteriores Gómez-Jordana eran las de
mantener “una actitud pasiva” que no importunase a los alemanes.
Sebastián Romero Radigales, con el traje de gala en una recepción diplomática. Fuente de la imagen |
Gracias
a actitudes más humanas, dignas y comprometidas, como las del diplomático
aragonés Romero Radigales, se consiguieron salvar dificultades tan
importantes como la orden ministerial a los diplomáticos españoles de no “acometer
iniciativas personales”. Los alemanes aceptaron excluir a judíos griegos de
origen italiano y español de las deportaciones masivas, forzados por una
cuestión práctica de contentar a sus aliados diplomáticos (Italia y España) en
la zona; aliados que no eran muchos, obviamente. La condición nazi era que
fuesen repatriados a sus países de origen. Conseguido lo principal, ahora Romero
Radigales se esforzaba, escribiendo al ministro, en lograr la repatriación
de más de 500 judíos de Salónica con “papeles” de españoles.
Pero
en el Madrid de 1943 el régimen de Franco seguía contemporizando con los
nazis y ponía trabas en conceder ese “exilio encubierto” a esos judíos griegos
en suelo español. Romero Radigales debe ceder a una solución intermedia y en
agosto de 1943 un grupo de unos 400 judíos poseedores de ciudadanía española
llegarían al campo de Bergen-Belsen. Este campo era para personas de países
“neutrales” y de los menos inhumanos, si se puede considerar esa idea dentro de
la red de ‘campos del infierno nazi’. De todas maneras, el diplomático Romero
no dejó de seguir la suerte de estos ciudadanos que consideraba españoles y
continuó con sus esfuerzos por que fuesen trasladados a España.
En
1944 comienzan los cambios bruscos de guión en la política exterior de
Franco, cambiando de actitud y permitiendo, aunque al Marruecos español,
que los judíos sefardíes sean trasladados a España. Fue en febrero de 1944 que 367
judíos sefardíes logran abandonar Bergen-Belsen y son trasladados al
protectorado español de Marruecos y de allí muchos partirían para Casablanca,
América y otros tantos a la Palestina aún bajo mandato británico. Uno de esos
supervivientes era un niño sefardí, Isaac Revah, que 70 años después
pediría a la Autoridad Judía para la Memoria del Holocausto, la Yad
Vashem, que Romero Radigales fuese nombrado: «Justo entre las
Naciones».
© Gustavo
Adolfo Ordoño
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