La conocida como «Marcha Verde» de 1975 fue una estratagema geopolítica de Hassan II, padre del actual rey de Marruecos, lanzando a centenares de miles de sus ciudadanos a cruzar la frontera del Sáhara español y forzar así al gobierno español la cesión de ese territorio al reino aluí --- |
Las comparaciones son odiosas y las circunstancias distintas. Sin embargo, el proceder de la dinastía alauí que reina y gobierna Marruecos como una autocracia disfrazada de monarquía parlamentaria es siempre el mismo: innoble y torticero. Cuando el servicio secreto marroquí desveló que España acogía al líder del Polisario Brahim Gali, enfermo grave de Covid-19, todo podía haber acabado en un incidente diplomático desagradable. El Ministerio de Asuntos Exteriores español explicaría - excusaría según se vea- la presencia de Gali en un hospital de Logroño (La Rioja) por una cuestión humanitaria. Una explicación cabal según las circunstancias personales del presidente de la República Saharaui pero insatisfactoria a nivel diplomático por las complejas implicaciones geopolíticas de la decisión española de acoger a Brahim Gali en nuestra sanidad pública.
Por tanto, era previsible una reacción marroquí en su habitual línea desconcertante, alejada de la «honorabilidad» diplomática. Y esa respuesta sigue siendo, como hacía su abuelo y su padre, por parte del actual rey, Mohamed VI, bastante mezquina. Emplear a su gente y a personas en situación límite, como los emigrantes subsaharianos deseosos de cruzar a territorio europeo, para «reprender» al gobierno de España por no mantener una actitud sumisa y complaciente a los intereses marroquíes en la cuestión delicada del Sáhara o en el control migratorio del Estrecho de Gibraltar.
Una fórmula para presionar a Madrid repetida en tantas ocasiones -abrir las fronteras y facilitar el paso a Ceuta y Melilla de emigración irregular- que ya resulta un «gesto ridículo», como queriendo repetir una y otra vez ese gran éxito en el Sáhara de 1975 cuando hizo marchar a más de 350.000 personas (civiles desarmados) sobre la frontera española. Absurdo si no fuese por la implicación en esa maniquea maniobra de niños y jóvenes, de familias enteras, para resarcir no se sabe qué honor nacional mancillado; a no ser que sea el inmaduro orgullo de un monarca caprichoso y arrogante y de su corte (régimen). Ya va siendo hora por parte de España de reprender y denunciar esos modales con el mismo nivel de inquina, pero usando con eficacia todo el poder civil de la ley internacional que está de nuestra parte. Lo cabal y razonable, lo noble y justo, que tanta falta hace en esta miserable historia.
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