Las colonias latinas ocupaban territorio conquistado; cuando el derecho romano sirvió de justificación al colonialismo del siglo XIX

 

El comisario regio y otras autoridades coloniales en Santa Isabel, actual Malabo (Guinea Ecuatorial),
en una fotografía de finales del siglo XIX. // Fuente de la imagen //

Siempre me han resultado interesantes esas curiosas ironías que se dan en la historia contemporánea, cuando se emplean conceptos o términos de la Antigüedad para explicar algo que, al final, suele acabar muy alejado del significado deseado. Durante la expansión colonial europea por África y Asia en el siglo XIX, las distintas potencias usaron el antiguo derecho romano para justificar la posesión de esos territorios en forma de colonias. Para los antiguos romanos la mayoría de las colonias no eran romanas, eran latinas. Precisamente, el anticolonialismo tuvo en América Latina uno de sus focos contemporáneos principales; con la paradoja de ser lo latino el primer término asociado al concepto de colonia. Siguiendo esa lógica, en el fondo, los latinos de hoy eran los auténticos coloniales. En Pax Augusta tenemos la suerte de contar con otra excelente colaboración para conocer mejor esta interesante historia de la relación entre las colonias del derecho romano y el colonialismo del siglo XIX. Se trata de Maribel Bofill, la autora de Gladiatrix en la arena, uno de los mejores y más veteranos blogs sobre el mundo romano


Los romanos recalificaron terrenos 

Cuando hablamos de los colonos, de las colonias, no en el sentido de ocupación, sino en el sentido de crear algo donde en principio no hay nada, pero es necesario, hablamos de lo que llevó a los romanos a fundar las ciudades. 

El colonialismo que hoy se puede estudiar en los colegios es decimonónico, pero tiene eco en el mundo romano, para los ingleses de la época victoriana, los españoles y franceses fundar una colonia era algo secundario. Para los romanos no, para los romanos cuando se creaba una colonia de rango romano, porque también hubo colonias de rango latino, se hacía una copia de la misma Roma, ya que para ellos Roma era perfecta. Con eso se conseguía un control del territorio. 

El motivo fundamental que llevo a Roma a fundar ciudades fue por motivos comerciales y militares, porque ambos vienen muy unidos. Comerciar no solo es enriquecerse, es también sobrevivir, conseguir los recursos necesarios. 

Las primeras colonias estaban muy cerca de Roma. La rodeaban, como por ejemplo Ostia, Antium y Terracina, se creaba como una especie de perímetro de defensa alrededor de la gran urbe. En principio eran como puntos de vigilancia con poca población que hacían difícil entrar en Roma sin ser detectados. Con el tiempo sirvieron también para liberar a la gran ciudad de exceso de población. 

Entre el municipio y  la colonia hay diferencias: el municipio era una agrupación de ciudadanos, que participaban en los cargos públicos, decidían las actuaciones necesarias para el orbe, y empezaban construyendo murallas. El municipio era autónomo, mantenía tradiciones, cultura, y normas jurídicas propias. 

La colonia era el resultado de un acto fundacional emitido por Roma, sobre un territorio, que se destinaba a ser cultivado. A diferencia de los municipios, en las colonias se asentaban veteranos militares y se distribuían tierras. En el plano jurídico no están bien definidas las diferencias entre colonia y municipio, teniendo ambos muchos puntos en común.  

Uno de los privilegios legales de las colonias, respeto a los municipios, eran las ventajas fiscales, motivo por lo que los municipios tendieron a convertirse en colonias. Prácticamente, ambas funcionaban de la misma manera, tenían idénticas magistraturas, mismos cargos, mismo orden social. Senado, formado por los decuriones, magistraturas, elegidas y colegiadas de diferentes tipos. 

Como hemos comentado, había dos tipos de fundaciones coloniales: 

1. Colonias de derecho romano, eran colonias constituidas exclusivamente por ciudadanos romanos, «coloniae civium Romanorum» tienen igual régimen jurídico que los municipios. Y colonias de derecho latino, «coloniae latinae», formadas por latinos, o por romanos que renuncian a la ciudadanía romana, reciben el nombre de «civitates foederatae» o «federadas». Estos últimos se subdividían en derecho latino mayor y menor. Las primeras fueron minoría. 

La colonia de derecho romano se implantaba en territorio histórico de Roma y en el de aquellos pueblos que se iban integrando en la comunidad política de Roma. Asignaban a los nuevos colonos, lotes modestos e iguales de tierra. 

2. Las colonias latinas ocupaban territorio conquistado. Se organizaban como comunidades políticas (res publicae) autónomas, poseían un cuerpo social jerarquizado en tres niveles que expresaban privilegios y deberes tanto en el plano del autogobierno como en el de las responsabilidades frente a Roma. Por eso en ellas no se dio una designación igual de tierra a todos los colonos, sino que se establecieron tres niveles de propiedad. 

Las colonias latinas tenían que aportar unidades militares propias al ejército romano y de ahí el gran número de colonos con los que se fundaban.


Maqueta de ciudad romana. Fuente imagen 


Para crear una colonia, lo primero que se necesita, son  personas, se necesitan colonos 

El segundo paso se necesita territorio, pero ese territorio no se puede conseguir así y al azar, necesitamos un augurium, delimitar religiosamente ese territorio, por lo que se preguntaba a los dioses mediante un augurio, miramos al cielo, vemos y observamos cómo se comportan los pájaros, qué fenómenos meteorológicos se presentan, hay que fijarse porque son los dioses los que te recomiendan o los que te aconsejaban si les gusta o no el terreno elegido

En tercer lugar, encontrar un lugar idóneo según los dioses que te van a recomendar el  mejor punto estratégico. Un monte para poder controlar el territorio, un vado para poder pasar el río, o un cruce de caminos, siempre lugares estratégicos. Una vez encontrado ese lugar ideal, hay que consagrarlo, hay que hacer una fosa, pero no una fosa cualquiera una fosa que nos va a comunicar con los dioses manes. Hoy en día se cavan fosas, donde se coloca la primera piedra de un edificio, pero para los romanos esa fosa era un lugar para comunicarnos con nuestros vecinos del inframundo. Si nos portamos mal nos van a castigar. En esa fosa se echaban para apaciguarlos, primicias agrarias y partes de esa tierra que estamos removiendo. 

Cuarto paso era delimitar el terreno, no podía ser una extensión sin más, los romanos eran muy meticulosos en sentido jurídico y económico. Necesitaban saber dónde estaban, donde estaba el punto inicial y  el punto final. 

Según el rito se necesitaba un buey y una vaca blancos, sinónimo de pureza, un arado de bronce, se delimitaba ese espacio con un surco Surcus primigenius que significa abrir la tierra, una especie de paso franco para los dioses manes. De esa manera se marcaba el pomerium, una línea que era sagrada. 

Quinto paso, urbanismo. Roma era un caos, callejones, calles sin salida, se construyó sin ningún miramiento… En cambio, en las colonias se intentaron ordenar las calles, hacerlas muy rectas, con calles paralelas entre sí, como un tejido de damero, si no cuadradas, al menos rectangulares. 

Mediante la groma se trazaban dos calles: el cardo y el documanus. El cardu es el eje norte- sur, y el decumanus el este-oeste y con base en esos dos grandes ejes se creaban el resto de calles paralelas así se ordenaba una ciudad. 

Sexto paso, Ordenamiento jurídico administrativo. El líder de la colonia es quien dará los elementos característicos que harán sentir a la gente, una comunidad, un calendario, unos ritos, fiestas, costumbres que sirven de punto de cohesión.  

Bajo los Gracos, la colonización cobró un aspecto social y político intentando atribuir tierras a plebeyos que no tenían en Roma medios suficientes de subsistencia. En época de Mario aparecieron las colonias militares, se dieron porciones de tierra a militares retirados del ejército. La fundación colonial finaliza con Augusto, pero el nombre y el estatuto de colonia romana, serán dados a título honorífico. 

 

© Maribel Bofill 

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