El pecho femenino es vida, libertad y belleza. A lo largo de la historia los pechos desnudos de las mujeres han servido para llamar la atención. No nos pongamos tremendos y reconozcamos que para eso, básicamente, sirven. Llaman la atención de las crías humanas para recibir alimento, atraen a los machos para procrear a esas crías y nos indican en su constitución mamaria que son hembras mamíferas, de las más bellas dentro de la especie de los mamíferos; porque por mucho que nos guste una vaca de los prados asturianos, en cuestión de estética el pecho femenino gana por goleada.
Cuando la mujer por fin va
alcanzando el nivel de ser humano íntegro y único, que los hombres le habíamos
arrebatado hasta con metáforas bíblicas (surgieron de una costilla masculina),
el seno se demuestra también como símbolo poderoso de lucha contra la
injusticia y la intolerancia. Es como si la mujer, ser extraordinario, tuviera
un superpoder para hacer justicia; es desnudar su pecho y la luz de la libertad
guía la razón de nuestros actos. Hay pechos históricos pintados en cuadros,
esculpidos en piedra, que han querido significar ese faro de clarividencia que
es un seno femenino desnudo. Ahora, en la era de las nuevas tecnologías, de las
redes sociales, de la imagen omnipresente en nuestras vidas, el pecho de una
mujer vuelve a ser icono reivindicativo, potenciando su primigenia capacidad de
llamar la atención.
Las mujeres actuales que
empezaron a desnudar sus pechos para protestar contra injusticias tuvieron su
origen en Ucrania, uno de los países del Este que más jóvenes mujeres ha
proporcionado al resto de Europa para el negocio de la prostitución. La
activista feminista que ideó Femen en
Kiev (2008), Anna Hutsol, lo
hizo pensando en ese tráfico vergonzoso de ucranianas destinadas a la
prostitución o al turismo sexual. En estos días el autoproclamado movimiento Femen España ha tenido su “prueba de
fuego” con una protesta a pecho descubierto en el Congreso de los Diputados. No
fue su primera reivindicación, el “bautismo en combate” fue el pasado mes de junio frente a la embajada de Túnez en apoyo a sus correligionarias jóvenes
musulmanas detenidas en ese país.
Lo que llamó la atención de la protesta en el Congreso fue el lema. “El aborto es sagrado”. Que estas mujeres,
dos activistas extranjeras y la joven asturiana Lara Alcázar, fundadora de
Femen España, gritasen desde la tribuna de invitados del Congreso con sus senos
desnudos y pintados como murales de protesta que el aborto es sagrado, es decir,
que es algo que la ley del hombre no debe tocar, que es asunto de la mujer,
la diosa mujer, pues me pareció conmovedor, una bella protesta nada histriónica
o escandalosa. La simbología se multiplicaba: cuerpo de mujer defendiendo un
asunto propiedad de ese cuerpo femenino.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
0 Comentarios