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El uniforme de la División era idéntico al de la infantería alemana, pero con la bandera española |
La División Azul y su encaje en la Ley de Memoria Histórica
Cada cierto tiempo la División Azul es noticia. La última fue este mismo mes de marzo, cuando saltó la polémica porque el gobierno español gastaba 23.000 euros en repatriar los cadáveres de 29 ex divisionarios, mientras no aportaba un solo euro para recuperar los cuerpos de los desaparecidos en la Guerra Civil. Asociaciones para la recuperación de la memoria histórica hacían esta crítica recordando que fueron soldados que lucharon para los nazis. En 2011 se conmemoraba el 70º aniversario de su creación, entre los meses de junio y julio de 1941 que se hicieron las levas de los voluntarios y los no tan voluntarios. Fue el año donde más se propició el debate histórico, coincidiendo con las comisiones de expertos creadas para resolver asuntos pendientes de la Memoria Histórica como el Valle de los Caídos.
La Ley de Memoria Histórica de 2007 se ciñe a las víctimas de la Guerra
Civil española y de la dictadura franquista. Sin una política de Estado de
calado en su desarrollo, quedan muchas ambigüedades en sus interpretaciones. ¿Qué pasa con los españoles que participaron
en hechos históricos mundiales pero afectados por el proceder de una dictadura?
Véase los voluntarios "forzados" a apuntarse a la División Azul o los soldados de
reemplazo de la Guerra de Ifni-Sáhara de 1957. El matiz es importante y quizás sirva para
atender (y entender) a la memoria histórica sin la politización enfrentada de los
dos bloques ideológicos del pasado.
La División Azul se encuadró en el ejército regular alemán
Se puede argumentar que los
españoles que combatieron junto a Hitler
no tienen derecho a incluirse en la legislación social de Memoria Histórica
porque fueron voluntarios, no víctimas. Sin embargo, se darían muchos matices. Para empezar, el caso de los voluntarios españoles no
fue único. Hubo rumanos, checos, polacos, búlgaros, croatas, ucranianos y
rusos; incluso japoneses, coreanos y
chinos que participaron en divisiones y cuerpos auxiliares de los nazis (la Waffen
SS, los batallones de las Freiwillige) por
diversas razones, voluntad propia o por coacción. En esos países esa
colaboración también avergonzó, pero nunca ha sido usada como división política
en sus sociedades.
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Fotograma de la película española, "Silencio en la nieve", que recrea la batalla de Krasny Bor, que fue la más cruenta donde participó la División Azul (2.000 bajas) |
Para más inri la colaboración
española supuso una excepción, ya
que se incluyó desde el principio en la organización del ejército regular alemán, la Werhmacht. Es
decir, a efectos del derecho internacional debían ser tratados como soldados de
uno de los ejércitos en contienda; en este caso del alemán, país derrotado. Las
dos Alemanias, la del Este y la Occidental, pudieron realizar repatriaciones de
cadáveres y prisioneros sin excesivos problemas durante la posguerra europea.
En el caso español, el giro
evidente de la Segunda Guerra Mundial a partir de 1943,
con las constantes derrotas del ejército alemán en todos los frentes, hizo que
los antes valientes y orgullosos voluntarios divisionarios
fuesen regresando a España con más pena que gloria. En realidad, sin ninguna
gloria. Al régimen franquista no le interesaba airear su colaboración
con Hitler ahora que se acercaba el fin del III
Reich. El deseo de incorporarse a la Sociedad de Naciones (ONU) y que el
régimen fuese reconocido por el mayor número de países, hizo caer en el olvido,
incluso entre el mismo Ejército español que apoyaba a la dictadura, las hazañas
bélicas de esta participación española en la II Guerra Mundial con la División
Azul.
No obstante, en el día a día de
la dura posguerra española, esa colaboración de jóvenes españoles en la Werhmacht siguió
teniendo la simpatía y el reconocimiento de muchos ciudadanos. Sobre todo
porque el lamentable regreso de cientos de ellos, que quedaron prisioneros en
la Unión Soviética, conmovía e indignaba. La naciente dictadura franquista no
aireaba la colaboración con Hitler, pero aprovechaba el progresivo aumento de tensión
entre los bloques comunista y occidental para quejarse del trato soviético a
los veteranos de la División Azul. No
existían relaciones bilaterales con Rusia (la URSS) y la repatriación de
cuerpos fue imposible. El último grupo de repatriados llegó a
España ya entrada la década de los cincuenta, en 1954, con la
llegada al puerto de Barcelona del barco Semíramis fletado por la Cruz Roja Internacional.
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