Foto de Luis Pérez Armiño
La indiferencia mundial hacia la
guerra de Siria es algo viejo. En la Antigüedad los pueblos esperaban con frialdad
y egoísmo a que sus vecinos se matasen entre sí para su propio beneficio. La
debilidad de “los otros” propiciada por sus rivalidades con otros venía siempre
bien. Había que esperar sentados mientras se quemaban las cosechas del vecino y
su ejército se mermaba conteniendo al enemigo, muchas veces un rival común o un
aliado ocasional. Después se asestaba el golpe final, se invadía el territorio
del vecino con la connivencia o no del
primer agresor. En Siria, hoy, febrero de 2014 es posible, casi seguro, que esté
ocurriendo una versión actualizada de esta vieja historia.
Tenemos en Pax augusta un texto del colaborador Luis Pérez Armiño, donde se
hace un ágil y agudo resumen de los hechos diplomáticos entorno a este conflicto
que parece querer como ningún otro resucitar las maneras de la Guerra Fría.
Podrán los analistas especializados en el mundo islámico decir que existen
enrevesadas cuestiones relacionadas con el avispero islamista de Oriente Medio;
pueden los observadores internacionales comentar que es un proceso de desgaste
de una dictadura socialista de corte nacionalista con raíces en el panarabismo;
comentarán los antiimperialistas que es una maniobra oscura de EEUU para
hacerse con el control de la zona, “desmontado” a Siria se debilita a Irán, el
demonio para los estadounidenses.
Sin embargo, lo que al final
queda como más clarividente es la vieja historia, igual que se hacía en la
segunda mitad del siglo XX cuando las potencias mundiales buscaban en
conflictos locales el debilitamiento en el tablero geopolítico de sus vecinos
de bloque. Ahora, en el mundo de Internet, podemos ver al instante una matanza
de civiles que se cuelga en cualquier red social y nos hacemos al segundo activistas
políticos firmando una condena pública que se manda a la ONU, al Parlamento
Europeo, al Congreso de Estados Unidos, al Kremlin...pero estarán conmigo en
que eso es un simple avance tecnológico de las comunicaciones, no un avance en
la paz mundial dentro del derecho y la política internacional, ni en los
niveles de civilización del ser humano.
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