Fotomontaje propio |
Pues ya está. Crimea vuelve a ser
rusa, sobre el papel y sobre la política de hechos consumados que tan eficaz
sabe manejar Rusia en esa zona del planeta. Es lo bueno y lo malo que tiene la
geopolítica, que se mueve como un gran elefante en medio de una sala repleta de
cristales de Bohemia o de cacharos de metal. Se desplaza con cuidado al
principio y va colocando sus patazas enormes intentando no pisar nada y hacer
el menor ruido posible; de esta forma se ve con nitidez sus movimientos
consumados, es fácil verle venir y eso es bueno. Eso sí, contenemos siempre el
aliento porque tarde o temprano sabemos que su masa gigantesca aplastará y
reducirá a un frágil cacharro que no hacía otra cosa que estar ahí y eso es malo.
Crimea ya está aplastada –del todo- bajo el poder ruso y comenzarán los
problemas que el elefante geoestratégico causa por sus movimientos.
Es lo malo de la geopolítica, que
se preocupa poco o nada de las personas; los derechos adquiridos, las libertades
y las leyes que pudieran tener los “cacharros” se ven abollados por el elefante
sin remordimiento alguno. Además, cuando un elefante se mete en una cacharrería
siempre atrae a otros elefantes. Es como la canción de estribillo pegadizo, “un
elefante se balanceaba en la tela de una araña, como veía que no se caía, fue a
llamar a otro elefante”. Así los elefantes occidentales intentan meter, aunque
sea sólo la pezuña, una pataza por la puerta de la cacharrería crimea. Lo
llevan claro. Al final sanciones económicas, bloqueos mercantiles, denuncias
ante los tribunales internacionales, movimientos de tropas...serán los
estruendos y los golpes provocados por sus patas y sus lomos al intentar entrar en la
cacharrería. Más daño para las personas-trastos- que no les quedará otra que
sufrirlo para que los elefantes encuentren espacio.
El Plan A (el que existía para recuperar Crimea antes y durante las últimas protestas de Kiev) de los rusos ha ido igual que un reloj suizo. Como se veía venir que su presidente pro-ruso, Víktor Yanukóvich, iba a ser desalojado del poder no por otro dirigente “satélite” de Moscú (en Europa oriental, el Cáucaso y Asia Central se dan muchos casos de esos presidentes “satélites”) sino por unas heterogéneas fuerzas políticas pro-europeas, el Kremlin tuvo que agilizar el plan de anexión de Crimea.
En realidad, esa península seguía
hoy día controlada por Rusia en lo militar y en lo económico; es decir, se
podía considerar un protectorado ruso dentro de Ucrania, aunque en 1954 el
presidente soviético Kruschev tuviese la ocurrencia de cedérsela a los
ucranianos. Lo hizo más por cuestiones afectivas (él era ucraniano), como
“regalo” por lo bien que lucharon los ucranianos en la “Gran Guerra Patria”
contra los nazis, que por razones prácticas. Pero era una cesión a una
república soviética de las muchas que conformaban la URSS y Kruschev, ni nadie, podía imaginar que en poco menos de 40 años la Unión soviética se desintegraría.
Ucrania tanto como Estado
soberano como siendo república soviética ha estado entre la espada y la pared durante todo el siglo XX; en el siglo actual las evidencias de tener un
porcentaje de población nada minoritario de rusohablantes y una relación
cultural casi de mellizos con la vecina Rusia han terminado por pasar factura.
Si se suma su gran dependencia energética del vecino del Este, como se vio en
su intento de órdago en 2006 de construir un gasoducto por el Báltico con apoyo
alemán, pues tenemos el resultado de la ecuación geoestratégica que hemos
vivido estas semanas.
Sobre el papel geopolítico era
evidente y natural, Ucrania y Crimea forman parte de la esfera exclusiva de
influencia rusa. A diferencia de las repúblicas bálticas y de Polonia, donde
EEUU ha podido expandir su influencia, para los rusos Ucrania debe ser por los siglos de los siglos zona
intocable para Occidente. Siempre lo han demostrado. Lo hicieron cuando los
ucranianos intentaron quedarse en 1991 con la flota del Mar Negro, cuando
quisieron no depender del gas y el petróleo rusos en 1994 y 2006. ¿Por qué no
lo iban a hacer en 2014? Ahora, con el referéndum teatral de ayer domingo 16 de
marzo como aval legalista ante la opinión pública mundial, el elefante
ruso entra en la cacharrería de Crimea para quedarse definitivamente.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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