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Entrada a una refinería ilegal de Nigeria |
La
volatilidad de un combustible como el petróleo está suficientemente
demostrada. Durante los años setenta del siglo XX, la presión
ejercida por los países productores llevó a una de las crisis
energéticas más importantes en el mundo desarrollado. Se hizo
entonces evidente que era necesario asegurar el suministro de un
petróleo de cierta calidad a unos precios más o menos estables y
favorables a las grandes empresas extractoras. Quizás, por esta
razón, Europa y EE.UU. hagan oídos sordos a las protestas que
denuncian las constantes violaciones de derechos medioambientales en
el delta del Níger. En la zona, una de las de mayor densidad
poblacional del mundo, el petróleo se convierte en la lacra de
millones de personas en nombre del beneficio económico de Shell y de
los intereses occidentales.
Desde
la década de los años treinta del pasado siglo se conoce la
importancia petrolífera del subsuelo del delta del Níger, en
Nigeria, en el golfo de Guinea. Las grandes petroleras se lanzaron a
la explotación de estas importantes fuentes de crudo primando, por
encima de cualquier otro aspecto, el beneficio económico. En ningún
caso se han barajado los efectos adversos. En un interesante artículo
publicado el 4 de junio de 2010 (Guinguinbali.com),
Laura Gallego ya establecía una reveladora relación entre la forma
cómo actuaron las autoridades estadounidenses respecto a los
vertidos del Exxon Valdez en Alaska (1989) o el accidente de la
plataforma petrolífera del golfo de México en abril de 2010 y su
respuesta ante la catástrofe medio ambiental que tiene lugar en
Nigeria.
El
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) emitió
en 2011 un informe contundente respecto a la situación en el delta
del Níger, señalando la responsabilidad de la compañía Shell
y de las autoridades nigerianas en el deterioro medioambiental y
humano de uno de los ecosistemas más ricos del planeta. Se calcula
que se ha vertido en la zona hasta un millón y medio de toneladas de
petróleo en los últimos cincuenta años. Habría que añadir la
quema de gases o los residuos provenientes de las actividades
extractivas. Las consecuencias son devastadoras: la destrucción del
medio ambiente, la pérdida de los recursos básicos para la
subsistencia de las poblaciones de la zona, el descenso alarmante en
la esperanza de vida de los habitantes del delta, etc...
Por
otra parte, la necesidad del control de los recursos o de las vías
de comunicación de las regiones más productivas ha degenerado en un
conflicto
en el que se encuentran implicados numerosas facciones, grupos
tribales y fuerzas del Gobierno central nigeriano. Se pueden
contabilizar miles de muertos y gran número de desplazados internos.
La codicia del petróleo ha despertado la guerra en el delta del
Níger en sus peores manifestaciones. El caldo de cultivo perfecto
alimentado por el descontento social. Los beneficios del petróleo
nunca llegan a la población.
En
todo este clima de tensión, los grupos internos de presión por la
defensa de los derechos medioambientales y humanos han tenido y
tienen un papel fundamental mediante la movilización pacífica de la
población. Uno de los principales líderes ambientalistas de
Nigeria, KenSaro – Wiwa,
fue asesinado, junto con otros compañeros, en 1995. Los responsables
fueron las autoridades nigerianas. Sin embargo, ¿qué papel jugó la
compañía Shell?
Según
informa Shell,
es la actuación de bandidos o grupos insurgentes los responsables
últimos de los constantes vertidos de petróleo en el delta del
Níger. Sin embargo, todos los informes apuntan a la mala calidad de
las instalaciones de la petrolera. La ONU considera que tanto el Gobierno de Nigeria como la propia compañía
deberían pagar una ingente cantidad de dinero para tratar de
sofocar, en lo posible, las graves consecuencias medioambientales de
la extracción petrolífera. Sin embargo, la acusación
más grave insiste en los posibles sobornos de Shell para que las
autoridades nigerianas y sus fuerzas militares y policiales asesinen
a activistas medioambientales y opositores (entre ellos el propio Ken
Saro – Wiwa).
No
sería tan extraña esa actitud por parte de los responsables de
Shell. De hecho, durante la actuación judicial por la muerte del
activista, la empresa llegó a un acuerdo con la familia del
asesinado por una cuantiosa suma de dinero. De nuevo, el dinero frena
y silencia los abusos de las grandes compañías en el continente
africano.
Luis
Pérez Armiño ©
Antropólogo. Colaborador de Pax Augusta
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