Hogar infantil de Burjassot (Villa de San José): una obra de mujeres. 'Los niños de la guerra que se quedaron en España' (IV)

Hogar infantil de Burjassot (Villa de San José)
                         
                            

 Cuarta entrega de la serie: Los niños de la guerra que se quedaron en España

                                                                                     por Luis Manuel Expósito Navarro © 


Sin duda, una de las claves de estas letras se halla en el artículo que la periodista Lucía Sánchez Saornil escribió en el otoño de 1937 para la revista Mujeres Libres, fundada por ella misma, por Mercedes Comaposada y por la doctora en medicina Amparo Poch y Gascón[1]. En él se narra un viaje que realizaron juntas la periodista y la doctora a la guardería de Burjassot creada por Amparo Poch pocos meses antes, cuando era consejera de Asistencia Social en el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social dirigido por Federica Montseny. La idea de crear una red de “Hogares de la Infancia” u “Hogares infantiles” se fraguó, al parecer, entre Federica y Amparo en noviembre de 1936. El plan consistía en crear trece centros de ese tipo en una primera fase, para luego, progresivamente, ir ampliando el número de esas nuevas instituciones que vendrían a sustituir a los antiguos asilos y orfanatos. 
Para ello, era necesario sustituir el personal religioso que gestionaba los orfanatos, al tiempo que se fraccionaban algunos de ellos en unidades más pequeñas. El primer punto se cubrió con las veinticuatro jóvenes de la primera promoción de la Escuela de Puericultura de Valencia, que obtuvieron el título de guardadoras de niños después de pasar el examen de un curso intensivo que duró cuatro meses y finalizó el 31 de enero de 1937[2]. En cuanto al segundo punto, aunque no siempre se cumplió, tenemos un ejemplo en el Orfanato Nacional de El Pardo[3], cuyos componentes, además de ser desalojados por quedar El Pardo en el frente de batalla, fueron reagrupados en unidades más pequeñas, de 25 niños cada una, y realojados en Hogares infantiles[4].
       Ahora bien, para todo este cambio hacían falta edificios que albergaran a los niños en condiciones “familiares”, en un ambiente no de asilo, sino de hogar. Para ello, Federica Montseny, y el Gobierno en pleno, echaría mano, mediante un decreto fechado el 14 de enero, de todos los bienes de la Beneficencia privada, que pasarían a estar disponibles por los Consejos Provinciales de Asistencia Social, creados desde el 21 de noviembre de 1936[5].
En esos Hogares infantiles tendrían cabida niños y niñas huérfanos menores de cinco años, ya que esa edad era la mínima exigida para formar parte de las Colonias infantiles escolares que paralelamente se estaban erigiendo en distintos puntos de la geografía de las provincias mediterráneas.

Federica Montseny
            

    La idea, revolucionaria para la época, pues no se había creado nada similar en el mundo hasta ese momento, consistía en dotar edificios singulares, bien equipados, a cierta distancia de las grandes ciudades a ser posible, y convertirlos en un hogar en el que los roles quebrados de la familia fueran recompuestos, de tal manera que los huérfanos pasarían a ser los “hijos” de los directores y pedagogos que convivirían con ellos noche y día en los hogares infantiles. De ese modo, habría seis adultos, más mujeres que hombres, y veinticinco niños conviviendo, jugando y aprendiendo los primeros rudimentos de la educación, ya que todavía los niños no estaban en edad escolar[6]. Las condiciones especiales de convivencia de ese grupo de unas treinta personas “harían que estuvieran en los límites exactos que nos aproximarían a la imagen perfecta de una familia”[7].

    Determinadas directrices dejaban claro uno de los objetivos que se proponía Federica Montseny: contrarrestar cualquier carácter confesional que se le quisiera dar a la escuela. En palabras de Saornil, “hacer niños niños. Impedir esta temprana experiencia que tuerce la naturaleza infantil y hace hombres corrompidos prematuramente”. Para ello, la dotación asignada para cada centro en el decreto mediante el cual se crearon los Hogares de la Infancia era de 60.000 pesetas, de la que Amparo Poch, pensando en la economía de guerra en la que estaban sumidos, redujo en un diez por ciento, aunque, según ella, era una cantidad suficiente para todos los gastos, incluidos los sueldos de las guardadoras.

    Uno de los edificios elegidos para crear uno de esos nuevos hogares infantiles fue la “Villa de San José”, en Burjassot. El edificio reunía las condiciones necesarias para que se fraguara en él la primera experiencia en materia de hogares infantiles. Disponía de numerosas habitaciones, estaba dotado de cocina y salones, amplio jardín, sala de juegos, y varios campos de fútbol. De hecho, había sido utilizado como residencia de de ocio y deportiva por los alumnos y colegiales del colegio de San José de Valencia, desde 1918 hasta que fue incautado en enero de 1934 por el Gobierno de la República, al igual que se hiciera con todos los bienes inmuebles pertenecientes a la Compañía de Jesús[8]. La villa había sido adquirida por el Colegio de San José de Valencia en unas condiciones muy ventajosas. Edificada a comienzos de siglo por un industrial bilbaíno, Julián Maestre Tomé, concejal republicano de Bilbao y también propietario de unas minas que le hicieron amasar una enorme fortuna. 

    El industrial Maestre, poco pudo disfrutar de los suaves veranos de Burjassot, ya que se suicidó de un disparo en la sien en su despacho bilbaíno debido, al parecer, a que padecía una grave enfermedad crónica[9]. Como era soltero, sus hermanas y herederas, Petra y Juana, tras una larga negociación, el 24 de junio de 1918 vendieron a La Instrucción, S.A., una empresa pantalla en poder de la Compañía de Jesús, por un importe de 55.414 pesetas. A partir de ese momento, los campos de cultivo se convirtieron en campos de fútbol, y la villa pasó a ser un lugar, además de reposo y ocio, donde los alumnos del Colegio de San José podrían ejercitarse en múltiples disciplinas deportivas[10].


La doctora Amparo Poch


    El hogar infantil de Burjassot comenzó a funcionar como tal en febrero de 1937. Veinticinco niños de corta edad, menores de cinco años, eran cuidados y educados por maestras y puericultoras. Matilde Sotos Menéndez, como directora-responsable, tenía como auxiliares a Antonia Labernia Avilés, Carmen Pereda Gutiérrez, Consuelo Pereda Gutiérrez, Consuelo Montesinos y Carmen Bernial Pedro[11]. Es posible que no todas estas personas coincidieran en el tiempo en la “Villa”, pues una de las premisas de la doctora Poch para que las guarderías de huérfanos se parecieran todo lo posible a un hogar convencional es que hubiera también algún hombre, que a veces era el director:

Esta es la casa de los niños: sólo la casa. Una pareja humana, hombre y mujer —los responsables— sustituyen a los padres ayudados en el cuidado de los niños por tres auxiliares femeninos. ¿Escuela? La del pueblo, con los niños del pueblo. Los huéspedes de los Hogares Infantiles sólo hacen aquí su vida en familia. Esta es la casa donde el niño crece, se desarrolla, vive, en una palabra. Aquí —y cito el artículo 4 del Reglamento— se huye de “cuanto signifique ordenancismo, rigidez, disciplina autoritaria…”[12].

Lucía Sánchez Saornil narra con detalle la visita que realizó, junto a Amparo Poch, al hogar infantil de Burjassot, donde se asienta el más auténtico jalón de la España nueva, según sus propias palabras:

Cruzamos una sala en discreta penumbra entre la que captamos, al paso, la estampa coloreada de un gran ramo de flores, y al levantar una persiana, la luz violenta de un jardín levantino, cabrilleando en las hojas húmedas y en el pilón de la fuente, nos azotó los ojos. “¡Amparo!”. Veinte o veinticinco bocas rosadas gritaron alegremente, un haz de bracitos satinados buscaron el collar del abrazo efusivo. Chicos de cara traviesa, nenas finas y sonrientes. Un mozalbete aupaba a un chiquitín hasta el cuello de Amparo.

    La alegría del reencuentro con Amparo Poch se reflejaba en los rostros de los niños con su cabeza casi rapada, que “escondían la barbilla humilde y la mirada torva”, aunque sin uniformes, cada uno con una ropa distinta, de colores claros y alegres, vistosos. Jugaban junto a la escalera, en mesas y sillas adaptadas a su altura. En las horas destinadas a las actividades preescolares, los niños y aprendían a comer solos, a pintar, los primeros rudimentos de la lectura, tal y como lo recuerda Carmen Bernial Pedro, una de las puericultoras: 

Allí aprendimos a cómo tratarlos, a cómo enseñarles. Incluso a comer, porque había muy pequeños. Y a vestirlos y a peinarles. Todo. Eran niños muy pequeños y que no sabían nada. Empezamos a enseñarles alguna letra. Primero que todo a dibujar: el sol, las estrellas, el cielo, la luna. Entre tanto, íbamos enseñándoles alguna letra. La Luna empieza por L, el Sol por S…[13]


Lucía Sánchez Saornil en 1933


    Poco sabemos del origen y la identidad de los niños que habitaban aquel hogar. Una pequeña de tres años, llamada Quica, fue encontrada cerca de Toledo por unos soldados; estaba sola, sentada al borde de una cuneta de la carretera, con la cara sucia llena de polvo y lágrimas, con una herida de bala en la nalga izquierda que le hicieron los “¡Bum! ¡Bum!”, como ella llamaba a los soldados que disparaban a la gente. El segundo niño, José Luis, era un mozalbete de 12 años, que cuidada de Quica y los más pequeños como si fuera el hermano mayor. Se trataba de un niño rebelde, que había sido enviado a una colonia escolar en Francia, de la que había sido devuelto a Valencia por mal comportamiento. Tras su paso por una guardería, en la que ejercía como “hermano mayor”, fue reclamado por Amparo Poch justo antes de que fuera internado en un correccional. 

    Desde entonces, permanecía en el Hogar Infantil “La Villa”, de Burjassot, y había cambiado su comportamiento, que ahora era ejemplar. La doctora Poch tenía el convencimiento de que el problema no radicaba en el muchacho, sino en “los elementos que le rodeaban”. En un entorno adecuado y con el “método cordial” que administraban las pedagogas, José Luis “había centrado su vida, que se desenvuelve hoy con entera normalidad en el ambiente familiar de Burjasot”.

    En cuanto a la reglamentación de los Hogares Infantiles, da la sensación de estar muy desarrollada, y daba cierta libertad impensable en los antiguos orfanatos, tal y como se aprecia en varios artículos del Capítulo 4º:

Artículo 19.- Los huéspedes entrarán y saldrán de los Hogares, frecuentarán los lugares públicos y se relacionarán con sus amigos en igual forma que lo harían si vivieran con sus familiares. Es decir, que solamente serán acompañados cuando por su corta edad, falta de costumbre o circunstancias especiales del lugar corriesen peligro yendo solos. Los niños podrán, pues, ser acompañados, pero nunca conducidos, prohibiéndose en absoluto que se les use como comparsería o elemento decorativo, ni que realicen funciones ni desfiles.

Artículo 20.- Se fomentarán las visitas individuales en corto número, desde luego sin ceremonia ni aparatosidad, de huéspedes de un Hogar a huéspedes de otro y a niños que vivan en familia y viceversa, dándoles facilidades para que se obsequien e inviten mutuamente y creen lazos de amistad.

    Como podemos observar, también se potenciaban las relaciones personales entre los huérfanos y otros niños, tanto si se trataba de refugiados como de Burjassot. Ahora bien, un alto grado de crítica a los cambios, que de inmediato relataremos, se desprende de la crónica de Saornil:

¿Y qué será —preguntamos— de tu primer Hogar Infantil?’ “¡Ah, no sé!", responde Amparo pensativa. Sospecho que lo cerrarán cuando encuentren donde internar a mis veinticinco niños. Los Hogares Infantiles son lo más profundamente revolucionario de la Revolución. El cierre de los Hogares Infantiles es un atentado a la Revolución[14].

    Sin embargo, no se cerró. Es cierto que en los primeros meses de funcionamiento de los Hogares de la Infancia y las Colonias Infantiles hubo un grave conflicto de competencias entre dos ministerios, el de Sanidad y Asistencia Social, dirigido por Federica Montseny, y el de Instrucción Pública y Bellas Artes, dirigido por el comunista Jesús Hernández. Tras el cese, el 16 de mayo de 1937, de los cuatro ministros anarquistas y del presidente Largo Caballero, llegaría el nombramiento como jefe de Gobierno de Negrín y la remodelación en los ministerios. Jesús Hernández no sólo se iba a hacer cargo del nuevo Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad, sino que le iba a restar las competencias que en materia de Colonias y Hogares Infantiles mantenía el Ministerio de Trabajo y Asistencia Social. 

    Por ello, para finalizar los conflictos y “mejorar la eficacia” se elaboró un Decreto en el que quedaban claras las competencias exclusivas de Instrucción Pública y Sanidad, tanto en España como en el extranjero, sobre colonias, parques infantiles, roperos escolares, incluidas las instituciones que velaban por los anormales educables, esto es, sordomudos, ciegos, débiles y retrasados mentales, inválidos, etc., así como las escuelas maternales y las casas cuna[15].

    Naturalmente, Amparo Poch ya no pudo continuar al frente de los Hogares Infantiles, pues fue llamada a otras tareas en el Ministerio, lo cual no le impidió realizar esa última visita en el verano de 1937 a su primer Hogar Infantil, el de “La Villa” de Burjassot. Ahora bien, a pesar del pesimismo de la doctora Poch y de la periodista Lucía Sánchez Saornil, lo cierto es que aquel hogar no desapareció, aunque sí tuvo que adaptarse a la nueva reglamentación como Guardería Infantil, ya a partir de diciembre de 1937. De esa segunda etapa disponemos del testimonio de la pedagoga Justa Freire Méndez, técnico del Ministerio y directora de algunas colonias, como la del Perelló. Su labor de inspección le llevó hasta Burjassot varias veces: 

    En uno de sus informes, realizado en lunes, 20 de diciembre, comenta el estado en que se encuentra “La Villa”: por la tarde, marchó con Jacinta Landa, su ayudante, a Burjassot para ver la casa de “niños pequeños”. Seguramente, esos meses que pasaron desde que Amparo Poch dejó de tener el control sobre su “niña bonita”, las cosas fueron empeorando. Tras permanecer toda la tarde las inspectoras y elaborar listas de los niños colonos, su conclusión fue que “No está dispuesta para funcionar”. Un mes después, el 19 de enero de 1938, volvió Justa Freire a la guardería de Burjassot. Estuvo ayudando a Matilde Sotos, la responsable de “La Villa” con los niños. Su anotación final fue: “No hay gasolina”, lo que invita a pensar que tampoco había agua caliente, ya que el suministro de tal servicio se realizaba mediante un motor de gasolina, y son conocidas las restricciones que en materia de hidrocarburos había en esa época. 

    La tercera visita se produjo el 1 de febrero, por la tarde. Estuvo hora y media ayudando a las pedagogas con los niños y orientándoles sobre la labor a realizar con ellos. Dos nuevas visitas de inspección realizaría Justa los días 20 de febrero y 9 de marzo, pero sus anotaciones son muy sucintas: “Niños pequeños”[16].



    Ahora bien, aquel Hogar Infantil, luego Guardería, no funcionaba de espaldas a la comunidad social de Burjassot. Ya hemos comentado que en la normativa desarrollada por Federica Montseny y Amparo Poch se incentivaban los paseos, las visitas, las relaciones con otros niños de la población. Del mismo modo, el colectivo de Mujeres Libres de Burjassot siempre estuvo al lado de esta colonia de pequeños huérfanos. De hecho, confeccionaron o adquirieron varios lotes de ropa con el tallaje adecuado para estos niños de corta edad, e hicieron entrega a los niños y pedagogas, como queriendo dar la razón a Lucía Sánchez Saornil que aseguraba que aquella colonia infantil de Burjassot era una “obra de mujeres”. 

    De hecho finalizaba su artículo con una frase rotunda y que refleja muy bien su ideario feminista y revolucionario: Fresca aún la imagen de los niños felices, pensamos que la obra más profundamente revolucionaria de nuestra revolución ha sido concebida y realizada por mujeres[17]. Es más, en Burjassot se verificó la entrega que hicieron las delegadas regionales de S.I.A. y Agrupación local de Mujeres Libres de gran cantidad de prendas de abrigo, destinadas a los acogidos a los servicios de asistencia social del Consejo Provincial de Madrid[18]. Dos semanas después, la Comisión Permanente del Consejo Provincial de Madrid, acordó expresar al Comité Regional de Mujeres Libres de Levante, el agradecimiento de la Corporación por el reparto de jerseys y prendas de abrigo entre los alumnos de la colonia escolar que en Burjasot tiene establecida la Corporación Provincial de Madrid[19]. Lo cual crea nuevos interrogantes que invitan a continuar con la investigación, porque ¿a qué colonia escolar de Burjassot se refieren ambas noticias?


Colonia colectiva 158 de Burjassot para convalecientes


Una segunda colonia infantil, del tipo “Colectiva”, existía en Burjassot por aquella época. Su existencia quedó mencionada por primera vez en 2011, aunque lo único que pudo mencionar el autor es que podría haber estado ubicada en el convento de la calle Blasco Ibáñez, pero sin poder aportar ninguna prueba documental. En entrevista publicada por la revista Estampa en la temprana fecha de 24 de octubre de 1936, Mercedes Maestre Martí, subsecretaria del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y miembro del Patronato de Asistencia Social de Valencia, que se encargaba de distribuir a los niños evacuados de Madrid  y alrededores en los pueblos de alrededor de Valencia, tanto en régimen familiar o “de particulares” como en régimen de colonias, aseguraba que ya existía al menos una colonia infantil en Burjassot, instalada “en un antiguo convento con un magnífico jardín donde ellos [los niños] comen y juegan a su placer”[20].
En la actualidad, seguimos igual, sin poder saber más datos sobre esa colonia infantil. Por suerte, dos nuevos datos han aparecido en un libro de reciente publicación: el primero, que la colonia albergaba a niños convalecientes, suponemos que de enfermedades, malnutrición o heridas; el segundo dato concierne al número de niños allí alojados, treinta[21]. Seguramente se trata de una colonia tardía, ya que aparece en el último lugar -158- y añadida a mano por Justa Freire, en el listado de Colonias Colectivas que se elaboró, en octubre de 1938, en la Delegación Regional de la Infancia Evacuada, de Valencia[22].


A modo de conclusión, podemos afirmar que en el contorno de la comarca de l’Horta Nord, hubo al menos cuatro colonias infantiles, algunas con unas características especiales. En primer lugar, la “Pablo Iglesias” de Godella, en régimen familiar, con grupos familiares formados por hermanos de entre dos y cinco miembros cada uno, lo cual da una idea de que las autoridades republicanas no deseban desestructurar las familias que ya habían sufrido la quiebra de la separación de padres-hijos, sin duda con la idea de una futura reagrupación familiar en el caso de que los padres siguieran vivos al finalizar la guerra. En segundo lugar, la colonia “Casa Ben Leider” de Benimámet, que albergaba niños madrileños bajo el patronazgo del Comité Norteamericano. En tercer  lugar, la “Colonia de niños convalecientes”, de la que tan sólo sabemos de momento de su existencia en Burjassot.
Y, por último, la colonia de “La Villa”, también de Burjassot, que fue modelo de “Hogar Infantil” para niños huérfanos menores de cuatro años que no podían estar en las colonias infantiles escolares por no haber alanzado todavía la edad de escolarización. Ese hogar infantil que había sido “el sueño de Federica Montseny” en su etapa de ministra, y que luego, bajo la dependencia del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad, el ministro Jesús Hernández convertiría en “Guardería” para menores de cinco años, fue la primera colonia infantil en su género en el territorio controlado por el Gobierno legítimo, y, a pesar de los cambios ministeriales y organizativos, mantuvo su particularidad de ser el hogar de aquellos niños pequeños de Madrid que dejaron atrás la terrible visión de una ciudad destrozada por la guerra e iniciaron en Burjassot un camino a la esperanza. 
Felices se les ve en las fotografías. Sin sus padres, sin sus familias, sin sus casas, al menos en Burjassot estos niños de Madrid encontraron paz. Sí, paz, un sol y un cielo que no se oscurecía con aviones cargados de bombas, un silencio que no quedaba roto por las explosiones y los llantos, un verdor que nada tenía que ver con el gris de los edificios derribados por los bombardeos criminales, y en lugar de escuchar las sirenas, oían el pitido del tren. Estaban en Burjassot, estaban en l’Horta Nord, estaban en Valencia… hasta que de nuevo les alcanzó la guerra.




[1] SÁNCHEZ SAORNIL, Lucía: “El sueño de Federica Montseny”, Mujeres Libres, 13, otoño de 1938 (citado por Antonia Fontanillas en “A la búsqueda de Lucía Sánchez Saornil, pionera del humanismo integral”, Orto, revista cultural de ideas ácratas, 150, julio-septiembre de 2008).
[2] Gaceta de la República, 74, 15-3-1937, pp. 1214-1215.
[3]Antiguamente se denominaba Asilos de San Juan y Santa María, fundados en 1869, el primero destinado a albergar hombres y niños, y el segundo a mujeres y niñas.
[4] Gaceta de la República, 74, 15-3-1937, p. 1215.
[5] Ibídem.
[6] Revista Crónica, 20-6-1937, p. 14.
[7] SÁNCHEZ SAORNIL, Lucía: “El sueño…”
[8] Gaceta de Madrid, 21, 21-1-1934, pp. 546-547-
[9] Diario El Globo, 13.962, 27-6-1916, p. 3.
[10] LLUCH MARTÍ, Enrique: Jesuitas y pedagogía: el Colegio San José en la Valencia de los años veinte, Madrid, Universidad de Comillas, 1997, p. 295.
[11] ESCRIVÁ MOSCARDÓ, C. y MAESTRE MARÍN, R: De las negras…, pp. 190-192 y 255-256.
[12] SÁNCHEZ SAORNIL, Lucía: “El sueño…”
[13] ESCRIVÁ MOSCARDÓ, C. y MAESTRE MARÍN, R: De las negras…, p. 191
[14] SÁNCHEZ SAORNIL, Lucía: “El sueño…”
[15] Gaceta de la República, 180, 29-6-1937, p. 1406: Decreto de 28 de junio.
[16] ESCRIVÁ MOSCARDÓ, C. y MAESTRE MARÍN, R: De las negras…, p. 192.
[17] SÁNCHEZ SAORNIL, Lucía: “El sueño…”
[18] Diario La Vanguardia, 7-12-1938, p. 5.
[19] Diario La Vanguardia, 22-12-1938, p. 5.
[20] EXPÓSITO NAVARRO, Luis Manuel: La conexión Burjassot…, pp. 145-152.
[21] ESCRIVÁ MOSCARDÓ, C. y MAESTRE MARÍN, R: De las negras…, p. 192.
[22] ESCRIVÁ MOSCARDÓ, C. y MAESTRE MARÍN, R: De las negras…, pp. 138-151.

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3 Comentarios

  1. ¿Que ocurrió con el lugar? ¿Como termino así de abandonado?

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  2. Antes que nada, gracias por vuestra lectura e interés por el tema. Pues no soy el autor de este texto, soy el editor del blog, aunque una respuesta posible, conociendo otros artículos de su autor, el historiador valenciano Luis Manuel Expósito Navarro, y su libro "La conexión Burjassot...", es que una vez acabada la guerra, toda iniciativa de la República quedó anulada y esa villa, a pesar de ser de la Compañía de Jesús, se marginaría y acabó sin uso más tarde o más temprano... le comento al autor y a ver si os puede dar una respuesta por acá. Saludos

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  3. Cierto es, Gustavo, todo lo que comentas. La villa fue requisada por los vencedores de la Guerra Civil, y devuelta a sus antiguos propietarios, los jesuitas. Durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta, la villa fue empleada para lo que fue concebida antes de la guerra, esto es, para recreo de los estudiantes del Colegio de San José de Valencia, donde podían pasar fines de semana, realizar actividades deportivas, etc. Se abrió también una piscina, pero hubo de clausurarse debido a un desgraciado accidente de un niño que pereció ahogado en ella. Luego llegó el abandono en los años setenta. Desde hace dos décadas, la viila tiene cierta actividad, pues allí se halla la sede de una fundación dedicada a ayudar a personas que han tenido muchas dificultades en la vida. Pero los medios son muy limitados y las instalaciones amenazan ruina. Todo el jardín ha desaparecido, salvo algún árbol centenario, como la araucaria, y los campos de deporte están abandonados.
    Saludos y muchas gracias por el interés.

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