La Guardia Mora y la guerra de Ifni

La Guardia Mora a mediados de 1950

En 1937, en plena guerra civil, un bastón de oro macizo es lo que el dictador Franco prometió a los Regulares (soldados) marroquíes que se había traído de África cuando cruzó el Estrecho de Gibraltar para derrocar a la República. Merecido premio al arrojo de estos combatientes una vez que se consiguieran los objetivos principales de la "gran Cruzada nacional": eliminar al infiel ateo (comunistas, anarquistas y republicanos de izquierda) del suelo patrio. Tal paradoja de incorporar "infieles" musulmanes a una «cruzada nacional-católica» tuvo que hilar fino para encajar en la retórica ampulosa de los ideólogos franquistas. Pero lo consiguió, se trataba de hermanar al fiel musulmán que compartía el mismo dios con el devoto cristiano contra el «ateísmo internacional»

Acabada la Guerra Civil española, los casi 100.000 soldados marroquíes (según algunas fuentes), fueron desmovilizados paulatinamente y unos pocos volvieron a sus unidades en África, al ejército colonial. Aunque la mayoría regresaron a sus regiones, al montañoso y pobre Rif, al lejano Sáhara o al inhóspito Ifni. Se habían alistado en el ejército de Franco porque era una manera de salir de la pobreza y regresaban con una humillante pensión militar, nada de bastones de oro. Pero hubo unos que se quedaron, "elegidos" entre los que contaban con mejor hoja de servicio en combate constituyeron una unidad de seguridad y protocolo para escoltar al caudillo de España, nacía de forma oficial la Guardia Mora.

Ifni 1957-1958: cuando la Guardia Mora abandonó a Franco 


Esa guardia de aguerridos marroquíes, señala el hispanista Paul Preston, simbolizaba de dónde provenían los militares españoles insurgentes (de la carrera militar curtida en las 'Guerras de África') y en qué basaba su poder su cabecilla, en el abuso de la fuerza militar; tuvo que ser disuelta por la desconfianza generada tras los ataques en Ifni y el Sáhara español del Ejército de Liberación marroquí, para gran disgusto del generalísimo Franco, en enero de 1958. Su reticencia a deshacerse de tan desfasado símbolo bélico hablaba de su errónea percepción de la política exterior, pues el mundo vivía ya los inicios de una "ola" imparable descolonizadora en África y Orientes.
              
 Gustavo Adolfo Ordoño ©
 Historiador y periodista

Bibliografía:

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