Lujo en las calles de Ginebra (Suiza). Fuente imagen |
Escribiendo esta entrada del
blog, documentándome para este artículo, salta la noticia que informa que los suizos por amplia mayoría han rechazado el salario básico de 2.300
euros mensuales. Iba a ser una renta básica que recibirían todos lo suizos
trabajasen o no por el mero hecho de ser eso, suizos o residentes en Suiza por
más de 5 años. Nunca una soberanía-ciudadanía
habría estado tan bien gratificada. Es que se llegó a pensar incluso que la
recibieran los niños en menores cuantías según la edad, aunque en el referéndum
al final se votó como renta para todos los adultos. Antes de analizar la
noticia, vamos a reflexionar sobre lo que motiva este nuevo texto en Pax
augusta.
Esta anécdota creo haberla
contado ya en el blog, aunque en una época con menos lectores, por lo que pido
licencia para repetirla. Justo el año que el
euro se introducía en España
como moneda en curso (2001), me dio por hacer el Camino de Santiago. En uno de los altos en el camino, descansando
en un albergue, entablé conversaciones con un simpático jubilado alemán, encantado por el buen comer, los paisajes y el
arte que le rodeaba. Hablaba un español decente, gracias a sus veraneos en
Mallorca. En una de las charlas salió el tema de los jubilados. Comentó que
estaba muy agradecido a su empresa, la compañía aérea Lufthansa, y a su
país por haberle dejado jubilarse cuando quería y con todas las pensiones, una
estatal y la otra concertada con la empresa. Total: 5.500 euros al mes. Tragué saliva cuando lo escuché.
Debía estar cansado de la ruta de
ese día y me recuerdo de mal humor, porque reaccioné en plan “indignado activista” ante la evidente
desigualdad social con la mayoría de los jubilados españoles. Me puse demagogo
y populista (quince años antes de que esa tendencia política se pusiera de moda
en España) al exclamar con cierto aire dramático que mi abuela, campesina
manchega, estuvo recibiendo una pensión hasta fallecer de 300 euros al mes. El jubilado me miró de arriba abajo y tardó algo
en reaccionar. Pensé que argumentaría que un ingeniero aeronáutico siempre
ganará más que una campesina. Pero no, respondió llamándome ¡mentiroso! No se
lo creía, pensaba que estaba de farol.
Tramo del Camino de Santiago |
Ese buen hombre, educado y
sociable, que me invitó a comer varios días y que me regaló un libro sobre el Camino de Santiago porque, de forma
literal, le sobraban (había comprado varias guías en alemán y español), no podía
creer que el Estado español pagara esas
pensiones tan bajas, aunque fuese a campesinos, oficios no cualificados según
el mercado laboral moderno. No sé que imagen tenía de España, pero desde luego
era muy positiva o sobrestimada. Algo así explicó, cuando me decía que él no veía
pobreza ni “atraso” por ningún lugar y que no era la primera vez que estaba en
España. Era 2001 y a mí no me iba mal, mejor que ahora, porque tenía un sueldo
de unos 2.000 euros; aunque no dejé de advertirle que el sueldo base en España
era de 550 euros. Creo que la
conversación llegó a puntos incómodos, porque el alemán zanjó el tema con un
abrupto: “cada uno, país o persona,
tiene lo que se merece”.
Pues Suiza, en el corazón de Europa, el país-banco mundial, pensaba que
se merecía 2.300 euros al mes como renta
básica garantizada para todos, un sustento por el mero hecho de tener la
nacionalidad suiza o residir en el rico Estado suizo. La iniciativa, curioso,
era de un empresario propietario de un café en Basilea, Daniel Haeni, apoyado por el partido Grupo Independiente. Sus
razones eran acabar con las desigualdades que se están dando en lo salarios y
solucionar la destrucción de empleos por la excesiva automatización que se da
en el mercado laboral. En fin, hasta para un país tan rico la medida era utópica
en exceso por lo insostenible en términos de desarrollo económico. Se ha rechazado con el casi 77% del voto en contra.
Lo más positivo de este referéndum
en Suiza ha sido el debate reabierto
en Europa sobre las rentas básicas garantizadas. En Finlandia y Alemania le dan vueltas a
ello un mes sí y otro también. Parecería cosa sólo de países ricos, que se lo puedan
permitir, pero en el sur europeo, más pobre, también ha sido planteado por las
nuevas fuerzas políticas que nacen del activismo
cívico-social. Podemos habla de 600
euros de renta básica garantizada. Es cuestión de analizarlo con más calma,
quizás sea la medida más eficaz para acabar con la desigualdad social en España
o sea la definitiva consolidación del mercado negro laboral. Ahora bien, yo he
vuelto a tener esa sensación incómoda que tuve en el Camino con el jubilado
alemán. La renta básica que me ofrece mi país no llega a los mil euros. ¿Tendríamos lo que nos merecemos?
Gustavo Adolfo Ordoño ©
0 Comentarios