Logos de UGT y CCOO. Fuente imagen |
La política en nuestro país
comienza a tener otro factor divisor en su análisis: las diferencias
generacionales. Seguro que las personas que estén en el contexto de mi generación,
las nacidas entre los años 1955 a 1975, entenderán mejor lo que expongo en este
nuevo artículo de Pax augusta. Los sindicatos españoles mantienen un silencio bovino
en esta última década que asusta. Me hubiera gustado titular el texto como “el silencio de los sindicatos corderos”.
Es decir, un silencio ovino en lugar de bovino, pero nunca entendí bien lo del
silencio de esos animales; el que puso el título a la célebre película que lo
inspira, no debe haber visto pasar muchos rebaños de ovejas. Son unas
escandalosas... como deberían ser los sindicatos españoles ante estos duros
años de crisis económica y social.
Sin embargo, los sindicatos
principales, UGT (Unión General de
Trabajadores) y CCOO (Comisiones Obreras) mantienen más un silencio
parecido al de las vacas de los prados asturianos. Silencio en Asturias, es
otro buen título del relato corto de un amigo escritor, que hubiese servido de
título también a esta entrada del blog.
¡Con lo escandalosos que fueros los sindicatos en la luchadora Asturias! En
fin, las generaciones actuales, huérfanas de actividad sindical, pensarán que
el activismo social es cosa de los nuevos partidos de izquierdas (parece que ya
se han situado en la izquierda-izquierda), como Podemos y las Mareas. Pero no, hijos míos, la tarea reivindicativa
debería ser el natural trabajo de los sindicatos. ¿Qué pasa entonces?
Primero me gustaría advertir que,
en mi opinión, no toda la culpa es de los sindicatos. Una parte de
responsabilidad de este silencio está en el
bajo sentir sindical que existe en España. La dictadura franquista se empleó
bien en aniquilar cualquier presencia de unos sindicatos que durante la Segunda
República sí tenían gran predicamento; es más, fueron duros combatientes en la Guerra Civil contra los golpistas. Los
prejuicios hacia el sindicalismo calaron hondo en una sociedad civil no acostumbrada
a la reivindicación laboral. En las diversas empresas en las que he trabajado,
hablar de sindicatos suponía bajar la voz y advertir que mejor “no complicarse
la vida”. Y eso que ya estábamos en democracia hacía casi dos décadas. En la Transición los sindicatos tuvieron
un renacimiento político, pero no social.
Los líderes sindicales que más tiempo han ocupado el cargo: Méndez, UGT y Toxo CCOO |
Segundo, existe una idea latente
de que ese silencio ha sido un pacto tácito
de los poderes políticos y económicos con los sindicatos para evitar la
inestabilidad social que constantes protestas y manifestaciones por la crisis
generarían. Pues vaya. Las instituciones que deberían preservar y mejorar ciertos
derechos sociales, estar en la lucha por los derechos laborales, se apartan,
dejan todo en manos de los estadistas... pues al silencio se ha unido una gran
inactividad sindical. También se achaca ese perfil bajo de los sindicatos, desde el inicio de la crisis (2008),
al interés propio de escurrir el bulto sobre los casos de corrupción y
negligencia que han recaído en ellos. Sea como fuese, el protagonismo de los
sindicatos en la lucha de los indignados ha sido nulo.
La derecha mediática criticaba la inactividad sindical ante la crisis
económica que destruía miles de trabajos al día, acusando al presidente socialista Zapatero, de “comprar”
ese silencio a los sindicatos con las suculentas subvenciones que les daba el
gobierno. Argumento desbaratado cuando hemos visto la misma pasividad sindical ante
la administración del presidente Rajoy, gobierno de derechas, y su política de
recortes laborales y sociales... Los sindicatos han agachado la cabeza y se han
puesto a pastar, mientras los balidos y mugidos los han tenido que dar otros, Podemos y sus confluencias sindicales, aprovechándose
de ese gran vacío de poder sindical en España.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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