El Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversiones (TTIP) entre EEUU y Europa, sus dos caras


Tratado de Anexión de España al Congreso de Viena de 1815. Fuente documento

Cuando se estudiaba en las aulas de hace décadas la historia de un país, se ponía énfasis en el discurso nacionalista y patriótico. Se relataban casi de forma novelesca las grandes gestas de esa nación, resaltando la figura de personajes que por derecho propio habían entrado en la leyenda de esas naciones. Los alumnos aprendían, de memoria, listas de reyes o de líderes populares, nombres de movimientos sociales o de batallas decisivas para el devenir de esos países. Llegó a existir en todas partes una 'historia oficial', que conformaba parte de la cultura del país. Pero el mundo se globalizó, término extraño para explicar algo que siempre se dio: las relaciones e influencias entre civilizaciones. La historia debía explicarse ahora en términos de relaciones económicas, comerciales y culturales de cada país con el resto del mundo.

Las relaciones que existen entre Estados Unidos (EEUU) y Europa son evidentes. Siempre he tenido la impresión de que los estadounidenses son “eternos emigrantes europeos”, que rehicieron sus vidas en América. No sé cómo han logrado apropiarse del nombre 'americanos' como sinónimo de estadounidenses, pues siguen siendo, en esencia, europeos que cambiaron de continente, llevándose a los esclavos negros para hacer el trabajo más pesado. Quizás sea una impresión no políticamente correcta, aunque no la puedo evitar, está en el plano emocional, no racional. En fin, estas opiniones vienen dadas por cómo están desarrollándose las negociaciones para el tratado de libre comercio entre Bruselas, la Unión Europea, y los EEUU. 

A mí ya me tocó una época de estudio de la historia donde se ponía énfasis y se daba importancia a las relaciones comerciales entre los países. Solían ponerse en valor los acuerdos y tratados de cooperación e intercambio económico entre las naciones. Por lo que mi primera valoración sobre que Estados Unidos y Europa lleguen a un Acuerdo de Libre Comercio sería positiva. ¿Quién puede rechazar ser más próspero? Pero, claro, no podía resultar tan sencillo, la condición humana tiende al recelo, al orgullo, la envidia, la codicia, la desigualdad... que en términos técnicos de la ciencia histórica serían el nuevo auge en Occidente del proteccionismo y el nacionalismo. Volvemos a las listas de los reyes Godos.

Es noticia de actualidad que Francia acaba de exigir que se paralicen las negociaciones de este Acuerdo de Libre Comercio. Los intercambios negociadores no estaban siendo fáciles, pero ahora parece más claro que nunca que el TTIP (siglas en inglés de Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones) se dirige al fracaso. La postura francesa tiene algo de chovinista (siento el tópico, pero es pura realidad) porque argumentan que el Tratado Libre Comercio con EEUU no tiene suficientes apoyos políticos y de la opinión pública. No tiene apoyos políticos en Francia, pues los socialistas allí gobiernan y siempre se han opuesto, presionados por los influyentes sindicatos agrarios franceses, a liberar el mercado “tanto”, al estilo estadounidense. Pero sí que tiene apoyos políticos en Bruselas, capital de la Unión Europea (UE), siendo el TTIP una de las políticas vertebradoras de la “nueva legislatura” de la Unión desde hace tres años. O se hace política europea (común) o no se hace, pues comenzar a caminar para luego ir cada uno por su camino no hace más que confundir a la ciudadanía y crear malestar general.
Manifestación de partidarios del NO al TTIP. Fuente imagen

Existe una fuerte y heterogénea corriente contestataria, partidarios del NO al TTIP, que van desde plataformas de Internet críticas de opinión pública, movimientos cívicos y anti-globalización, manifestaciones en las ciudades europeas por el No, partidos izquierdistas, intelectuales y artistas progresistas-ecologistas, fuerzas políticas populistas, hasta políticos de cuño ultra-nacionalista que defienden las regulaciones patrias de comercio frente al salvaje liberalismo que propone la potencia capitalista del otro lado del Atlántico... Además, tras el Brexit, el principal valedor, el Reino Unido, del posible acuerdo de libre comercio de la UE con EEUU, está negociando su salida de la Unión en lugar de presionando para acabar por concretar y firmar el TTIP. Visto así, las apuestas parecen dar al tratado de Washington con Bruselas como perdedor. 

La única salida que los partidarios del Sí al TTIP podrán encontrar, para encauzar unas negociaciones tan controvertidas, será aumentar la presión (hasta cierto punto chantajista) sobre la idea de que el Tratado de Libre Inversión y Comercio entre Estados Unidos y Europa, será crucial para despegar de una vez por todas de la crisis económica que aún lastra el crecimiento de la economía occidental. En las encuestas hechas en la UE el 'Sí' ciudadano al Tratado de Libre Comercio con EEUU es mayoritario, del 55%. Por eso se puede "vender" el acuerdo del TTIP como la mejor respuesta frente al competidor chino. Una China que, lógico, mira siempre para su ombligo y que realizó acuerdos similares al TTIP con su entorno asiático y en los mercados que antes no frecuentaba, africano y latino, para conseguir salir de su “recesión” y volver a sus “necesarios niveles económicos” de crecimiento superiores al 7% anuales. 

Tanto en el NO como en el SÍ al TTIP existe mucho postureo y poco pragmatismo. Existe una vieja retórica de la Guerra Fría, del mundo dividido, antes entre capitalismo y comunismo y ahora entre anti-globalización (anti-imperialistas/capitalistas, pero anti-USA, nunca anti-Putin/Rusia) y los defensores de la globalización (en lo económico, el nuevo liberalismo), que se rescata para este tipo de debate político-económico. Es como la vieja enseñanza de la historia, aprender de memoria o lo blanco o lo negro. Yo he leído un informe de la Comisión europea encargada de las negociaciones del TTIP donde se garantiza mantener las medidas reguladoras sanitarias y medioambientales, donde se pone énfasis en que el acuerdo será un mayor control de los estándares de calidad, más que una cuestión arancelaria, que beneficiará a la producción y exportaciones de las Pymes, más que a las grandes corporaciones internacionales... pero, claro, ese informe está en la línea gris, ni blanco ni negro, de la enseñanza de la historia de las relaciones entre países.


Gustavo Adolfo Ordoño ©



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