El veterano de la Segunda Guerra Mundial, Konstantin Pronin, descubre con amargura en el desfile de la Victoria de 2011 en Moscú que es el único camarada de su batallón que acudirá ese año |
Desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, el mismo año de 1945 que comenzaron los desfiles de la Victoria en Moscú, cientos de veteranos de la contienda se ponían sus uniformes de gala y colgaban sus condecoraciones para acudir como público, o participar, en la parada militar que se celebraba. Konstantin Pronin así lo hizo todos los años. La imagen que encabeza el artículo es de un fotógrafo anónimo que tuvo la oportunidad de captar con todo detalle la soledad del veterano de guerra. Junto a su maleta, recién llegado de su Bielorrusia natal, sentado en los bancos reservados a los camaradas veteranos, Konstantin intenta encajar la realidad del Desfile de la Victoria de ese año 2011. Será el único de su regimiento en acudir.
Es probable que el comentario sobre la fotografía contenga información inexacta, pero se conoce la identidad del veterano y su historial militar. Puede que el instante captado sea únicamente alegórico y la realidad que se sentase sólo a descansar. Consta que Konstantin Pronin era ya por esas fechas el único superviviente de su unidad y, entonces, en la imagen no se estaba resignando a su impuesta soledad. Este matiz que hago me sirve para introducir la reflexión sobre la dificultad de compaginar bien los datos históricos con la memoria individual de los veteranos de guerra. Digo memoria individual porque la colectiva, esa experiencia conjunta traumática de participar en una guerra, es más fácil de encajar con la documentación histórica.
Por la gran cantidad de medallas y condecoraciones que portaba Konstantin, es evidente interpretar que estaba orgulloso y conforme con su participación en el conflicto mundial. Su memoria se «ajusta» sin problemas a la versión de la memoria histórica oficial que convierte a esos veteranos en héroes de la patria. Para la antigua Unión Soviética la Segunda Guerra Mundial fue una cuestión de supervivencia. La victoria sería la única manera de no ser exterminados por el nazismo. Es decir, fue una «guerra patria» que implicó a toda la sociedad de esa época. De hecho, el gran hito de la victoria soviética se ha seguido celebrando incluso después de desintegrarse como Estado. Miles de veteranos de ex repúblicas soviéticas acuden puntuales cada año al Desfile de la Victoria, como era el caso de Konstantin.
Ahora bien, cuando el conflicto no tiene una memoria oficial con una «imagen» colectiva en positivo, beneficiosa para toda la sociedad, la diversidad de memorias (testimonios) de los veteranos de guerra se acentúa. Es lo que ocurre con la Guerra Civil española, donde durante décadas la memoria de los veteranos fue la oficial versionada por el régimen franquista. Los ex combatientes republicanos son borrados de la historia y la dictadura, siguiendo su estrategia de instrumentalizar la victoria en la Guerra Civil, privilegia a los veteranos del «bando nacional» creando instituciones como el Benemérito Cuerpo de Mutilados
de Guerra por la Patria (BCMPG). Una forma de socializar en las estructuras del régimen a estas personas, donde sus memorias individuales (experiencias) son supeditadas a la memoria colectiva forzada por la versión oficial de la dictadura.
Joseph Ambrose, veterano de la I Guerra Mundial en el homenaje de 1982 a los caídos en la Guerra de Vietnam. Fuente imagen |
También se da el caso de construir desde las memorias de los veteranos de guerra una pretendida «memoria colectiva», necesitada como «política de la memoria» en una sociedad. Un ejemplo contemporáneo lo tenemos en Argentina y el tratamiento que hace a sus veteranos de la Guerra de las Malvinas. Al suponer la derrota en esa guerra un «trauma» para todo el país, con independencia del signo político de cada persona, se necesitó conocer el testimonio de los veteranos para intentar construir una «reparación psicológica» nacional. No resultó fácil cuando el colectivo de veteranos se disgregó en memorias muy diversas, distinguiendo a los que fueron combatientes en las acciones bélicas de manera directa y los que no pero estuvieron en el contexto del conflicto.
Cuando se establecieron políticas sociales de ayuda a estos veteranos, el debate en la sociedad argentina se intensificó para diferenciar al 'veterano- combatiente' del 'simple veterano'. Como si los primeros tuvieran más derechos al tener una «memoria-experiencia» de mayor trascendencia que los segundos. Un debate de la consideración del veterano de guerra que también se dio en España. No con la dimensión que en Argentina, donde sigue siendo tema controvertido el grado de participación en el conflicto de las Malvinas, pero se produjo también cuando, por fin, se consiguió un reconocimiento y reparación social a los veteranos de la menospreciada Guerra del Ifni (1957-1959). Uno de los motivos que retrasó tanto este reconocimiento fue la elaboración de una lista con las personas que participaron en las campañas militares; pues no había consenso sobre si se debía prolongar o no hasta la retrocesión del enclave en 1969, ya que la ciudad de Sidi-Ifni sufrió una década de verdadero estado de sitio con soldados de recluta vigilando el perímetro alambrado de 25 km que la rodeaba.
Otros países, siendo Estados Unidos el mejor ejemplo, tienen más precisa la identidad y consideración del veterano de guerra. El motivo suele ser un ideario común positivo sobre las guerras donde participaron esas personas. Lo que se ha denominado «guerras buenas», que se saldaron con victorias y supusieron un beneficio para la sociedad y un sentimiento colectivo de dignidad y orgullo dentro de la historia del país. Es el caso de los muchos memoriales y monumentos que existen en EEUU sobre los veteranos de las dos guerras mundiales. Además de contar con días festivos nacionales, como el Día de los Veteranos celebrado el 11 de noviembre (firma del armisticio de la IGM) y el Memorial Day que recuerda a todos los caídos en combate (hombres y mujeres) de todas las guerras y que se celebra el último lunes de mayo cada año.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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