Deportaciones en masa: el 'Plan Madagascar', la deportación de todos los judíos a la gran isla africana

Deportaciones masivas de judíos en Austria durante la II Guerra Mundial. Fuente imagen 

 En los despachos de la Unión Europa (UE) se debe evitar la idea de 'deportaciones en masa' para resolver el problema de los refugiados que pretenden llegar a Europa. Agolpados en campamentos, ahora la mayoría de ellos en Turquía, los refugiados esperan una reacción europea sin saber el historial de injusticias y de planes siniestros que posee la vieja Europa en materia de movimientos de masas y deportaciones forzosas. Esta no muy conocida historia sobre un plan nazi para la deportación masiva de judíos, es prueba de ello.

 Los nazis habían hecho creer a la opinión pública que todos los males de la gran nación alemana tenían como raíz la innoble usura del judío, que mientras el país sufría la crisis económica y la humillación de un tratado de paz deshonroso tras la Gran Guerra, los judíos se enriquecían y daban la espalda a las dificultades del pueblo. El odio estaba sembrado y la política antisemita nazi, antes de llegar al horror del Holocausto, planeó varias soluciones para marginar, confinar y excluir de su idea de sociedad, del gran Reich, a todos los judíos de Europa.

Crear una Israel, "la tierra prometida de los judíos", pero en África


Fue Heinrich Himmler, el máximo dirigente de la SS, el que presentó en mayo de 1940, recién ocupada Francia por los ejércitos nazis, un documento a Hitler sobre los estudios que sus analistas habían realizado para qué hacer con los pueblos conquistados, con los nuevos súbditos. El trato que recibirían y la categoría de cada pueblo en ese mundo ario y puro que estaban creando. Los polacos, por ejemplo, que ya llevaban conquistados un año eran considerados por Himmler y sus “intelectuales” de la SS como un pueblo subhumano del Este, sólo válidos para ser campesinos y obreros poco cualificados.

Los judíos en ese «memorando etnográfico nazi» eran los peor parados. Es innecesario transcribir las vilezas que sobre el pueblo judío contenía. Himmler, el jerarca de la SS, barajó la posibilidad de la desaparición –exterminio- desde el principio. Como paradoja el hombre que luego daría la orden de la «Solución Final» (Holocausto), Hitler, prefirió en 1940 un proyecto de exilio forzoso, una deportación a una isla grande, tipo Madagascar. Irónico, pero al dictador nazi el exterminio le parecía de «maneras soviéticas». En opinión de Hitler, confinados allí, el mundo se olvidaría de ellos.

 Ese proyecto de «gran deportación de los judíos» venía de tiempo atrás. La planteó en 1885 un orientalista antisemita y filósofo germano, Paul Antón de Legarde (1827-1891). Era la época del colonialismo europeo en África. En las disputas territoriales, Madagascar cayó en manos francesas como protectorado en ese año de 1885 y para calmar tensiones con las otras potencias que también reclamaban la isla, un administrador colonial francés la propuso como gueto para los judíos de Europa.


Situación geográfica de la Isla de Madagascar

Existía a finales del siglo XIX y principios del XX una corriente internacional antisemita obsesionada con expulsar a los judíos de Europa. En paralelo, los círculos de poder judío intentaban regresar a Palestina, la tierra donde consideraban debía estar el estado de Israel. Regresar a Palestina no era tan sencillo, estaba bajo control del imperio británico y allí llevaban también siglos pueblos árabes. Por eso hasta Theodor Herzl (1860-1904), fundador del movimiento sionista y que puso las bases para la creación de una patria judía, consideró la posibilidad de crear Israel en algún otro lugar del África Oriental.

La idea la recuperan los nazis

Así llegamos al otoño de 1940 y la idea «histórica» de crear un “país” judío la recuperan los nazis. Curiosamente, también los polacos que ahora eran víctimas del racismo alemán fueron partidarios de la deportación masiva judía. En el periodo de entreguerras (1920-1939) sostuvieron una política racista al pedir a la comunidad internacional la urgente creación de un Estado judío, deseaban “echar” a toda costa a los más de 3,5 millones de judíos que vivían en el país. Los políticos de ultraderecha franceses y británicos de la época recordaron el plan de iniciativa europea de la deportación a Madagascar y apoyaron a Varsovia, llegándose incluso a planificar un viaje de colonos judíos polacos. 

Himmler, al poco de llegar al poder (1933), le presentó a Hitler un informe de política racial para el futuro Tercer Reich. El canciller tiene en mente toda la reciente «política de salón» que hubo sobre la «cuestión judía» en Europa y no le parece descabellado que la deportación masiva a África sea bien vista por todos los políticos europeos, hasta por los que ahora son sus enemigos. Una pretensión algo descabellada por suponer, a todas luces, una singular política de inmigración. 

El mayor problema que encontraron los nazis en su rápida expansión por Europa era la recolocación de las poblaciones conquistadas. En algunos lugares, como los Sudetes, interesaba repoblar con mayor contingente humano de origen alemán y expulsar a las etnias no germanas; y en otros casos, como en Polonia, se trataba de «limpiar» los territorios de pueblos inferiores. La solución que les pareció “más cómoda y fácil” fue crear grandes campos de concentración, donde poder vigilar y controlar a esa ingente masa de deportados. 

El plan de Madagascar acabó en un cajón por las dificultades logísticas para llevarlo a cabo. Ni confiscando todos los barcos mercantes de todos los países conquistados se hubiera podido embarcar a una población judía europea que superaba por esas fechas los nueve millones de habitantes. Además, la armada del Imperio Británico seguía siendo la dominadora de todas las rutas marítimas de acceso a Madagascar. 

Hacer «historia ficción», imaginar qué hubiese ocurrido si en lugar de Holocausto se hubiera hecho la gran deportación a Madagascar resulta inútil. Es probable, viendo como sufrieron los judíos y acabaron confinados en los guetos de las ciudades conquistadas, que un «gran gueto natural» en Madagascar también habría tenido el mismo destino final de los millones muertos en Europa.



Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista 

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