Tribunal Supremo o Corte de Apelaciones de Nueva York |
Si algún país presume de
demócrata ese es Estados Unidos. Es
tanto el pavoneo que nada mejor que la envidia mala o el descrédito sin
argumentos sólidos para aminorar esas muestras de orgullo estadounidense.
Muchos analistas, opinantes y ciudadanos de a pie del resto del mundo se afanan
en buscar las debilidades y defectos del sistema democrático estadounidense. Hay que bajarles los humos, no pueden dar
lecciones de nada. Es la idea que mueve a estos críticos y descreídos de la
democracia made in USA.
Generaciones de norteamericanos han crecido con el imaginario de
ser los “salvadores del mundo libre”, cuando vencieron a los nazis en 1945 y
vieron desmoronarse el bloque soviético nada más caer el ‘Muro de Berlín’. Sin embargo, su posición de dominio geopolítico y
su intervencionismo militarista, han creado en generaciones del resto del
mundo la sensación de que EEUU es un imperio donde se abusa del poder y
casi nunca demuestra en sus actos exteriores los valores democráticos y las
libertades de las que presume a nivel interno. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha venido
acompañada de una regresión en la transparencia democrática como hacía tiempo
no se vivía en la gran potencia. Trump
iba a gobernar dando marcha atrás a bastantes progresos democráticos
conseguidos.
Por fortuna, a diferencia de
muchos países beligerantes contra el sistema estadounidense, en Estados Unidos la esencia del viejo “Contrato Social” sigue intacta y no se
ve mangoneada por presidentes personalistas que cambian las estructuras del
estado y las constituciones a su antojo, según intereses políticos
particulares, ya sea en contra de parlamentos o de otros poderes (judicial,
medios de comunicación). La separación de poderes es de las mejores del mundo,
sino la mejor. Los jueces estadounidenses
pueden interpretar un decreto presidencial como contrario o perjudicial al
bien común expresado en la Constitución y bloquearlo. Como ha realizado el juez
federal de Hawai, Derrik K. Watson,
con el segundo decreto migratorio del gabinete
Trump; una revisión del primero que ya se bloqueó el pasado enero.
A este juez de Honolulu, pronto
se le ha unido otro juez de Maryland.
Algo que demuestra la intención de “vigilancia” que debe tener todo buen poder
judicial en una democracia. Trump
quiso evitar los pleitos entre ejecutivo y jueces que supondría el largo
recurso contra el bloqueo del primer decreto con la promulgación del mismo pero
suavizado, más “permisivo”. Aún así, el juez
Watson entiende que se sigue vulnerando la base del espíritu de la Primera
Enmienda y que se mantiene su inconstitucionalidad.
El presidente Trump ya ha prometido “pelea”. Asegura no rendirse
hasta que su decreto migratorio restrictivo y con tan escaso “valor
democrático” sea aplicado, como la nueva ley migratoria de EEUU que solucionará
problemas de seguridad y que se basa en prohibir la entrada a personas de
varios países solo por ser de confesión musulmana. Que insista, a su pesar
habrá otro juez federal vigilante para bloquear sus inconstitucionales decretos.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
1 Comentarios
Tienen un buen sistema de separación de poderes; una prensa en gran medida fuerte, independiente, profesional, una sociedad civil organizada, capaz de movilizarse rápidamente si fuera necesario, con activistas comprometidos. Pero Trump está ahí porque no es el voto popular el que decide quién es el presidente y eso es una carencia grave en un sistema democrático. Está ahí porque hay sectores que lo auparon, los cuales tienen la posibilidad de hacerlo, en detrimento de otros sectores de población, que ni tienen dinero suficiente para las carísimas campañanas electorales de EEUU ni consiguen que sus candidatos lleguen al final del proceso.
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