Varón caucásico y otras clasificaciones históricas raciales que se siguen usando a pesar de su imprecisión

Las «cinco razas de Blumenbach», en su clasificación básica por el tipo de piel como pionero de la antropología científica

 

No será una vez, ni dos, que han escuchado el término «varón caucásico» para referirse a un hombre blanco. Igual para las mujeres, «mujer caucásica». Sobre todo en las series policíacas de televisión. Es un término aceptado para definir a las personas de piel blanca y pelo castaño o marrón oscuro. Fue un concepto acuñado por uno de los padres de la antropología física entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Johann Friedrich Blumenbach (1752-1840), pionero alemán de la antropología como ciencia, fue su autor. En Pax Agusta os contamos la paradoja de seguir usando este término y otros desfasados para resultar «políticamente correctos» al hablar de las supuestas diferencias raciales


  Que se empleara y se siga usando el término caucásico para las descripciones físicas humanas tiene una curiosa historia detrás. A Blumenbach se le ocurrió denominar así a todas las personas blancas porque consideraba a los hombres y mujeres del sur del Cáucaso los individuos más bellos de la raza humana. Concretamente localizaba ese «paraíso de belleza racial» en Georgia. Estableció la teoría, que ahora sabemos errónea, que el origen de la humanidad estuvo en esa zona del mundo. Su primigenia clasificación se basaba en el color de piel y en las características craneales. Consideró a los individuos georgianos (caucásicos) los mejores «ejemplares de la raza blanca» y el origen de las otras razas, pues para él resultaba más fácil que una piel pálida se oscureciera que pensar en el efecto inverso. Efecto que los estudios paleo-genéticos actuales han demostrado ocurrió con la piel oscura de nuestro origen africano. 

Ha sido una imposición social que domina el lenguaje en las últimas décadas, la búsqueda de lo «políticamente correcto», que ha permitido el uso de este desfasado término en lugar de utilizar la palabra, en este caso el adjetivo calificativo, de hombre blanco o mujer blanca. Y, en realidad, ha sido por el prejuicio social acerca del racismo contra, principalmente, las personas negras. Una cuestión y un debate en Estados Unidos coyuntural y que ha obligado a crear, como en el fondo hizo en el siglo XIX Blumenbach, un nuevo término para referirse a estas personas: afroamericanas. Algo que nos tranquiliza nuestra conciencia ética-social pero que vuelve a crear, desde la ciencia, otra contradicción conceptual. En América no hubo las primeras migraciones de nuestra especie desde Áfricapor lo que hasta su llegada a la fuerza como esclavos en ese continente, las personas negras no formaban parte de los seres humanos habitantes. Afroamericano es un concepto cultural, que como caucásico es impreciso para referirse a las diferencias antropológicas. 

 "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio"

(Albert Einstein) 

Es decir, en EEUU sobre todo, para evitar los reparos sociales de denominar y clasificar a las personas como negras o blancas, o peor, personas de color (¿?), se comenzó a utilizar otras palabras que no tuviesen tanta connotación diferencial. Como hemos dicho, se creó «afroamericano» para la población negra y se recuperó el viejo término de Blumenbach de «caucásico» para las poblaciones blancas. Recordemos que el científico decimonónico consideraba caucásicos además de a los europeos (excepto a los lapones), a todos los pueblos del Norte de África y a la mayoría de los del Asia occidental (Oriente Medio y euroasiáticos). Aunque se recuperaba un término usado durante siglos para agrupar a «los blancos» en una raza, no resultaba tan incómodo a los correctores sociales porque incluía desde un georgiano, a un turco, también a un árabe y por supuesto a un escocés.  

Situación geográfica de las montañas del Cáucaso. Fuente imagen: Wikipedia

 

  Ni que decir tiene que estas clasificaciones tipológicas y morfológicas de las personas hoy día no tienen base científica. Sin embargo, volvemos a recordar que en los tiempos de Blumenbach fueron la manera de introducir los métodos científicos en la nueva disciplina de la antropología. Su clasificación básica en cinco razas es desde luego -y sobre todo- un estudio morfológico de las poblaciones. Recordemos sus curiosos términos: caucásica o blanca, etiópica o negra, mongólica o amarilla, malaya o aceitunada, y americana o cobriza. Y es, por tanto, también curioso reconocer que nos parece muy desfasado el término «mongólica» para referirse a la población oriental y no lo sea el de «caucásica» para la población de ascendencia europea. 

Tampoco debemos caer en los tópicos y en los prejuicios que este tema tan complejo siempre ha suscitado. Parece que el cambio de mentalidad cultural sobre la «cuestión de las razas» ha sido un factor muy actual, de este siglo XXI. Pero ya el mismo Johann Friedrich Blumenbach, advirtió en sus trabajos que era una clasificación morfológica o de tipos aunque de la «única raza humana». Es decir, este primer antropólogo científico de finales del XVIII intuía que solamente existe una especie humana y que todos somos pertenecientes a ella sin variaciones sustanciales. Ya en el siglo XX el tema de la discriminación por «razas» preocupaba de tal manera que en la UNESCO se pidió un informe que desmontase los supuestos criterios científicos que dividían a la humanidad en diversas y diferentes razas. De ese informe salió un documento con una declaración contra el racismo aprobada en Moscú el 18 de agosto de 1964.

Muchos de los aspectos biológicos, científicos, apuntados en ese documento sobre la «cuestión racial» y su imprecisión como concepto han sido probados y confirmados por los científicos de estas primeras décadas del siglo actual


Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista 

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