Escultura de Miguel Hernández en el Paseo de los Poetas (Buenos Aires, Argentina) |
Lanzar versos al enemigo en lugar
de morteros puede sonar chistoso. Algo así como las parodias de la guerra que
hacía otro Miguel; Miguel Gila. Se
da la circunstancia que Miguel Hernández
y Miguel Gila coincidieron en un campo de prisioneros en 1939. El humorista al
hacer ese humor absurdo décadas después sobre la guerra, sabía de que hablaba;
había sufrido en persona un intento de fusilamiento que resultó un fiasco para
sus captores y un milagro para él. Los ejecutores estaban borrachos, no
acertaron y él se hizo el muerto. Vivió para contarlo y hacerse, cosas de la
vida, uno de los humoristas más queridos por el público durante la dictadura y
la transición democrática.
Miguel Hernández no tuvo la misma suerte. Aunque también se libra
del fusilamiento, pues el general Franco, ganador de la Guerra Civil, no quería
“otro Lorca” y le conmuta la pena de muerte, moriría maltratado (sin cuidados
médicos) en una cárcel franquista. De tuberculosis el 28 de marzo 1942. De trinchera en trinchera, primero con el 5º
Regimiento, en diversos frentes (desde Teruel a Andalucía), y después en la 6ª
División en la defensa de Madrid, Miguel
Hernández se mostraba como un luchador, activista y agitador. Evitó ser
tratado como un intelectual de retaguardia, implicado sólo en mítines y en
publicaciones políticas propagandísticas.
Su trabajo era apoyar la moral de
sus compañeros, elevar los valores de lucha de sus camaradas (se afilió al Partido Comunista de España en agosto
de 1936) a “pie de batalla”. Su nombramiento como Comisario Político Militar en
el frente durante 1937, le permite viajar invitado a Moscú en el verano de
1938. Allí se desencanta bastante por el ambiente “oscuro” que ya proyectaba el
estalinismo. De todas formas, al regresar a España, su compromiso de lucha por
la República y la democracia no decaen, ni su implicación política con el
comunismo. Es cuando circulan por toda España, incluso en el bando controlado
por los golpistas, y en las trincheras republicanas sus obras carismáticas: Viento
del pueblo y Poesía en la
guerra.
El 21 de marzo fue el Día Internacional de la Poesía, auspiciado por la ONU como “arma” de diálogo. La palabra en
verso es la mejor embajadora del entendimiento entre diferentes ideologías –culturas-,
porque es una capacidad creativa humana de expresar ideas libres, íntimas e
identitarias. Miguel Hernández, en
la mal llamada poesía bélica o social de sus últimos años (de guerra, como
combatiente y prisionero), no hacía más que crónica de la lucha de una
comunidad (bando republicano) contra una fuerza injusta, agresiva, que
intentaba aniquilar todo a su paso sin ofrecer diálogo, sin intercambiar versos, sino todo
lo contrario: balas y proyectiles de mortero.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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