Dos heridos en el atentado son atendidos por la policía de Londres. Fuente imagen: Carl Court/Getty |
Seguir la actualidad informativa
de un atentado terrorista en Europa
resulta un tanto esquemática en estos últimos años. La irrupción de las redes
sociales como apoyo informativo para la inmediatez de la noticia es positiva,
aunque también perjudicial para analizar los hechos de manera objetiva. Al fin
y al cabo, una red social es una
fuente de opinión y de gustos personales. Podemos pensar en seguir únicamente
la información que ofrecen las cuentas oficiales de los medios, como recurso
contra la intoxicación mediática. Vale, es buena idea. Pero esos medios,
igualmente, dependen de la habilidad de sus reporteros y de la fiabilidad de
las fuentes que vayan consiguiendo.
En definitiva, todo parecía
indicar en Londres a un acto
terrorista del yihadismo porque seguía
unas pautas (esquema) ya sufrido en fechas recientes en Niza y Berlín. El uso de un vehículo
como arma mortífera. Una herramienta terrorista muy complicada de controlar
y de desarmar. Así y todo, lo importante ahora es conmocionarse por unas horas
ante la nueva barbarie y sentir afecto y solidaridad con el pueblo londinense.
Después, y no menos importante, estaría el análisis de las consecuencias a
medio plazo de este atentado. El que haya sido en Londres abre muchos debates,
con el tema del Brexit candente, sobre la mesa, y con la decisión de secundar a
Estados Unidos en políticas
restrictivas al movimiento de viajeros; como la prohibición en los vuelos del
uso de tablets y portátiles.
Los primeros pensamientos son del
estilo: “esto es echar más leña al fuego”. Dar a los partidarios de las medidas
restrictivas justificaciones de peso para ellas. No son teorías desencaminadas,
aunque será siempre un debate paradójico considerando que, eso parece, el terrorista era de nacionalidad británica.
¿Entonces? Para qué las restricciones en vuelos internacionales y en asuntos
migratorios. El matiz de la nacionalidad
comienza a ser una de las paradojas del nuevo terrorismo internacional que nos
asola. Habrá que estudiar derecho constitucional e internacional para hablar
del asunto con rigor.
Formas de adquirir una nacionalidad
La nacionalidad se adquiere de diferentes maneras, según el Estado
donde nazcas o residas tendrás sobre ese derecho una consideración jurídica u
otra. El hecho de que Alemania haya
expulsado a dos alemanes (sí, como lo leen) por su vinculación al terrorismo yihadista es muy
significativo. Lo es porque los ha expulsado al país de origen de sus padres,
ellos eran nacidos en Alemania. En el país de la canciller Merkel se usa como principal criterio el ius sanguinis
(“derecho de sangre”). Es decir,
esos expulsados tenían doble nacionalidad (aunque no quisieran esa fórmula)
porque adquirieron –“por derecho obligado”- las del origen de sus padres. Este
hecho hace ver que prevalecerán los interesados criterios de discriminar a las personas por su origen,
para así poder aplicar con más facilidad medidas de expulsión.
Pues si hiciesen lo mismo en Londres, la ciudad puede quedarse
despoblada. Existen barrios enteros, de cientos de miles de personas, con ciudadanos británicos de orígenes
diversos. Hindúes, pakistaníes, afganos, malasios, indonesios, chinos, árabes,
latinos... El caso alemán no es anómalo,
podría darse en otros lugares; el ius
sanguinis es el
principal derecho aplicado en la mayoría de países, sobre todo en Europa. Se
suele combinar con los ius solis
e ius domicili, que son los
“derechos de nacimiento-suelo” y “derechos de residencia”, respectivamente. Es
el caso de España, por ejemplo. Pero en el caso británico la cosa tiene miga.
En el Reino Unido existía (y sigue vigente en algún caso) la figura del
súbdito británico. Su historia
como gran imperio hacía a los nacidos en esos dominios súbditos de su Majestad.
Una figura similar a la ciudadanía pero más “histórica”. A partir de 1945, el
término súbdito del Reino Unido se transformaría en ciudadano británico. Esos
súbditos podían adquirir la nacionalidad/ciudadanía británica residiendo una
media entre 3 y 5 años dentro del Estado británico. Es decir, cualquier antiguo
súbdito del imperio podía conseguir, con facilidad, la nacionalidad británica.
Así que la emigración naturalizada es algo muy
común y normalizado en Gran Bretaña. Que el terrorista sea británico de
orígenes foráneos no es nada raro. Su derecho a esa nacionalidad europea no
será el problema. La cuestión es encontrar respuestas internas, no buscar
culpables externos o criminalizar fenómenos tan legítimos como la emigración.
¿Por qué nacionales europeos se convierten en yihadistas?
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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