![]() |
Diferentes tipos de templos griegos según la "sociedad de columnas" |
Ya es célebre el comentario de Fukuyama, tras la caída del ‘Muro de Berlín’ y el fin de la Guerra Fría con el supuesto triunfo demócrata liberal (capitalismo y sus democracias) en todo el mundo, que decía “es el fin de la Historia”. El paso del tiempo ha demostrado que es imposible poner fin a una historia -aunque fuera sólo en el plano político- cuyo auténtico final acarrearía la extinción del ser humano (a pesar de que poniéndonos tremendos, vamos camino de ello). Menos célebre, sin embargo, es la frase que viene a decir algo similar: “la Filosofía ha muerto”
Para muchos eruditos y estudiosos, la filosofía ha sido sustituida por la
antropología. Más que nada porque el filósofo es una especie en extinción y los
nuevos analistas del «ser y estar» (conocimiento) humano son legión entre las
ciencias sociales. De todas formas, según mi humilde parecer, mientras nos sigamos
haciendo aquélla pregunta que se hizo Sócrates en la Antigüedad: ¿cómo debemos vivir?; habrá filosofía-pensamiento para rato, a pesar del actual desánimo académico en el mundo de la filosofía erudita.
El único matiz (pero importante), es que ahora más que nunca la pregunta se
completa con: ¿cómo debemos vivir juntos?
Ahora es cuestión de los «filósofos supervivientes del mundo» el abandonar la solitaria columna jónica
bajo sus pies y entrar en un templo períptero de ocho columnas, octástilo, que
representa al ser humano junto a otros, en sociedad. Será tarea ardua para ellos, porque el pensamiento es la fórmula del individualismo al cuadrado. Pero quién mejor que un verdadero filósofo para decirnos cómo deberíamos vivir tras esta crisis mundial (pandemia). Lo de que somos humanos
porque tenemos sociabilidad, o viceversa, somos seres sociales porque somos
humanidad, no es ninguna tontería. Sin embargo, tocando los matices a esa lógica no somos los únicos animales
sociales. ¿Por qué no considerar humanos a una sociedad de chimpancés? Por la
sencilla razón de que los humanos somos los únicos animales sociales, como
decía Maurice Godelier*, que “no sólo viven en sociedad, sino que
crean la sociedad para vivir”.
Existimos como seres humanos y no nos hemos extinguido aún gracias a que
creamos sofisticadas sociedades. Aunque (ya viene la paradoja necesaria en
cualquier reflexión) esa misma sofisticación y complejidad en la creación de sociedades
supone una marcada variabilidad, dándose multitud de culturas, de diversidad de
formas de organizar esas sociedades, tan distintas que llevan a enfrentarse a
unas con otras. Ese enfrentamiento o afrontamiento conlleva dominaciones de
unas sobre otras, a disoluciones de culturas en otras, a mestizajes que originan nuevas sociedades acabando con la originaria... entonces, ¿lo mismo que nos une
como humanos nos puede hacer desaparecer?
Volviendo a Sócrates, su moral establecía como «premisas fuertes» el conocerse
a uno mismo y el que nadie actúa contra lo que cree moralmente correcto. Según esta última idea, la actuación inmoral es fruto de la ignorancia (¿los negacionistas de las vacunas, por ejemplo?). Aplicándolo a
la antropología social, a los "gurús" de hoy que decíamos han reemplazado al filósofo, el ser humano debe hacer por conocer su naturaleza
misma, esa condición común a todos los humanos y que nos hace especie; la
unidad que subyace a la diversidad cultural. Como proponía hace años, en 1992, Michael Carrithers, justo cuando también Francis Fukuyama publicaba, El fin de la historia y el último hombre (1992);
el progreso de la humanidad (las continuas innovaciones sociales) no lo marcarían
tanto los avances tecnológicos como las formas en las que las personas se
relacionan entre sí.
“La vida que no se somete a examen no merece la pena vivirse” (Sócrates). Y si nos permiten, nuestra adaptación de este aforismo sería: “La sociedad que no se somete a examen no merece la pena constituirse” (Pax augusta)
* Cita extraída del libro empleado para documentar
este artículo: Carrithers, Michael (1992): ¿Por
qué los humanos tenemos Culturas; Madrid. Edición de 2010 en Colección Ciencias
Sociales. Antropología. Alianza Editorial. 316 pp.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
0 Comentarios