Imagen tomada de la web de la FIFA |
El titular les recordará al estribillo de la famosa melodía de un anuncio publicitario. En forma de copla, la primera cadena de televisión de pago (Canal Plus) en España nos animaba en los años finales de la década 1990 a contratar su codificador con la emisión de todos los partidos de la liga española. Aquel estribillo era muy pegadizo:
Me gusta el fútbol... Los Domingos por la tarde es la mayor de mis aficiones... Me gusta el fútbol... Con los gritos y los goles se desatan las pasiones... Me gusta el fútbol...
Uso el trato de usted al posible lector no sólo por preferir esa cortesía, también porque el recuerdo de este estribillo alcanzará a las personas de cierta edad, a los mayores de cuarenta y cinco años. Y recordarán también que ese anuncio publicitario trajo un debate social sobre el deporte rey, el fútbol. Muchas personas pensaron intolerable tener que pagar por ver unos partidos que hasta entonces se habían dado en abierto, en la televisión pública. El argumento demoledor que daban era que el «Fútbol» (con mayúsculas) era de interés general, que era un «evento público» por interesar a la gran mayoría de la población.
Ya se generaban suficientes ingresos publicitarios alrededor de ese deporte, incluidos los generados con los spot en las mismas retrasmisiones televisivas de los partidos. Una consideración que parecía suficiente a los que se negaban a tener que pagar para tener el derecho de recibir en su casa la emisión del partido de fútbol de su equipo preferido. Sin embargo, la mayoría de los aficionados acabó transigiendo y este deporte serviría a las principales cadenas de pago para consolidarse en el mercado televisivo. Aunque tenía algo de «chantaje» emocional, el fútbol fue una mina inagotable de nuevas suscripciones a las cadenas.
Esta anécdota es un ejemplo más de los muchos debates sociales, incluso éticos, que se han generado en relación con el fútbol como fenómeno de masas. Desde lo inmoral de algunos sueldos de futbolistas en países con problemas económicos, hasta la utilización de este deporte como enajenación y consuelo de problemas sociales graves. El «Pan y Circo» del Imperio de Roma en versión contemporánea. El «Fútbol» en nuestros tiempos se ha convertido en una especie de religión universal, por no decir gran secta, que influye en muchos de los comportamientos sociales actuales a nivel de cultura popular o de cuestiones tan curiosas como la movilización de masas.
Por eso ha sido inevitable la polémica y el debate social cuando el Mundial de Fútbol, la mayor competición universal junto a las Olimpiadas, se celebra este año 2022 en un país como Qatar donde no se respetan muchos de los derechos humanos recogidos en una declaración –precisamente- mundial (ONU). Resulta un poco inútil lamentarse ahora, el error principal causante de esta controversia fue en el mismo momento que se eligió esta sede. Los responsables olvidaron el verdadero poder de este «espectáculo global». Que es el de motivar, apasionar, trastornar y alegrar a millones de personas gracias al libre «interés general» por el mejor fútbol. Ha prevalecido, como siempre, el poder del dinero.
Como ocurrió con las suscripciones a las cadenas de pago con la exclusiva del fútbol, la mayoría de los aficionados claudicará de sus convicciones. De manera hipócrita asumirá todas las restricciones de las autoridades de Qatar. Única vía para poder disfrutar de una cita tan esperada, evento –el Mundial- que se ha convertido en más «derecho humano» que los propios derechos humanos menospreciados en la sede de este año.
0 Comentarios