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El ingenio y la
creatividad de la especie humana no tiene límites. Entre las muchas
cosas que sabemos hacer -los humanos- está el matarnos unos a otros.
Unas veces en defensa propia, lo que nos convierte en combatientes
por nuestra vida y la de los que nos rodean. Combatir por algo y por
alguien, con la disposición si fuese necesario de matar a otras
personas, puede ser considerado ético y hasta necesario. Una oferta
y demanda legal de asesinos. ¿Qué no haríamos para proteger a un
hijo?
Es la premisa moral que más nos removería mente y espíritu en la actualidad a los occidentales. En el mundo hiper civilizado de Occidente ya nadie mataría por una idea, en teoría y en la práctica, pues los grupos terroristas que mataban por una idea de identidad segregadora (el IRA, ETA...) han cesado su actividad...por tanto, ¿cómo combatir en el siglo XXI?
Es la premisa moral que más nos removería mente y espíritu en la actualidad a los occidentales. En el mundo hiper civilizado de Occidente ya nadie mataría por una idea, en teoría y en la práctica, pues los grupos terroristas que mataban por una idea de identidad segregadora (el IRA, ETA...) han cesado su actividad...por tanto, ¿cómo combatir en el siglo XXI?
Existen combatientes que
siguen usando las mismas técnicas que emplearían los primeros
sapiens para exterminar neardentales
(en el hipotético caso de haber ocurrido esa guerra). Pedrada a la
cabeza o degüello pillando a la víctima desprevenida o indefensa.
Los cafres del Estado Islámico (ISIS, en inglés) hacen su guerra con
maneras tan eclécticas que del misil tierra-aire pasan a la decapitación en plaza pública sin
despeinarse. Las personas civilizadas para defendernos de estos
nuevos bárbaros solemos tender a la sofisticación, nos cuesta
agacharnos y escoger del suelo la piedra más afilada que sirviese
para frenar el ataque de esos asesinos. Es natural que busquemos
técnicas de defensa más elaboradas. Recursos que van desde la
contratación de especialistas: los mercenarios; hasta el uso de
tecnología punta: los bombardeos “selectivos”.
En
la actualidad, tras el penoso devenir histórico que han supuesto las
invasiones terrestres, volvemos a usar un recurso facilitado por la
innegable superioridad técnica occidental como es el bombardeo del
enemigo desde sofisticados aviones y aparatos voladores, sin riesgo
para nuestros combatientes. Es una pedrada contundente pero
desprovista de la teatralidad bélica que supone disparar un
Kalashnikov
montado en un
todoterreno. Los puristas éticos dirán que es más inmoral lanzar
bombas indiscriminadas que defender tus ideales y tu casa empuñando
una ametralladora.
La
guerra y la defensa son actividades que requieren de nuestras dotes
empresariales y emprendedoras. En Iraq cuando se consumó la
ocupación, el ejército estadounidense no pareció ser suficiente
para garantizar la defensa y se recurrió al viejo sistema del
mercenario para proteger los intereses creados por los
administradores y las empresas estadounidenses.
En todas las guerras el mercenario se ha caracterizado por carecer de moral, ideales o intereses más allá de su lucro personal. En las recientes guerras no iba a ser distinto y de ello se hizo eco nuestro colaborador, Luis Pérez Armiño, que nos describe la sofisticación de esa “vieja pedrada” en el siglo XXI:
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En todas las guerras el mercenario se ha caracterizado por carecer de moral, ideales o intereses más allá de su lucro personal. En las recientes guerras no iba a ser distinto y de ello se hizo eco nuestro colaborador, Luis Pérez Armiño, que nos describe la sofisticación de esa “vieja pedrada” en el siglo XXI:
Blackwater. La privatización de la guerra
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Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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