Se calcula que solo en torno a cuatro mil turistas visitan Corea del Norte
anualmente. Una vez allí, en el calificado como “el país más hermético del
mundo”, las condiciones de vigilancia se extreman. El turista extranjero deberá
entregar en la aduana su móvil, el ordenador y, en general, cualquier
dispositivo electrónico o publicación que pueda suponer la introducción de
noticias desde el exterior.
Una vez que logra entrar en Corea del Norte, el visitante puede ser
objeto de vigilancia y, en todo caso, siempre estará acompañado por un guardia
de seguridad y un “guía” oficial que le acompañará constantemente en una ruta
previamente autorizada o, al menos, permitida. Incluso, el chofer que conduce a
los turistas es designado por las autoridades. El acceso a Internet está
terminantemente prohibido. Por último, para finalizar el viaje, nuestro turista
debe saber que, al menos oficialmente, las propinas están prohibidas. Viajar a Corea del Norte debe suponer la experiencia más parecida a cruzar aquel famoso
“puente de no retorno”.
En la actualidad, el “puente de no retorno” es uno de los testigos mudos
que nos indica que la
Guerra Fría
sigue latiendo en uno de los focos geopolíticos más tensos del panorama
internacional. El final de la
Segunda Guerra Mundial en 1945 supuso la división de la península coreana en un norte sometido
a un Gobierno títere de Moscú de signo comunista y una Corea del Sur, con
capital en Seúl, bajo el patrocinio “democrático” de los Estados Unidos y las
premisas del liberalismo capitalista.
En el año 1950, la compleja política exterior de Pyongyang se resolvió en
el intentó de anexión del sur para lograr la todavía hoy ansiada reunificación
peninsular bajo la órbita del paraíso socialista. Después de una guerra que se
prolongó durante tres años que implicó a toda la comunidad internacional y de la que todavía hoy
no se ha firmado la paz, se ratificó la división del país en el paralelo 38
donde se instaló una zona desmilitarizada. El llamado “puente de no retorno”
materializaba la división del país y en él se producían los intercambios de
prisioneros a los que se daba la oportunidad de permanecer en el país que les
había hecho presos o volver a sus hogares. Eso sí, la decisión era inamovible.
En la actualidad, el puente es sólo reclamo para turistas y militares de los
Estados Unidos destinados en Corea del Sur, "curiosos" por ver las caras del
enemigo.
Guardias en el "Puente de No Retorno" |
El asunto de la reunificación coreana parece encontrarse lejos. En parte, debido a la política errática que muestran los principales interesados. En Corea del Sur se han sucedido iniciativas destinadas a acercar posiciones, como
Las peculiaridades y ambigüedades del régimen “comunista” de Pyongyang hacen imprevisible
cualquier asunto referido a este régimen. El hermetismo es total y, como bien
han apuntado muchos analistas, incluso la muerte del líder Kim Jong Il tardó
dos días en ser conocida en los medios occidentales. Todo el ideario norcoreano
descansa en una confusa ideología conocida como Juche. Esta pretende ser la superación del tradicional marxismo –
leninismo mediante la perfección máxima del socialismo científico y la asunción
del protagonismo del hombre y del pueblo como auténticos protagonistas de su
historia.
En este sentido, se considera que la revolución coreana triunfará en
base a una autosuficiencia nacional radical. Los principios de desarrollo
socialista se basaban en la industrialización, en la seguridad nacional y en la
revolución cultural, aspectos planificados al detalle por las autoridades. El
resultado no ha podido ser más desastroso: un complejo industrial que prima la
producción pesada frente a la de bienes y una agricultura mal planificada responsable
de periódicas crisis alimentarias; uno de los mayores ejércitos del mundo al
que se asigna un presupuesto desorbitado teniendo en cuenta los niveles de
pobreza del país; y una población sometida a un celoso control doctrinal que
elimina cualquier forma divergente de pensamiento o actuación.
Amnistía Internacional ha llegado a afirmar del régimen que “la población norcoreana continuaba sufriendo
violaciones de casi todo el espectro de los derechos humanos” (Informe Anual 2012), mientras las
autoridades afirman sin ambages el absoluto respeto de los derechos y libertades de los ciudadanos.
La única palabra que puede definir la actual situación de Corea del Norte es la de
incertidumbre. La muerte del líder Kim Jong Il el 17 de diciembre de 2011 y la
sucesión en manos de un desconocido Kim Jong Un no hacen más que avivar la desconfianza
hacia uno de los regímenes más obsoletos y despóticos del panorama
internacional. La grave crisis recurrente que vive el país, con unos índices de
desnutrición alarmantes y que pueden dibujar cuál es la situación real del
país, no puede hacernos olvidar que las autoridades de Pyongyang disponen de
armamento nuclear. La inestabilidad del régimen norcoreano hace más alarmante,
aún si cabe, este dato. En la península coreana, la Guerra
Fría nunca ha
acabado y nadie es capaz de poner una fecha final certera.
Luis Pérez Armiño ©
Fuente de las imágenes:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Propaganda_North_Korea.jpg
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Border_guards_(6647232701).jpg
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