Uno
de los fenómenos violentos más perjudiciales para una sociedad con gran desigualdad económica proviene del gregarismo juvenil organizado. Un "gregarismo" para auto marginarse de
cualquier estructura social y fundamentado en un orden jerárquico
con un líder o líderes al que seguir sin cuestionar su liderazgo y
donde cada individuo cumple un papel destinado a defender, con la
vida misma si fuese necesario, la honra y superioridad de ese grupo
sobre otros similares. En cristiano: las pandas juveniles- las Maras-. En
Centroamérica se las conoce como 'maras' y son, sin duda, el
problema más grave y complejo para que estas sociedades se
desarrollen a niveles dignos y dejen de formar parte de los “eternos”
países en vías de desarrollo.
Pero...¿qué
fue antes, el huevo o la gallina? Analizar el origen de las 'maras'
nos lleva a otro fenómeno: la inmigración masiva de
centroamericanos pobres a la rica frontera del Norte, a los EEUU. Es
en ciudades como Los Ángeles que las bandas urbanas de jóvenes
desarraigados y sin empleo encuentran su hábitat. Pertenecer a una
“pandilla” es tener una “familia”, un grupo al que pertenecer
y donde encontrar respeto y consideración, base de la autoestima.
Las 'maras' más agresivas y criminales se han nutrido en las últimas
décadas de los jóvenes latinos deportados, también en masa, de
Estados Unidos. Una inmigración irregular que se convierte en una
juventud sin futuro y expectativas ni en sus países de origen ni en
el “paraíso” del bienestar al que emigraron. Terreno abonado
para la delincuencia y las mafias organizadas. Los principales
'cartel' del narcotráfico pescan “mercenarios” en estas
pandillas juveniles.
Un
español ha sido noticia en estos días en relación a este complejo
problema de las 'maras'. Se trata de Antonio Rodríguez López,
conocido en los barrios populares de San Salvador como el Padre Toño,
un sacerdote pasionista. Su labor pastoral era a pie de calle, con
los jóvenes, a los que seguía hasta la cárcel si era necesario.
Han sido esas visitas a pandilleros encarcelados lo que le ha creado
problemas con la justicia salvadoreña, que le acusó de suministrar
artículos prohibidos en la cárcel (móviles, videojuegos...) a uno
de los líderes y su entorno de la banda Barrio-18, la 'mara'
rival de la más poderosa de Centroamérica, la Salvatrucha.
Un juez dictaminó prisión de 30 meses para el Padre Toño, que
llegó a cumplir algo más de un mes hasta que su condena pasó a ser
de libertad condicional y pudo viajar a España este pasado lunes,
donde terminará de cumplirla con “trabajo social”; algo irónico,
pues por hacer ese tipo de labor social le condenaron a cárcel en El
Salvador.
El
Padre Toño ha podido experimentar otra de las lacras de
Centroamérica: el sistema carcelario. Por sus declaraciones deja
constancia que esas prisiones no son recintos de reinserción social,
ni siquiera calabozos que priven de libertad a los delincuentes. Las cárceles de estos países “en vías de desarrollo” (es la
terminología aún en uso) son dantescas. Infiernos que ni el poeta
(Dante) en sus peores pesadillas podría describir y una
representación grotesca de toda la inhumanidad posible. Un miembro
de una 'mara' en una prisión centroamericana es un ser humano
perdido para siempre. El mismo sacerdote, un hombre con 15 años de
experiencia en la reinserción social de pandillas juveniles en
Centroamérica, confesó que llegó a “perderse”, a sentirse
confuso y muerto en vida dentro de la prisión. Sus palabras al ser
excarcelado podrían resultar obvias, aunque no por ello menos
determinantes para explicar esa realidad sufrida en la región:
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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