Fuente: Enfermeros de Liberia, África, trasladan a enterrar a una víctima del ébola. AFP/END |
Una reciente resolución mundial aprobada en la ONU insta a la comunidad
internacional a combatir el terrorismo yihadista.
Considerado la lacra reciente por excelencia de la humanidad, el terrorismo
recibirá atención y se tomarán medidas, que como son contra algo muy complejo
resultarán en la mayoría de los casos muy erróneas o controvertidas. Pero no se
escatimarán esfuerzos y dará igual qué motivos y consecuencias reales tendrá el aniquilamiento
del perturbado Estado Islámico. En
esa misma reunión mundial realizada estos días con la urgencia de afrontar ese
cáncer del terrorismo, han sido muy pocos los que han llamado la atención sobre
el Ébola. Además, quien lo ha puesto
como tarea primordial para la comunidad internacional es alguien que no tiene suficiente
“reputación ni crédito” mundial, más allá de su ámbito regional (y no todo).
Nos referimos al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
El título de este texto parece referirse sólo al punto de vista histórico
de este virus, cómo y cuándo se produjo, pero quiere hacer mención también al
carácter de “relato”, de historia narrativa, que ha adquirido en los últimos
tiempos, usándose dentro de un discurso demagógico en la Asamblea de la ONU
para criticar otros asuntos (bombardeos occidentales en Siria contra yihadistas), como hizo el presidente
Maduro, o como crónica sensacionalista que hacen los medios occidentales cuando
tratan la llegada de un enfermo europeo o estadounidense a los hospitales de
esos países desarrollados. El caso español del fallecido misionero, Miguel Pajares, por virus de ébola fue
un claro ejemplo del maltrato informativo y de la manipulación del asunto que
suele ocurrir cuando se informa de esta epidemia tan mortífera.
El virus de Ébola, o el Ébola como ya se conoce en todo el mundo, tiene una
historia difícil de abordar. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que debería ser la fuente más
solvente para cualquier comunicador que nos preocupemos en tratar el tema,
indica que el “virus se detectó por vez primera en 1976 en
dos brotes simultáneos ocurridos en Nzara (Sudán) y Yambuku (República
Democrática del Congo). La aldea en que se produjo el segundo de ellos está
situada cerca del río Ebola, que da nombre al virus”. Descartando el origen
de novela que lo convertía en arma química probada en la CIA sobre los sufridos
africanos, vemos que todos los brotes, como este último de 2014, tienen siempre
un foco centroafricano. Algunas teorías hablan de una especie de simio (monos verdes) habitual en la zona como el infectado primario. Pero otras niegan
rotundamente cualquier vinculación de los brotes con los monos.
La OMS en la información que
facilita considera a los primates no humanos, simios, como infectados
accidentales igual que los humanos, pero al tratarse de unos animales muy en
contacto en África con el ser humano se han visto protagonistas de muchos
brotes de infección. El animal primario como huésped natural con más consenso
entre la comunidad científica serían los murciélagos frugívoros, en particular Hypsignathus
monstrosus, Epomops franqueti y Myonycteris torquita, con hábitat en el
centro y este de África. Una de las peores epidemias en la historia de este
virus, desde las registradas en los años setenta del pasado siglo, está
ocurriendo ahora mismo y los países afectados no cuentan ni con medios ni con
personal cualificado para combatirla. La ONU quiere y no puede, como siempre.
La iniciativa hay que dejarla en manos del poderoso Estados Unidos, en este
caso su intervención total no debería ser discutida en términos políticos o
geoestratégicos.
La implicación de EEUU ayudaría a
evitar la tendencia al aislamiento que se está exigiendo a los países africanos
afectados por el virus. Hasta ahora lo que se les exigía era cerrar fronteras y
acotar en guetos en las ciudades y poblaciones a los enfermos. Aislamiento
dentro del aislamiento general. Pero si Washington da el paso seguro con el envío de tropas (3.000 soldados anuncia Obama) y personal médico bien equipado, se podrá coordinar una acción
internacional efectiva. Es hora de dejar atrás orgullos culturales y
nacionalistas.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
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