Bandera mexicana |
Los 43 jóvenes desaparecidos en Iguala (México) son estudiantes de magisterio, para la
especialidad más digna de este oficio: maestros
rurales. Este pasado domingo se cumplió un mes sin saber nada de ellos,
tras ser atacados por la misma policía municipal que debía salvaguardar el
orden cuando reprimieron la manifestación donde participaban. Testigos hablan
de que los agentes entregaron a un cartel del narcotráfico, los Guerreros Unidos, a los estudiantes
heridos y aturdidos tras los ataques que disolvieron la protesta pacífica. Las
especulaciones sobre su paradero y su situación no son muy esperanzadoras, las
más pesimistas afirman que están muertos y que será muy complicado encontrar
sus cuerpos en las incontables fosas comunes repartidas por todo el estado de
Guerrero (una de las regiones mexicanas con más sucesos violentos) donde
paramilitares, narcotraficantes y policías corruptos entierran a sus víctimas.
El oficio para el que estos
estudiantes se están preparando, profesores en el ámbito rural, supone la mejor
herramienta para combatir la violencia y el crimen en lugares donde la
inseguridad ciudadana no es un índice elevado, sino un mal endémico que
necesita medicina que actúe de raíz, a la esencia del problema. Educación+Educación,
es la única fórmula con garantías de éxito.
Esa premisa era bien conocida por
los responsables de la educación durante la República española (1931-1939), que
hasta en las situaciones más extremas, durante la guerra civil, se esforzaron
para que el colectivo en edad estudiantil no dejase de recibir una educación
correcta y adecuada. Es el caso de las Colonias
y Hogares Infantiles en la comarca de l’Horta Nord, que se crearon para ‘los
niños de la guerra’ que se quedaron en España, y estamos contando en el artículo
en fascículos de Luis Manuel Expósito (doctorando de la UNED). Su segundo
capítulo:
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