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Captura de vídeo La Sexta Noticias |
Se ha suspendido indefinidamente
la liga de fútbol profesional, en
todas sus categorías, en Egipto. El motivo es de sobra conocido. Cada cierto
tiempo morían centenares de egipcios en actos violentos durante la celebración
de un partido. Las razones de esa violencia han sido algo más que la pura rivalidad
entre hinchas ultras de los equipos de fútbol. La violencia se ha instalado en
la sociedad egipcia desde los
inicios de su ‘Primavera árabe’. Existen opinantes y analistas que por esa “perversión”
de la idea renovadora (primavera de Praga, mayo 68) han empezado a llamarla, “la mal llamada
Primavera Árabe”.
Se habrán quedado a gusto, pero
es muy sencillo empezar a mal llamar a las “primaveras árabes” porque demuestra
que desde el principio no tenían confianza o no creían en lo que pretendían
transmitir, aires de renovación y de libertad en las sociedades del bien
llamado, espero, mundo árabe. Si nos
ponemos muy realistas no encontraríamos un país que haya salido beneficiado de
esos movimientos ciudadanos iniciados en 2011...quizás Túnez, pero yo suelo ser muy benévolo e ingenuo. Supongo que
asesinen a uno de los políticos más honestos con esos aires primaverales democráticos,
el líder opositor izquierdista Choukri Belaid, no es síntoma primaveral.
Pero volvamos a Egipto; en esta
semana se han cumplido tres años desde que Hosni Mubarak se viese
obligado a renunciar a su cargo de presidente de Egipto. En 36 meses han pasado muchas cosas, pero
ninguna se ha encaminado a estructurar un Estado con estamentos democráticos y
parece haberse prolongado sin fecha final la idea de tener gobiernos de
transición, amparados por la elite militar y los servicios secretos egipcios. Los
Hermanos Musulmanes con Mohamed
Morsi como líder asumieron el gobierno y la presidencia en unas
elecciones libres y democráticas (así se catalogaron) en el 2012.
Como ya ocurrió en otros lugares (Argelia, por ejemplo), las veleidades
democráticas de partidos declarados islámicos (en Europa nadie “discute” a los
democristianos) no eran convincentes para la comunidad internacional, sobre
todo a la occidental. Un año después, en 2013, un general, Abdel
Fatah al Sisi, da un golpe de Estado con gran apoyo popular para dejar las
cosas tal y como estaban con Mubarak. Parece que los egipcios “profundos” (el
Egipto tradicional) no desean democracia o no protestan para obtener más libertades
democráticas. Aspiran a la prosperidad, al bienestar económico
social. El gobierno, sea militar, dictatorial o musulmán moderado es lo de
menos. Por eso, cuando llegan al poder islamistas o las elites tradicionales
(Ejército y/o funcionarios) se olvidan pronto del sentir joven, primaveral, de
los ciudadanos que protestan en las calles (generaciones más jóvenes).
El fútbol podía haber servido de vehículo de “modernidad”,
ya que es uno de los eventos culturales de la globalización mejor aceptado por
todas las culturas, pero solamente ha servido para reflejar el estado de
crispación y violencia que se vive en la sociedad egipcia, muchas veces no por
cuestión política, ya que las decepciones han llevado al desafecto político, sino
por motivos económicos y de frustraciones sociales de los ciudadanos
egipcios. Ya no se protesta por libertades o ideales, el ciudadano egipcio se
ha encerrado en sí mismo buscando seguridad, económica y personal.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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