Típica imagen turística de la Bahía Victoria en Hong Kong |
Hong Kong es especial dentro de un contexto, la gran potencia China, que pretende ser homogéneo. Un panorama de orden y control del Partido Comunista Chino que está cerca de cumplir su centenario. No es un milenio civilizador, como lo es la cultura china, pero la realidad social y política del gigante asiático se debe ceñir al siglo de su revolución comunista. Hong Kong se resiste a disolverse en esa realidad genérica.
Hong
Kong pertenece al grupo de territorios con un pasado histórico marcados por
la cesión de soberanía por tiempo indefinido o a “perpetuidad”. Casos similares
sería el desconocido de Ifni, en lo que se llamó el África Occidental
Española (AOE), y el aún vigente de Gibraltar, colonia británica en el
sur de la península y que da nombre al estrecho marítimo que separa Europa de África
en unos escasos catorce kilómetros. Justo este pasado lunes 1 de julio, se
cumplían 22 años de la devolución británica a soberanía china. Y lo hacía
en un clima de tensión social, con protestas ciudadanas, algo que comienza a
ser “habitual” en esta isla asiática.
El Tratado
de Nanking de 1842, sería el “Tratado de Utrecht” en versión china. Gran Bretaña,
conseguía tras sus triunfos militares en la primera Guerra del Opio una
ventajosa cesión territorial en la Isla de Hong Kong y lo hacía, en
principio, con carácter indefinido. Y como ocurre muchas veces, esa cesión de
soberanía sobre un territorio solía ser en un lugar con mucha singularidad histórica
o geoestratégica. Esa zona de China había sido testigo de casi legendarias “guerras
de tronos” entre las dinastías de Ming y de Ping.
En
la segunda mitad del siglo XIX la inestabilidad en la región fue pareja a la
consolidación del dominio tanto marítimo como comercial de Gran Bretaña.
A cada guerra o conflicto que se daba, su finalización tenía ventajosas
consecuencias para los británicos. Por ejemplo, en la segunda Guerra del
Opio (1860), los territorios hongkongneses de soberanía británica
aumentaron con la isla de Stonecutters y parte de la península
de Kowloon. Pronto, el auge económico del territorio se vio favorecido por
convertirse en un enclave mercantil de primer orden para los intereses comerciales
europeos, liderados por el Reino Unido. Hong Kong necesitaba más
terrenos de dominio inglés.
Esa
necesidad de ampliar la colonia, por su expansión económica imparable, se
resolvió con una fórmula que, aunque se apoyó en la fortaleza militar británica
en la zona, ya era un tratado puramente comercial. La Gran Bretaña desde el 1
de julio de 1898 arrendaba por 99 años, otra gran parte de la península
de Kowloon y la isla de Lantau, lo que en la administración colonial
británica comenzó a llamarse como los New Territories.
Curiosamente, ese sistema de alquilar las tierras por “un siglo” le sirvió a la
diplomacia china en los años 1980 para incluir todo el territorio cedido,
incluido el que fue por causas bélicas, en las negociaciones que harían la
retrocesión el 1 de julio de 1997.
Captura de imagen de vídeo del directo que ofrecía La Vanguardia sobre el asalto el 1 de julio 2019 al Parlamento de Hong Kong, en el marco de las últimas protestas ciudadanas contra las trabas chinas a su "estatus especial" |
La
historia de la colonia británica en el siglo XX estuvo marcada por los
grandes conflictos mundiales y luego los regionales, como la Guerra de Corea de
los años 50 o la de Vietnam una década después. Su posición de territorio próspero y en paz le hizo foco de atracción de exiliados y emigrantes forzosos de esas
guerras. También en 1937 la invasión japonesa de Manchuria, prolegómeno
de la Segunda Guerra Mundial, le hizo refugio de los primeros chinos; aunque
resultaría un fiasco para esos exiliados ya que Japón conquistaría la
colonia británica una vez que declaró la guerra a los aliados. Hasta su
rendición en 1945, el imperio japonés controló Hong Kong a la que
había convertido en su base de operaciones aeronavales.
Las
largas pre-negociaciones, desde 1982, para la devolución a China de Hong
Kong el 1 de julio de 1997, encontraron escollos y graves tensiones como la
producida tras los sucesos de Tiananmen en 1989. Gran Bretaña hizo valer
su presión diplomática, dentro de las democracias mundiales, para no dejar
pasar por alto la singularidad de parte de Hong Kong, la isla en concreto, que
tenía un estatus de cesión indefinida a su soberanía y exigió se respetasen las
leyes y jurisprudencia que su administración había creado en más de 150 años de
vida.
El
éxito negociador británico se apreció desde muy pronto, con la Declaración
Conjunta firmada por China y el Reino Unido de 1984 en Pekín, donde
el gobierno chino tuvo que asumir el paradigma conocido como “un país, dos
sistemas”. Esta “sumisión” se constata con la aceptación china del estatus
de ‘Región de Administración Especial’ para Hong Kong. Entre lo especial
de ese estatus estaría en poder celebrar elecciones generales de sufragio
universal y el respeto a las leyes penales de origen británico. Todo ello debe
ser respetado hasta el 2047, que China tendría la ‘plena soberanía’ sin
especificaciones (ese fue el éxito diplomático chino).
Las
trabas puestas por Pekín a la primera “singularidad” motivaron las
protestas significativas de hace justo ahora cinco años, donde los ciudadanos
se quejaron de “falta de democracia” en las elecciones previstas. Y las actuaciones
legislativas contra la segunda “singularidad”, que impondrían la automática extradición
a China en cualquier cuestión penal, son el motivo de las actuales, ayer asalto
al Parlamento de Hong Kong, protestas de los ciudadanos de la ex colonia
británica.
Gustavo
Adolfo Ordoño ©
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