Fuente de la imagen: Festín de los cuervos |
Cría cuervos y te sacarán los ojos es un viejo refrán español que
se sigue usando en la actualidad. La moraleja de tan gráfica imagen, pues los
cadáveres tras una batalla recibían la visita de estas aves carnívoras que
comenzaban a comer carroña por los ojos,
vendría a decir que el mundo está lleno de ingratos y que es mejor ser prudentes antes de hacer favores.
Vender a bajo precio o directamente regalar armas a un bando en una guerra
porque creemos que defenderá nuestros intereses, una vez victorioso, es la peor
de las ideas. Lo que parece buena medida suele convertirse en una pesadilla.
El caso de las heterogéneas milicias que combaten al régimen de Damasco sería
un buen ejemplo, sin rebuscar mucho más en el historial de despropósitos que
supone darle un AK-47 o un M-16, magníficos fusiles de asalto, a la “criatura” bélica engendrada, hecha de
retazos de odios mal dirigidos, porque nos saldría una lista interminable,
empezando por la Libia de Gadafi y acabando en la Ucrania de Petro
Poroshenko. Aún así, cada día se constata en las informaciones sobre
política internacional que gobiernos “serios”, potencias democráticas, barajan la posibilidad de suministrar armas a los grupos combatientes que luchan
contra los separatistas del Este de Ucrania o, sin tapujos, al gobierno (aún no consolidado) de Kiev.
La geopolítica es un océano de
contrariedades y los barcos-los
Estados- navegan muchas veces de oído, con sonar. Tiene lógica geopolítica
armar al contendiente débil, frente a la potencia militar fuerte de la región;
sin embargo, resulta contradictorio poner a trabajar a la diplomacia
para conseguir la paz y el cese total bélico intentando igualar o superar,
primero, a la potencia bélica del contrario y aumentar el número de
victorias en el campo de batalla. La solución en Ucrania no debería pasar
por unos acuerdos de paz parecidos al Tratado de Versalles. Los problemas de
identidad y nacionalidad en esta guerra no dejarán a alemanes en el
interior de Polonia o a rumanos en territorio húngaro...en Ucrania todos son
eslavos y sentirse algo (o todo) ruso no es nada extraño.
La cuestión identitaria es origen principal del conflicto, pero es
una dialéctica marcada por la “externalidad” que supone elegir entre
profundizar las relaciones con la Unión Europea o seguir la tradicional
vinculación con la “Madre Rusia”. Intentar politizar el conflicto desde
marcados contrastes ideológicos tipo nazismo versus comunismo resulta
muy simplón y erróneo, ya que en la cuestión identitaria entran parámetros como
los de la generación-edad-; los mayores de 45 años raro es que no tengan
familia o que se hayan educado (universidad) en Rusia.
Estoy convencido que el abominable Batallón Azov, panda de
fascistas, no está luchando para crear un estado nazi, el IV Reich en la
pura y rubia Ucrania. Este grupo paramilitar, idéntico a los neonazis
rusos del otro bando, en cualquier otro país europeo no dejaría de ser el
típico alarmante grupúsculo violento dentro del auge de la ultraderecha. En Ucrania
están en “el paraíso” de la violencia, el bate de béisbol ha sido sustituido
por el fusil de asalto. De la misma forma me parecen aberrantes (del originario
espíritu) los voluntarios comunistas que dicen haber resucitado el alma
de las “Brigadas Internacionales” para frenar el nuevo avance del
fascismo en la Europa Central, sin percatarse que sólo sirven a los poderes
geo-económicos de la región del Donbass
que siguen bajo el interés (supremo) de Rusia.
Cumbre de paz en Minsk |
Existen muchas personas en el
Este de Ucrania (el Donbass) que están deseando que en lugar de armas les
suministren otras cosas; sentido común y capacidad negociadora que permita una reconciliación en la zona y un nuevo
estatus más acorde con la realidad política. Armas que sin duda criarán
personas agradecidas.
“¿Ser parte de Ucrania? Bien. ¿Ser parte de Rusia? Bien. ¿Ser un país independiente? Bien. Lo que sea, pero que deje de morir gente. Lo que sea por volver a tener trabajo y ver crecer a mis críos en mi ciudad”, me decía Sacha, uno de los pocos comerciantes que mantienen abierto su puesto en el Mercado Central de Donetsk.
Del blog de Alberto Sicilia:
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
0 Comentarios