Reino Unido y la UE: el supuesto eterno recelo británico contra Europa

Conversaciones al paso de Londres en Bruselas. Imagen obtenida en www.expreso.com

“Cada vez que Reino Unido tenga que decidir entre Europa y el mar abierto, decidirá el mar abierto” (Winston Churchill, 1944)

He viajado a Londres una vez en mi vida. Hace casi veinte años y no por búsqueda de trabajo o para estudiar inglés. Fue un viaje de vacaciones, pocos días, no llegó a una semana y aunque tomé información para un posible regreso más largo, ya para estudiar y mejorar el idioma, no acabé convencido de que sería el mejor lugar donde perfeccionaría mi inglés. Londres sigue teniendo espíritu de metrópoli imperial. Me explico. No habría conseguido hablar un inglés "europeo" porque lo más seguro es que hubiera acabado aprendiendo en academias donde predominan el inglés hindú, el inglés pakistaní, el inglés birmano, el inglés egipcio, el inglés surafricano...

Para colmo, mi viaje fue durante el boom migratorio (1996) de la comunidad latina a Europa, encontrándome al querido español de América en todas partes, en el metro londinense, en los famosos bus rojos de dos pisos, en los establecimientos de comida rápida, en las supuestas pizzerias italianas y hasta en algún pub inglés. Londres acoge con orgullo su capacidad metropolitana, de haber sido capital del mundo, y cualquier referencia europea queda en esa mega urbe como algo provinciano, algo regional que no les acaba de convencer a los británicos (sobre todo a los ingleses) con perenne sentido cosmopolita.  

La promesa electoral de Cameron, primer ministro británico, de celebrar un referéndum sobre la permanencia o no del Reino Unido en la Unión Europea, ha condicionado sobremanera las negociaciones recientes entre Londres y Bruselas para evitar el Brexit; la palabra que la prensa ya ha elegido para referirse a la intención británica de salir (exit) de Europa. El acuerdo de este pasado fin de semana, escenificado como de "vida o muerte", viene a profundizar la excepcional relación pactada por Londres desde el primer día de su ingreso en la Comunidad Económica Europea (CEE), la antigua UE (Unión Europea). En pocas palabras: si la UE no renunciaba a ciertos valores que se habían hecho esenciales en el proyecto europeo, el Reino Unido se marchaba, lo que supondría un mal mayor. El tufo chantajista del asunto no sé si les llega a sus narices, a la mía tanto como el del curry que llevaba un pollo que tomé en un restaurante indio en mi visita a Londres.

 
La reciente Cumbre de Bruselas para evitar el Brexit. Foto obtenida en euroEfe

La esquizofrenia británica llega al límite de necesitar sentirse "corazón" de Europa y recelar de cualquier cesión de soberanía o de las políticas sociales en vías de crear el macro Estado del bienestar que pretende, sobre el papel, ser la Unión Europea. El poder y la influencia económica-política en el mundo de Europa está en franca recesión; sin embargo, su 'canto de sirena' de bienestar social sigue atrayendo a miles de emigrantes de todo el mundo y dentro de la misma UE se da la migración interna de ciudadanos de la Europa del Este, y ahora del Sur, que siguen viendo en los países del norte europeo una opción migratoria más que válida para comenzar una nueva vida. Gran Bretaña, en estas negociaciones "chantajistas", ha incidido en el tema migratorio. David Cameron pedía a sus socios europeos conseguir tener una "emigración a la carta", fuera de las directrices europeas, para contentar a los partidarios del NO a la Unión Europea y lograr así que cambiasen de opinión.

Cameron lo ha conseguido, sale contento del acuerdo y promete hacer campaña en el referéndum por el SÍ a Europa. Algo inquietante, teniendo en cuenta que Cameron ha sido el premier Tory más euroescéptico de los últimos lustros. Es como poner al pirómano a sofocar un incendio. Pero a la Unión Europa no le queda otra, debe fiarse del cambio de actitud de Cameron porque no hay mejor manera de combatir al euroescepticismo británico que desde dentro. El referéndum ya esta fijado para el verano próximo y se han concedido excepciones de sobra al Reino Unido para que la mayoría de su opinión pública siga queriendo estar en Europa con un traje hecho a medida y al estilo British...; de ese traje se conocen las hechuras, de una Unión Europea sin Reino Unido no se conocen, ni se desean conocer, las consecuencias.

De todas maneras, aunque el desapego y altanería de los británicos hacia Europa son ancestrales, la marcha de la UE del Reino Unido nunca ocurrirá a medio plazo, ni a largo si los partidos ultranacionalistas euroescépticos como el UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) de Nigel Farage, siguen teniendo una intención de voto tan baja que ni consiguen ser electos al Parlamento de Londres (sí en el Europeo). Estas negociaciones, en el contexto del referéndum para salir de la Unión, han sido un nuevo farol a la británica. En el juego habría mucho que perder, tanto de un lado como del otro. Pero los británicos son jugadores de apuestas altas, teniendo la mitad de las finanzas del mundo en la "City" (otro excepcionalidad británica), están acostumbrados al riesgo de la "amenaza" que luego puede traer contrapartidas interesantes: nuevas condiciones para seguir siendo "imperiales" en las formas y europeos en las maneras.















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