El presidente Santos estrecha la mano al líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias "Timochenko", con el visto bueno de Raúl Castro |
Este 23 de junio ya tiene un
hueco en la Historia. Más en concreto, en la historia de Colombia. Es la fecha
elegida para hacer oficial, en La Habana, el ‘acuerdo de paz’ alcanzado entre el gobierno de Colombia y las FARC para el “cese al fuego y de
hostilidades bilateral y definitivo, la dejación de las armas y las garantías
de seguridad”. Una paz que supone desterrar de la historia de América Latina el conflicto armado más longevo del
subcontinente. El balance es aterrador, de proporciones de guerra mundial: 6 millones de desplazados, una cifra que
sobrepasa los 200.000 muertos y más de 45.000 desaparecidos.
La guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia), ha mantenido durante 50 años una guerra encarnizada contra el Estado colombiano. Domina parte del
territorio que debería administrar Bogotá
y ha supuesto la forma de vida de varias generaciones de colombianos. Este
artículo no tiene “marco” suficiente para explicar qué suponía y qué significa
esa guerrilla, marxista en su
origen, en el contexto de la historia
contemporánea colombiana. Pero lo que sí está claro es que Colombia no será
la misma desde este 23 de junio de 2016.
Eso sí, ahora comienza el verdadero proceso de paz, con el complejo desarrollo
del acuerdo alcanzado.
Desde ciertas perspectivas
políticas tanto dentro de Colombia
como en el exterior, el gobierno del
presidente Santos ha cedido a la guerrilla demasiados puntos en este acuerdo de tan prolongadas negociaciones (desde 2012). El principal temor es que se dé una especie de amnistía demasiado general y los
crímenes más gravosos cometidos por las FARC
en todos estos largos años de conflicto, sobre todo los de lesa humanidad, queden
impunes. Sin embargo, ha sido necesario ceder por ambas partes hasta el máximo
de sus posibilidades pues sino el acuerdo definitivo hubiese sido imposible. El
Estado colombiano hará todo lo
posible para la reinserción social y política de los guerrilleros; éstos asumirán
que Colombia no es un estado fallido vendido al capitalismo imperialista y
cejarán en su intento por las armas de establecer un sistema estatal marxista.
Como indica uno de los analistas colombianos
mejor estimados por todas las partes, el director de la Fundación Paz y
Reconciliación, León Valencia, el
primer factor clave para que el desarrollo de la paz triunfe es la ‘reconcialición
política’. Que el Estado colombiano
también acepte y llegue a asumir que esos guerrilleros se conviertan en políticos
que defiendan sus tesis y posturas izquierdistas, aunque sean de signo tan
radical. Una verdadera democracia (y
Colombia, con sus defectos, lo es) acoge esa disparidad multipartidista e ideológica.
Otro factor clave, esencial, para el éxito de la paz definitiva estará en
procurar desarrollar con políticas de reparación las zonas más afectadas por la
violencia.
El acierto de la Ley de Restitución de Tierras sería uno
de los ejemplos a seguir. Se trata de restituir las tierras a los campesinos
que se vieron desplazados por el miedo a la guerrilla y a los paramilitares.
Devolver la tierra a sus dueños y hacer con ello una atractiva reforma agraria,
quitando argumentos marxistas a la guerrilla de que la tierra es para el “pueblo
que la trabaja”. Es decir, una vez que se firme
la paz, el verdadero trabajo está por hacer. Recuperar la esperanza en esas
regiones del país que habían entrado en la espiral infernal de la guerrilla, la
contra, el narcotráfico, los experimentos revolucionarios, las purgas políticas...
Gustavo Adolfo Ordoño ©
0 Comentarios