La ciudad de Alepo podría tener una historia amable en todos
los medios de comunicación del mundo. Esa historia estaría relacionada con las
festividades navideñas y se trataría de otorgar a la ciudad el origen del reino
de uno de los Reyes magos de Oriente.
Una ficción, claro está, una hipótesis imaginada para dar cierto rigor
histórico a la llegada de tres sabios hasta el pesebre donde había nacido Jesús
en Belén. ¿Por qué no? Alepo era en esa época una gran ciudad, como lo había
sido desde hacía 1.800 años antes de
Cristo. Uno de los títulos que le otorga la UNESCO cuando la hizo
Patrimonio de la Humanidad en 1986, fue el de ser una de las ciudades (lugar
con población permanente) más antiguas del mundo.
Sin embargo, Alepo es conocida
hoy en la opinión pública mundial por ser el escenario más cruento de la guerra civil en Siria. La actualidad bélica nos informa
que el sátrapa Al Asad ha ganado la ‘Batalla
de Alepo’, lo que abriría las puertas a una victoria total del bando
gubernamental de Damasco. Desde que el apoyo militar ruso al dictador sirio ha
sido constante y bien planificado, el sentido de la guerra cambió a muy
desfavorable para los ‘Rebeldes sirios’. Con ese apelativo tan genérico, de
rebeldes, la oposición subversiva ha pasado de ser milicianos populares (que
granjean las simpatías de todos) contra un tirano, iniciando su rebeldía en la
ya mal llamada "Primavera Árabe", a
terroristas de diferente signo. En una guerra civil, la pretensión de hacer a
un bando bueno y al otro malo resulta un inevitable ejercicio partidista.
Ahora, damas y caballeros, que cada uno escoja su bando.
El presidente Putin de Rusia ataviado con uniforme de la Armada rusa |
La opción de elegir al bando neutral
y de la paz correspondería a la llamada Comunidad Internacional (la ONU, si la dejasen actuar bien). Ya apuntamos
en Pax
augusta que el Ejército ruso tendría más complicada la intervención
militar terrestre en Alepo, para
hacer un control efectivo de la zona como pudo hacer en Palmira. Los rebeldes
que tenían enfrente en Alepo eran la
oposición oficial (con el apelativo de democrática) apoyada por Europa, EEUU y
la mayoría del resto de la comunidad internacional. Ver a batallones rusos
tomando posiciones en Alepo hubiera
sido una imagen perjudicial, más que tranquilizadora, para las relaciones
internacionales. Ha tenido que tirar, pues, de su poder diplomático y vetar hasta seis veces una resolución para que la ONU tomase el control de esta
milenaria ciudad siria.
Al final, a última hora, Rusia retira su veto y será el personal de la ONU sobre
el terreno quien supervise las evacuaciones y la entrega de material
humanitario en Alepo. Para que sea
posible hacerlo de forma rápida y más eficaz, el organismo mundial pretende reorganizar
a los efectivos de la misma ONU y de organizaciones colaboradoras que ya están
en la zona. Ese era uno de los recelos de Rusia, que duda de la neutralidad de
alguna de estas organizaciones. En la última entrada en Pax augusta sobre Alepo, llegué a ironizar con el no
tener reparos a una intervención total de Rusia para pacificar la zona si
estaba amparada por la ONU. La cuestión ya no deja lugar a ironías. Rusia debe
facilitar el trabajo de la ONU, sino será otra resolución pacificadora fallida.
Le conviene, pues su claro posicionamiento en el conflicto provoca replicas
del seísmo principal muy alarmantes. Su embajador en Turquía ha sido asesinado cuando inauguraba una exposición cultural
en Ankara, por un miembro de la
escolta turca que le debía proteger. Otra ciudad occidental, Berlín, ha sufrido un supuesto ataque
terrorista con el modus operandi del atentado de Niza y que podría tener
relación con el terrorismo yihadista cultivado en el conflicto sirio y en la actuación del Daesh.
Ojalá reinase aún el Rey Mago de
Oriente en Alepo. En la carta que le escribiésemos pidiendo regalos ya sabríamos
qué pedir… ¿o no?
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador
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