"La Verdad saliendo de un pozo con un látigo para castigar a la Humanidad", cuadro de Jean-León Gérôme (1824-1904) |
A veces creo que la función
primordial del historiador, analizar y aprender del pasado, para que las
sociedades conozcan mejor su presente es un trabajo inútil. El esfuerzo de la
investigación histórica, así como de la periodística, debe conducir al objetivo
de la mayor aproximación posible a la
verdad. En un estudio de la historia universal el hecho más estudiado,
aunque solo sea por cuestión de cantidad, será la Guerra. Cuando en el
siglo XX se etiquetaba a dos guerras europeas como mundiales, la Primera y
Segunda Guerra Mundial, no se hacía otra cosa que constatar la creciente “globalización”
que ese hito, el conflicto bélico, suponía para la historia de la humanidad.
Pero teniendo por razonables, y
ajustadas a la verdad, teorías que exponen que la Gran Guerra fue
únicamente una guerra civil europea, cuya “universalidad” vino marcada por
algunas escaramuzas en los territorios coloniales de los europeos y por la
entrada (tardía) en el conflicto de Estados
Unidos; y si consideramos que la Segunda Guerra Mundial fue consecuencia negativa de ciertos errores cometidos en la
resolución (tratados de paz) de la primera Gran
Guerra (europea), emplear el término mundial
tiene una utilidad simplificadora, que ayuda al estudio en los libros de texto,
aunque no explica toda la verdad de ambos conflictos.
Ateniéndonos a los elementos que
caracterizan al concepto “mundial”, quizás la única guerra con ese calificativo
haya sido la de 1939 a 1945, la contienda conocida como Segunda Guerra Mundial. La entrada de Japón en la contienda se
sobreentiende con su ataque a finales de 1941 a Pearl Harbor. Sin embargo, el ejército imperial japonés
llevaba casi una década en guerra contra chinos, coreanos y rusos
creando una muy previa inestabilidad internacional en Asia, mucho antes de sus acuerdos diplomáticos estratégicos con las
potencias del Eje (Alemania e Italia, principalmente). Al final, su ataque a territorio
estadounidense, adelantó la ya previsible participación de Washington en la
guerra, mundializando más el conflicto.
Característico hongo -de humo- de una bomba nuclear |
La Guerra Fría, intuida estando aún vivo Hitler en las últimas semanas del conflicto por los recelos entre Stalin y Churchill, supuso un periodo con profundas consecuencias que han
caracterizado a la historia contemporánea de la humanidad. Ahora se olvida,
como si eso hubiese ocurrido hace doscientos años, que el mundo estaba dividido
en dos bloques y al borde muchas veces de una guerra verdaderamente universal.
También es curioso que no se hablase de una Tercera Guerra Mundial con tanta alevosía como ahora, considerando
que también había guerras calientes (Corea, Vietnam, Argelia, Angola, Afganistán...),
tan penosas como lo puedan ser las actuales de Siria o la de Irak.
Sobre esas guerras de la segunda
mitad del siglo XX no se vertía la
hipótesis de la III Guerra Mundial porque suponían maniobras geopolíticas
indirectas de las dos superpotencias (USA versus Unión Soviética). Movimientos
interesados donde si estaba una potencia, la otra no intervenía directamente,
para evitar el conflicto mundial que supondría un enfrentamiento directo entre
ellas. Era la disuasión que el temor a una hecatombe
nuclear, guerra de destrucción total, propició que nunca se llegase esa supuesta
tercera guerra mundial. Ahora siguen existiendo conflictos localizados, la mayoría guerras civiles, donde las
antiguas potencias de la Guerra Fría, EEUU y la actual Rusia, han intervenido
de manera indirecta o de forma directa, como en Siria... pero sin llegar a “tocarse
un pelo” la una a la otra, como antaño.
En definitiva, la consecuencia
más evidente del fin de la Guerra Fría,
con la disolución en 1991 de la Unión
Soviética, que es el “liderazgo flexible” (Yves Lacoste) o Pax Augusta de Estados Unidos
sobre el mundo, basado en un dominio económico, cultural y militar, sigue
vigente y fundamentado, sobre todo, en evitar un conflicto “universal”, esa hipotética
Tercera Guerra Mundial donde se verían
involucradas nuevas potencias nucleares como China o la perturbada Corea del
Norte. Esa es la teoría estratégica que se sigue, incluso y aunque no lo
parezca por el giro imprevisto de Trump,
en Washington. Salirse de esa línea podría iniciar un verdadero conflicto
mundial, que afectase en todos los aspectos de la vida: economía, sociedad, política,
ciencia, cultura... como ocurrió de 1939 a 1945, donde el conflicto se “sintió”
hasta en lugares donde nunca se oyó hablar de Hitler.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
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