Valentín Almirall (1841-1904) |
Circulan por las redes sociales, en televisiones y plataformas de
Internet, varios vídeos sobre el conflicto político y social en Cataluña.
Pocos son didácticos, los más vistos son panfletos de propaganda política
separatista, llenos de falsedades, que están ganando la “guerra” mediática
aprovechando el impacto noticioso que suponen las cargas policiales o los
encarcelamientos preventivos; a pesar de ser algo asumido en cualquier Estado
de Derecho. Puede sorprender la virulencia expresiva y los términos
vehementes que se emplean desde el soberanismo catalanista, pero siempre fue
así.
Valentín Almirall y Llover
(1841-1904), considerado el
iniciador del sentido político en el catalanismo con un cierto sesgo ya nacionalista,
sin el regionalismo colaborador con el régimen decimonónico liberal español,
firmaba sus primeros textos con títulos tan explícitos como: Guerra a
Madrid y Bases para la Constitución federal de la Nación
Española y para la del Estado de Cataluña. En los años de la Revolución
del 68 que destronaría a Isabel II, ya militaba en las fuerzas republicanas-federalistas
encabezadas por Pi y Margall.
Tenía una revista, lo que hoy equivaldría a una cuenta en YouTube,
con el gráfico nombre de El Estado Catalán. Subtitulado para más inri
como Diario republicano-federalista intransigente, tuvo una vida
corta porque se publicó en Barcelona entre 1869 y 1870 siendo rey Amadeo de
Saboya y en Madrid, durante unos meses cuando se proclamó la Primera
República. La escasa difusión en la capital obligó a su cierre. En su haber
como editor cuenta serlo del primer diario en lengua catalana, el Diari
Català, y ser colaborador de los semanarios republicanos, laicos y
anticlericales más polémicos, como La campana de Gracia.
Uno de los primeros intelectuales en ver la
inquietante deriva politizada de un catalanismo dedicado hasta ahora a la
literatura (lengua catalana) y a la etnografía (cultura popular), fue Menéndez
Pelayo. En una carta a su amigo Juan Valera en 1887 venía a quejarse
de lo siguiente, una apreciación muy “actual” si lo pensamos: (...) El
misterio de todos estos autonomismos está en que a esos señores no se les ha
hecho ni se les hace en Madrid todo el caso que ellos se figuran merecer. Almirall,
en 1880 había organizado el primer Congreso Catalanista y en este se
apreció que el catalanismo se fracturaba en dos vías.
Esa división se dio entre los “activistas” representados
en la revista La Renaixença, que ponían el interés y su movimiento
en la recuperación de la lengua y tradiciones culturales catalanas; y los
representados en la exaltación política de sus reivindicaciones, como Valentín
Almirall que deseaba la mayor
descentralización administrativa posible. Era un proyecto autonomista o
proto-autonomista, no vayan a otorgarle un deseo de ruptura con España, que
Almirall tampoco deseaba.
Almirall publicó en 1886 su obra fundamental, Lo
catalanisme, que significó ser algo así como el primer programa sistemático
de la doctrina política catalanista. Aunque criticaba con dureza a la
España “corrupta y decadente” de su tiempo (con el detonante de la Crisis del 98), nunca consideró al
separatismo como la “salvación” de Cataluña ante tanta inmoralidad y
postración española:
“Nosotros no aspiramos a la independencia. Por muchos y grandes que sean los agravios recibidos; por más degenerados que nos veamos por culpa en gran parte de otros, no hay hoy en Cataluña quien sea reflexivamente separatista, ni lo seremos sino en el último extremo (…) El catalanismo regionalista aspira, sí, a romper la unidad uniformadora que nos oprime, pero con igual fuerza desea la unión que ha de darnos salud y fuerza”.
Valentín Almirall fue perdiendo salud e influencia. Dejó de
escribir y de ser un referente para el catalanismo que, curiosamente, sería
dominado por una corriente en las antípodas del espíritu de Almirall, un
movimiento derechista y rozando el Carlismo
como era la Lliga de Cambó y Prat de la Riba.
Luego vendrían otras corrientes más afines al inicial federalismo que planeó
Almirall, desde líneas izquierdistas a partir de la II República en 1931. Pero
aún así, el separatismo se veía como una “locura”.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
*Bibliografía consultada:
Laínz, Jesús: La nación falsificada, Ed. Encuentro,
Madrid, 2006
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