Caricatura de la época que muestra al presidente Castelar sin poder sofocar tantas insurrecciones |
Se cumplen 145 años del
‘Cantón de Cartagena’,
singular rebelión federalista que desafió al gobierno de
Madrid
La Primera República española fue tan efímera como fascinante en
hechos excepcionales en la historia del país. El rey de “circunstancias” Amadeo I, única baza encontrada para
instaurar una monarquía parlamentaria tras destronar a Isabel II en 1868,
decide en febrero de 1873 renunciar al trono, al acabar sin un solo apoyo en
toda España. Las Cortes Generales,
ya dominadas por el republicanismo más activo que otras fuerzas políticas,
proclama la República española ese mismo año con Estanislao Figueras como presidente. Comenzaba una lucha de poder entre
republicanos centralistas y federalistas radicales, lo que provocó
levantamientos insurgentes en provincias dominadas por los federalistas más
intransigentes, origen de la rebelión del Cantón
de Cartagena.
Cartagena no fue la primera ciudad en rebeldía, pero sí la más “numantina”
por haber resistido con mayor determinación y por más tiempo. Cuentan que el presidente Figueras soltó con la
naturalidad del que ya está desquiciado en mitad de un debate acalorado entre
republicanos de un lado y otro (centralistas y federalistas) un sonoro: “¡Estic
fins als collons de tots nosaltres!” Creo que no hace falta traducción.
Figueras era catalán y la desesperación del momento le hizo hablar en su lengua
materna. Le sucedería en el cargo otro catalán, Francisco Pi i Margall, que era un federalista moderado muy
consciente de que la República no llegaría a nada por culpa de las
discrepancias constantes entre las distintas tendencias republicanas. Muestra
de ello es que en poco más de cinco meses habría otros dos presidentes: Nicolás
Salmerón y Emilio Castelar.
A primeros de julio de 1873 el ayuntamiento de Sevilla se
proclama “República social”; poco después la ciudad de Alcoy (Alicante) se
declara “cantón independiente republicano”; el 12 de julio en Cartagena se proclama el “Cantón Murciano”... y
así se van sucediendo en numerosas provincias de España actos de insurrección
promovidos por los federalistas radicales que no confían en la tibieza del
gobierno de Madrid en materia de estructurar una auténtica República española.
Uno de los actos de rebeldía que
ha pasado a la leyenda revolucionaria de Cartagena fue cuando un grupo de cantonalistas quitó la bandera republicana oficial de la emblemática Fortaleza de las Galeras y colocaron la del Cantón Murciano, toda de color rojo. La improvisación hizo colocar una bandera turca que había para ceremonias y así ondeó por unas horas
hasta que un “aguerrido héroe” de la revolución se auto hirió en un brazo para
teñir con su sangre la media luna blanca.
La fragata acorazada Numancia, que fue la primera de su tipo en dar la vuelta al mundo, se unió al 'Cantón de Cartagena' |
La anécdota nos habla de la
intensidad de la revuelta en Cartagena,
que por una combinación de circunstancias azarosas (estar en su puerto las mejores fragatas acorazadas que se unieron a la revuelta) y de predisposición radical republicana
en gran parte de la población, hizo de la antigua
Cartago Nova un símbolo de la revolución
cantonal de 1873, que a la postre acabaría siendo la causa principal de la
disolución de la primera república española. El cantonalismo suponía una postura llevada al extremo del ideario
republicano federal. En realidad postulaba por algo muy singular y que
desbordaba las intenciones democráticas del republicanismo tradicional.
El cantonalismo que prendió en Cartagena deseaba la creación de estados federales para sustituir al
poder central; es decir, al Estado central y unitario. Aunque se debe matizar
que estos estados se agruparían libremente para conformar una “Confederación española”. Las
posiciones muy extremas de algunos ideólogos de esta corriente federalista,
como Roque Barcia, que hablaban de
Estados libres, soberanos e independientes que sólo con su voluntad de unirse
harían a la Confederación soberana y libre, hacían inviables a estos
posicionamientos, por mucho que provocasen “románticas revoluciones”.
En enero de 1874, la revuelta cantonal de Cartagena es sofocada por
los puños de hierro de los dos militares, el general Pavía y el general
Serrano, que acabarían también, de un golpe del primero, con la Primera República española y cuando el
segundo es nombrado “presidente-dictador” de una República unitaria y
conservadora, falso interludio para preparar la restauración monárquica de los Borbones, con Alfonso XII.
© Gustavo Adolfo Ordoño
Historiador y periodista
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