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Recreación del retrato de Mª Teresa del Toro, esposa de Bolívar, a partir de su parecido con una familiar. No se conocen retratos de ella en pintura o grabados de la época. |
Las
relaciones de España con América Latina son esenciales, se mire por donde
se mire. La celebración de la Cumbre Iberoamericana se mantiene
impulsada gracias a Madrid porque muchos
de los países latinos han perdido interés más motivados por las alianzas
locales del subcontinente. Además, es cada vez menos seguro decir relaciones “esenciales y viceversa” porque la relación de América con su pasado europeo, en el caso
que nos concierne pasado ibérico, en los últimos tiempos no es tan decisiva.
Hace más de 200 años que las repúblicas de América Latina comenzaron una
especie de exorcismo de la identidad cultural que habían recibido para forjar
una realidad propia, que sigue siendo motivo
de estudio. Y en esa realidad España (y Portugal) pintaba poco. En cambio,
cuando España comenzó una nueva realidad en su historia reciente, la llamada
transición democrática con la Constitución de 1978, América Latina volvía
ser crucial para la península.
Tanto
que la declaración de intenciones respecto a América se plasmó en la Constitución
democrática que por referéndum se otorgó el soberano pueblo español. Por
ejemplo, en el artículo 11.3
se expresa: El Estado podrá concertar tratados de doble nacionalidad con
los países iberoamericanos o con aquellos que hayan tenido o tengan una
particular vinculación con España. En estos mismos países, aun cuando no
reconozcan a sus ciudadanos un derecho recíproco, podrán naturalizarse los
españoles sin perder su nacionalidad de origen.
Precisamente,
la nacionalidad española es lo primero que perdieron los americanos tras
sus emancipaciones. Y española era la mujer que amó como esposa a Simón Bolívar.
El joven Bolívar se enamoró de la madrileña María Teresa del Toro Alayza en
1800, recién iniciada su residencia en España para completar su formación académica
y militar. Él tenía 17 años, ella era dos años mayor que él. El amor fue tan
intenso por parte del futuro libertador de las Américas, que juró no
volver a casarse con ninguna mujer tras la repentina muerte de María Teresa, ocurrida
en Caracas el 22 de enero de 1803, cuando solamente llevaban ocho meses de
matrimonio. Bolívar demostró ser ese hombre de palabra que glorificó la
historia, pues, en efecto, no volvería a casarse.
La historiografía
latinoamericana sobre el personaje se ha fijado mucho más en las 34 damas
posteriores a la madrileña Mª Teresa del Toro. Más mujeres amantes tendría
Bolívar que repúblicas creadas tras su proceso emancipador de la Corona española.
Entre el mito (versiones hablan de cientos de mujeres) y la veracidad, las incontables relaciones
amorosas del libertador en América no tuvieron el sello amoroso profundo
del casamiento español de Simón Bolívar. Algo de metáfora del subconsciente tiene
este dato. Bolívar hace un juramento de no volver a contraer matrimonio,
que es el amor “contractual”, legitimado y lleno de responsabilidades recíprocas
entre los contrayentes. Como una inconsciente liberación, la muerte de la
española María Teresa le permite llenar su vacío amoroso con las mujeres americanas
que comenzaban a no ser españolas, gracias a la revolución que él mismo
iniciaba.
Es
entonces que surge la figura de Manuela Sáenz Aizpuru, apasionada amante
del libertador con rasgos más ajustados a las necesidades de la nueva realidad
que se perfilaba en la llamada ‘América española’. El semblante que se dibuja
de Manuela es muy diferente al de la madrileña María Teresa. Manuela es
descrita como revolucionaria independentista incluso antes de haber
conocido a Bolívar. Casada con un médico inglés, su infidelidad contra el súbdito
de Su Majestad imperial para amar al viudo libertador le hace otra “metáfora”
curiosa del proceso histórico que acuñó la realidad latinoamericana. Ningún
otro imperio iba a poseer a la bella y apasionada América. El cuerpo y el
corazón serían ya eternamente para el caraqueño forjador de naciones.
Pero
en el corazón de Bolívar siempre quedó la zozobra del infortunio de aquel amor
español. Como así lo reconoció y quedó registrado en el diario de su
secretario, el general de origen francés, Luis Perú de Lacroix: Si no
hubiera enviudado, quizás mi vida hubiera sido otra; no sería el general
Bolívar ni el Libertador, aunque convengo en que mi genio no era para ser
alcalde de San Mateo. Además de haber reconocido entrar en una profunda
depresión tras la muerte de su esposa y confesar “quise mucho a mi mujer”. La
realidad iberoamericana, tan importante aún para esa España “fallecida” en Caracas, quizás fuese diferente –ni mejor ni peor, solo distinta- si Mª
Teresa del Toro Alayza no hubiera dejado viudo a Bolívar tan pronto
y sus mentores europeos (en París) le recomendasen llenar su vacío existencial
centrándose en la política.
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