Cuerpos momificados en las cenizas de Pompeya. Erupción del Vesubio en el año 79 |
Hecatombe es una palabra que se usa poco, sin embargo el mismo origen del término y su definición hacen pensar que fue necesaria utilizar muy pronto en la historia de la humanidad. La definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) nos explica que es "Mortandad de personas. Desgracia, catástrofe" y nos hace referencia a su "místico" origen en el término ‘hekatómbē’ de la Antigua Grecia. Una hecatombe para los antiguos griegos era un sacrificio de 100 reses vacunas, bueyes eran los más frecuentes. Literalmente 'heca/cien tombe/reses' significaba sacrificio de cien reses vacunas. Se hacía como manera de calmar a los dioses y rendir culto tras una calamidad o penuria tanto individual como colectiva. Esa costumbre pasó a ser sinónimo de mal, de ruina y tragedia. Porque a la catástrofe sufrida se sumaba el costoso deber de tener que sacrificar esas cien vacas, una auténtica ruina tanto para una persona como para un pueblo humilde.
Los ciudadanos del año 79 de nuestra era vivieron la hecatombe colectiva de la erupción del Vesubio, que enterró en lava y ceniza a las ciudades de Pompeya y Herculano. Ahora es uno de los mayores parques arqueológicos de la Antigua Roma y sigue siendo motivo de investigación. Algunos estudiosos comentan que los habitantes de esa región no se vieron tan sorprendidos como parecía indicar en los cuerpos convertidos en moldes de cenizas. Que se previó la catástrofe y se procedió a la evacuación de gran parte de los habitantes, pero que el rechazo a tener que asumir que todo estaba perdido hizo a muchos regresar a recuperar pertenencias cuando las explosiones aún eran pocas y esporádicas. A esas personas el destino les convirtió en protagonistas de una de las primeras grandes hecatombes recogidas por la historia, en concreto por la carta de Plinio el Joven a Tácito.
Que el impacto sobre las gentes de esa época fue grande lo atestigua que quedase en la memoria colectiva una idea de maldición, de tierra maldita, no volviéndose a habitar los terrenos que ocuparon esas tierras. Pompeya no se olvidó, se sabía que estaba allí enterrada, pero hasta 1700 años después, en el siglo XVIII, nadie se preocupó en desenterrar sus muros. Hecatombe ha quedado como un término asociado más a 'mortandad de personas' que a catástrofe imprevista en sí. No obstante, una hecatombe de origen natural o ajena a la voluntad humana siempre va asociada a una gran mortalidad. Los terremotos son los líderes en hecatombes. Y el desconocido terremoto de Shaanxi de 1556 se lleva la palma.
Destrozos en el distrito comercial de Puerto Príncipe. Fuente y créditos imagen |
Las crónicas del emperador Jiajing, de la dinastía Ming, cuentan horribles escenas de destrucción y muerte apocalíptica. Lógicamente a los historiadores les pudo parecer una historia exagerada, sin embargo estudios geológicos contemporáneos en el Condado de Huan, epicentro del seísmo, concluyeron que alcanzó la magnitud de 8 en la escala de Richter y que el tipo de vivienda usada en la zona pudo magnificar la tragedia. Los poblados aprovechaban cuevas naturales para hacer los edificios, como el caso singular de la Petra Antigua en Jordania, favoreciendo el derrumbe de casi la totalidad de las viviendas. Estimaciones recientes calculan la muerte de 830.000 personas, lo que le hace el más mortífero de los terremotos registrados en los últimos cuatro siglos. Registros en documentación histórica y desde el siglo XX registro de los institutos sismológicos. En nuestro siglo tenemos el terremoto de Haití de 2010. Este año se cumple una década de ese seísmo que se llevó la vida de 316.000 personas y alcanzó el millón y medio de damnificados. La hecatombe de Haití no hizo reaccionar al mundo como se esperaba. El hecho de ocurrir en un lugar condenado a la pobreza, entre otras cosas por la inusual frecuencia de catástrofes sufridas, dio la sensación a un mundo globalizado que era la "clásica" escena del mundo marginado y habituado a lo catastrófico. Las hecatombes no son percibidas igual, su percepción viene dada según el lugar donde ocurren.
El triunfo de la muerte, de Peter Brueghel |
Hemos dejado para el final las hecatombes originadas por pandemias. Peste, cólera, viruela, sarampión, ébola, gripe aviar, coronavirus... La pandemia que mayor impronta dejó en la historia no es la mal llamada "Gripe Española" de 1918. Fue la peste que asoló Europa y buena parte de Asia en el siglo XIV. La Peste Negra que quedó adherida al imaginario cultural por los siglos de los siglos. Entre 1347 y 1353 se daría el "pico" de esta pandemia, que las últimas investigaciones más optimistas de este siglo XXI dan la cifra de 25 millones de personas muertas solo en Europa. Números que en la Edad Media representaban un porcentaje de la población muy alto. En la Florencia de Boccaccio apenas sobrevivió una quinta parte de sus habitantes, y el autor del Decamerón aprovechó su cuarentena para inspirarse y escribir su célebre obra. Esa peste se representó en el arte como una sombra oscura que recorría la tierra, sin respetar ni a reyes ni a obispos.
Recorrió la sensación general de necesitar una renovación de la mentalidad humana, no en vano el Renacimiento se consolidaba como expresión cultural. En estos tiempos de la globalización, con el mundo conectado en una supuesta única civilización, ha llegado una nueva peste -el COVID-19- con la suficiente fuerza de "categoría hecatombe" como para golpear los cimientos de ese sistema social. Quizás era la peste negra "necesaria" para poner a todo el mundo a reflexionar, como ocurrió al final de la Edad Media.
Gustavo Adolfo Ordoño ©
Historiador y periodista
0 Comentarios