Hannah Arendt, de amante de un intelectual nazi a autora de 'Los orígenes del totalitarismo'

Hannah Arendt y Martin Heidegger, libro de la profesora Elzbieta Ettinger.
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"El revolucionario más radical se convertirá en un conservador 
el día después de la revolución."

Hannah Arendt (1906-1975) 

 
    La dura experiencia vital de Hannah Arendt no sería muy distinta a la que vivieron miles de apátridas durante la Segunda Guerra Mundial. Obligada por su origen judío a exiliarse de Alemania tras los acontecimientos de 1933, tuvo que comenzar su vida de cero perdiendo su nacionalidad y sus derechos como ciudadana. Hasta 1954 no conseguiría su pasaporte como estadounidense. Sin embargo, esta mujer que a los catorce años había leído a Kant y a Jaspers experimentaría ese contexto tan convulso de una manera mucho más metafísica que cualquier otro exiliado. La autora de La condición humana vivió su juventud en unos tiempos donde no parecía existir otra cosa que «la maldad». Durante años fue amante de su profesor Heideggerel filósofo católico casado y con hijos que acabó militando en el partido nazi. Y si una vez iniciada la represión contra la comunidad judía el miedo no hubiera sido mayor que el amor, Hannah habría continuado ligada a ese intelectual que le marcó con la idea de que el ser humano es puro pensamiento.

La fragilidad física que mostraba la pensadora alemana (en 1937 el Régimen nazi le quitó la nacionalidad y pasó a ser apátrida) no era reflejo de su fuerte determinación a contestar al nazismo sin miedo desde su condición de judía. Y eso que su judaísmo no lo había vivido con intensidad durante su formación cultural. Se sintió siempre alemana y «asimilada» a la cultura centro europea. Al final su biografía condensada, ser pensadora estadounidense de origen alemán y judío, sirvió como el mejor punto de partida para reflexionar sobre los totalitarismos y el poder. El resultado, la publicación de Los orígenes del totalitarismo su primera gran obra fruto de su pensamiento y una de las principales sobre ese tema en la historiografía contemporánea. 


Fotografía de Hannah Arendt en su madurez


    Para Arendt la conclusión de su trabajo no podía ser otra que buscar el origen esencial de estos regímenes totalitarios en la relación humana con el Mal. Ante la «maldad absoluta» que estructura al totalitarismo como organización que usa el terror, la policía secreta y la propaganda política para el dominio total, Arendt propone regenerar la democracia liberal. La insólita alianza que consigue el totalitarismo entre el populacho (masas) y las élites, debe ser contrarrestada con conceptos éticos-políticos dispuestos para la convivencia (relaciones humanas) en sociedad. Esta mujer que nunca se consideró filósofa y prefirió el calificativo de «teórica política» ya había formulado la necesidad de superar la democracia representativa con una democracia directa. 

En su «ética» estaba clara la responsabilidad única del hombre en sus actos; es decir, el hombre no es bueno o malo por naturaleza, ni se trata de ser tentado por el 'Mal' (el diablo de los cristianos) o ser atraído por el 'Bien' (la bondad divina). La cuestión de asumir responsabilidades sobre los actos individuales o colectivos ayuda a que el código moral (el entendimiento común) aceptado por una sociedad como válido, una Constitución en las democracias por ejemplo, sirva de guía para el individuo (ciudadano) y procure su libertad de acción (su identidad). Por eso es importante para Hannah Arendt que se sancionen los crímenes pero «también las mentiras y errores políticos».

    Arendt propone una «ética comunitaria» (entendimiento comunitario), contraponiéndose al «egoísmo» (referido a la individualidad radical, no a la identitaria), que puede y debe ser constantemente re interpretada -re negociada- (como lo pueden y deben hacer las Constituciones) para la buena marcha de las relaciones sociales. Considera al 'Mal' como un fenómeno de falta de juicio. "El ser humano siempre está relacionado con otros –también en el crimen–, desarrolla una voluntad que está enfrentada a la voluntad de otros y debe reflexionar sobre sus acciones; si no, se convierte en alguien dirigido". Haciendo el traslado a las sociedades, el totalitarismo sería una «falta de juicio» que ha reinterpretado a su voluntad el código moral imperante, el existente. Por tanto el "No Matarás" en la «Solución Final» nazi pasa al imperativo o mandamiento de "Matarás" en esa nueva y pervertida consideración de la «ética comunitaria». 


Hannah Arendt como doodle de Google para celebrar los 108 años de su nacimiento




© Gustavo Adolfo Ordoño 
   Historiador y periodista

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