Tauromaquia: Historia de los toros en España, ¿patrimonio cultural o tradición desfasada?

 

Un varilarguero en un grabado de Francisco de Goya de la serie de 33 grabados «Tauromaquia»,
 publicada sobre 1816 

La «Cultura del Toro» es una particularidad cultural de España con raíces en el mundo grecolatino. Tiene larga tradición en las culturas de la península ibérica y luego en los países iberoamericanos. La imagen del toro es una estampa que está unida a nuestro imaginario artístico desde el mundo antiguo. Sería interminable la lista de artistas y obras de arte de nuestra historia con referencias a la tauromaquia. Bastaría con mencionar a dos grandes como Goya o Picasso para aceptar su innegable aportación a nuestro patrimonio histórico-cultural. En Pax Augusta os ofrecemos una breve historia de la tauromaquia pero también recogemos, porque es parte de esa historia, el debate resurgido en la actualidad sobre si el «mundo taurino» sigue teniendo un aporte cultural o es una tradición desfasada


 A finales del siglo XVIII son varios los prohombres de la Ilustración que se cuestionan esta costumbre o diversión popular de la tauromaquia, a la que consideran poco beneficiosa para el desarrollo cultural y la educación de las gentes. Jovellanos sería el más significativo de estos críticos y en sus «Memorias Pedagógicas» para la instrucción pública insistía en impartir conceptos de ciencia y modernidad universales en lugar de tradiciones culturales nacionales, como era el «arte de los toros». En el mismo Goya, contemporáneo de estos ilustrados críticos, se ha querido ver en su serie de grabados Tauromaquia una actitud crítica por cómo abordó la temática. Utilizó tensión y dramatismo en esas estampas cuando lo habitual era ceñirse a las pautas costumbristas, que era lo que vendía (gustaba al público). Con todo esto queremos incidir en que el debate sobre la tauromaquia es tan viejo como su práctica; no es una novedad aportada por la actual «batalla ideológica» alrededor de este patrimonio histórico-cultural.

Porque al margen del debate, hoy día político, la aportación de la tauromaquia al patrimonio cultural español es innegable. Es una manifestación artística en sí, que se mantiene en nuestros museos y en nuestros presupuestos -Ministerio de Cultura- para su conservación. Su devenir histórico es más contemporáneo de lo que se piensa y se vio afectado, como cualquier otro rasgo cultural, por las circunstancias de la época. Por ejemplo, fue el rey Carlos IV y no los «afrancesados» de José Bonaparte quien prohibió la fiesta taurina en 1805 por el incremento de percances mortales entre los toreros y varilargueros. Así, durante diez largos años no hubo tauromaquia en España por la guerra de independencia contra los franceses y por esa prohibición de Carlos IV que el rey José I (Bonaparte) mantuvo. Curiosamente, en la América hispana es donde pudieron seguir con el arte del toreo sin atender a la prohibición de Madrid. 

Cartel de la exposición temporal que se ha podido ver en el
Museo de América de Madrid hasta hace pocas semanas

Hay que tener en cuenta que dentro de la tauromaquia, la lidia de toros, tal y como se conoce en la actualidad, es una manifestación cultural creada en el siglo XIX y consolidada con ciertas reformas necesarias para rebajar el sufrimiento animal bien entrado el siglo XX. En nuestro siglo la lidia (festejo taurino) sigue formando parte de la oferta cultural y se pueden adquirir entradas toros Las Ventas como para cualquier otro espectáculo, fútbol, teatro, cine... La Tauromaquia ha sido declarada Patrimonio cultural español, digno de protección en todo el territorio nacional por la Ley 18/2013 de 12 de noviembre. Por tanto, para entender la importancia histórica de este patrimonio protegido por ley sí que debemos remontarnos muchos siglos atrás identificando las huellas en nuestro pasado de la llamada «Cultura del Toro».

El «Toro» de la religión, la economía y la sociedad, a la esencia de la lidia

Las manadas de los antiguos toros, los uros, eran muy abundantes en la península Ibérica. Así lo atestiguan pinturas rupestres como las de la cueva de la Pileta en Benaoján (Málaga) del periodo auriñaciense. Se representa lo que parece un santuario del ritual mágico para favorecer la caza de estos toros arcaicos. En la segunda Edad de Bronce en la cultura del Argar (Almería) encontramos numerosas estatuillas de barro con formas bovinas y cuernos. También de la Edad de Bronce, pero esta vez insular, estarían los singulares «Toros de Costitx» (Mallorca, Islas Baleares) de la Cultura talayótica que se pueden ver expuestos en el Museo Arqueológico Nacional (MAN)

Así, en la Antigüedad, el uro (toro arcaico) por su tamaño, fortaleza y bravura en la embestida se convierte en un poderoso adversario con el que medir las fuerzas. Pero también en representación de esos mismos «valores superiores» que le hacían rival tan admirado. La imagen del toro de esta forma se asoció al mundo sobrenatural y formaría parte de la numerosa familia de dioses de las civilizaciones del Mediterráneo. Es el dios-toro Apis de los egipcios. También adopta la forma del Minotauro, un ser híbrido humano-toro de la mitología griega, que reunía poderes extraordinarios. Fenicios y griegos llegarían a la península ibérica influyendo con sus culturas en las autóctonas. La pugna entre el toro y el ser humano tan propia del Mediterráneo se ritualizaría en ceremonias religiosas y lúdicas desde la Antigüedad hasta nuestros días.

Toro de Costitx

(Bronce) Santuario de Son Corró de la Cultura talayótica. Siglos V-III a.C


En España hoy se conservan fiestas -huellas de esa antigüedad, como los correbous o los encierros- en las que este animal, el actual toro, sigue siendo el protagonista. Tradiciones que permiten rastrear la importancia que tuvo y tiene en el entorno socioeconómico español el mundo del toro y en consecuencia el ganado vacuno. Además de su inicial uso como elemento de tracción animal y transporte, este ganado desde tiempos remotos supuso un aprovechamiento socioeconómico indudable. No únicamente en lo referido al consumo alimenticio, sino también en relación a la obtención de materias primas relacionadas con la indumentaria (calzado, vestimenta de cuero). Esta amplia explotación explica las diversas selecciones genéticas que ha sufrido para mejorar sus características, dando origen a razas bovinas específicas para cada «utilidad y consumo».

Por tanto, debido a su importancia en la vida cotidiana de las gentes no era de extrañar que a este animal se le quisiera rendir cierto tributo -la lidia-. Es uno de los argumentos principales de los taurinos contra las posturas abolicionistas de los anti taurinos. Ese «denunciado» maltrato y sufrimiento del animal que lleva a su muerte durante el festejo taurino, constituiría en realidad parte inherente a ese tributo y a ese rendir pleitesía al «gran animal» que se celebra en cada corrida de toros. Algo que parece una contradicción pero que mantiene esa relación ancestral de reverencia a lo divino a través del combate a muerte entre la bestia y el hombre. Los ganaderos especializados en toros de lidia remarcan esta argumentación afirmando que este tipo de toro no existiría si no existiese la fiesta taurina. Vivir para morir, que en el fondo es el destino de todos.


Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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