La Guerra de las Arenas, origen de la extrema rivalidad entre Marruecos y Argelia

 

Fuerzas marroquíes celebran como una victoria su cruce de la frontera con Argelia
en la llamada Guerra de las Arenas de 1963

El incremento de precios en las facturas de las eléctricas europeas tiene una causa de índole geopolítica que al usuario le debe parecer una broma de mal gusto. Las pésimas relaciones entre Marruecos y Argelia afectan en gran medida a la estabilidad de la región y al buen funcionamiento de los gaseoductos argelinos. La «Guerra Fría del Magreb» sigue tan latente y tensa como ya lo estaba durante ese periodo contemporáneo de un mundo dividido en dos bloques: capitalista y comunista. En Pax Augusta os contamos el origen más cercano en el tiempo de esta extrema rivalidad de los dos países magrebíes, la Guerra de las Arenas de 1963

 

 Podríamos enmarcar esta guerra dentro de la clasificación de las «guerras coloniales» provocadas por el proceso descolonizador abierto a escala mundial a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. Y en efecto, sus principales facetas estarían en un problema heredado de la época colonial por los nuevos Estados independientes. Una problemática frecuente en tiempos coloniales como era el trazado de fronteras durante el reparto territorial de África por las potencias europeas. Marruecos nunca estuvo conforme con la organización territorial que Francia impuso en las fronteras con su vecina Argelia. Tras una serie de escarceos de las tropas marroquíes y de incidentes fronterizos con los guardias argelinos en las zonas de Tinduf y Hassi Beida, el conflicto se convierte en una guerra abierta. Fue breve pero intensa, rasgos que también le asemejan a esas guerras coloniales cortas en el tiempo y derivadas por existir desacuerdos en los procesos de independencia. 

Sin embargo, este conflicto entre Marruecos y Argelia tendría otras muchas características que le haría bastante complejo; pudiendo encajar en contextos conflictivos más amplios como las tensiones nacionalistas del Magreb o la batalla por el control de la riqueza en recursos energéticos (gas, petróleo) de la zona. En octubre de 1963, cuando se dieron los enfrentamientos bélicos, se convertiría también en una «guerra internacional» al contar cada bando con apoyos de cada bloque de la guerra fría. Marruecos tendría un apoyo discreto de Estados Unidos y Francia, el bando occidental capitalista; y Argelia contaría con el soporte del bloque oriental soviético, añadiéndose el singular apoyo de Cuba. Cerca de 700 militares cubanos fueron enviados para participar en este conflicto, al tener un acuerdo de cooperación militar la reciente Argelia libre del presidente Ahmed Ben Bella con el régimen cubano de Fidel Castro.

El primer presidente de la Argelia independiente, Ben Bella, se reunió en Cuba con Castro y el Che en una escala camino de Nueva York en 1962 por la entrada argelina en la ONU


La relación de Argelia con Cuba venía de años atrás, cimentada en la larga guerra de independencia contra Francia (1954-1962) donde el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino contaría con la simpatía y el apoyo de los comunistas cubanos. Para Cuba sería su primera expedición internacionalista al continente africano, donde tuvo otras muchas apoyando los movimientos de autodeterminación de las antiguas colonias europeas. Ahora puede resultar hasta curioso, pero el 10 de octubre de 1963 zarpaba el buque mercante Aracelio Iglesias de La Habana con cientos de soldados cubanos y una veintena de blindados soviéticos. Su destino el norte de África, el puerto argelino de Orán para ayudar a la nueva República de Argelia en la guerra con Marruecos iniciada a finales de septiembre. Su llegada a finales de ese mes de octubre influyó y aceleró la resolución diplomática del conflicto, que se consiguió con los acuerdos de Bamako del 30 de octubre.

Marruecos quiso aprovecharse de la supuesta debilidad de Argelia como país recién constituido en Estado independiente (1962) y que acababa de salir de una sangrante guerra de independencia. Su propósito expansionista estaba dentro del objetivo de la dinastía aluí de reunir lo que consideraban el «Gran Marruecos». Así, en este factor nacionalista radical encontramos otra característica del conflicto. En realidad se trataba de dos nacionalismos radicales contrapuestos y enfrentados. Por parte marroquí la comentada «causa vital» nacionalista de integrar todos los territorios del antiguo imperio jerifiano; y por parte argelina su nacionalismo se basaba en la exaltación de los valores de independencia y autodeterminación, algo obvio por haberse construido en nuevo país bajo la casi exclusiva influencia de una organización independentista, el Frente de Liberación Nacional (FLN).

Pero la apreciación de debilidad argelina que tuvo Marruecos fue bastante errónea. Aunque en el terreno militar la superioridad marroquí era notoria, pues contaba ya con un ejercito profesional, Rabat menospreció la capacidad combativa de los guerrilleros argelinos del FLN que estaban conformando al naciente ejército argelino tras la marcha de las tropas francesas. El inicial rápido avance de Marruecos en los territorios fronterizos en disputa fue pronto contrarrestado por Argelia con unas estratégicas incursiones sobre la localidad marroquí de Ich, al norte de Figuig, una zona muy alejada de la región disputada. Con la apertura de este nuevo frente la guerra se estabiliza en unas tensas tablas y la llegada de esos «refuerzos cubanos» hace que el conflicto vuelva a las mesas de negociaciones.  

El rey Hassan II de Marruecos vestido de campaña y engalanado con medallas
visita el frente durante la Guerra de las Arenas

En realidad el contingente cubano no llegó a participar en la Guerra de las Arenas, aunque su llegada con material militar pesado soviético igualó la teórica balanza de fuerzas. Los militares cubanos se quedaron como instructores del recién formado ejército nacional argelino y los blindados que trajeron nunca regresaron a Cuba, se quedarían formando parte de las fuerzas armadas argelinas. Otro elemento clave en la resolución del conflicto hacia un alto fuego fue la intervención del Egipto del pan-arabista Nasser que también lideraba la Liga Árabe. Su mediación instaba a esas dos naciones árabes a dejar las armas cuanto antes, buscar el equilibrio y restaurar la «unión árabe» crucial para el norte de África. Además de las presiones de Washington que comenzó a preocuparse por el cariz de los acontecimientos, con una Argelia demasiado sesgada a las posiciones del bloque comunista y del nacionalismo radical árabe. 

De esta manera, el conflicto armado se fue «apagando» por la acción de esas diversas presiones y el cese de hostilidades tuvo lugar, como decíamos, en la capital de Malí con la firma a finales de octubre de 1963 del Acuerdo de Bamako. No obstante, la tensión fronteriza siguió latente con una serie de incidentes armados que mostraban la profunda desconfianza y la enconada rivalidad instaladas entre los dos países. Ni Marruecos consiguió hacer valer su supuesta «victoria militar», ni Argelia logró convertirse en una nueva potencia árabe en el Magreb. La situación quedó según estaba en el estatus quo colonial marcado por Francia, que favoreció en el reparto del territorio sahariano del siglo XIX a su departamento (provincia) argelino en detrimento del protectorado marroquí. 

Mapa de 1963 con la «frontera caliente» entre Marruecos y Argelia.
Imagen de dominio público (Wikipedia)


Por tanto, la rivalidad -y el rencor- entre Argelia y Marruecos es histórica no solamente por esta llamada Guerra de las Arenas de 1963. Ese «proyecto existencial» del Gran Marruecos incluía una buena parte de Malí, todo el Sáhara Occidental y la casi totalidad de Mauritania, pero también el oeste del Sáhara argelino. Una zona esta última que ya se conocía como rica en hidrocarburos, hierro y otros minerales, que los argelinos consideraban «ganada» de sobra tras el enorme sacrificio patrio que había supuesto la guerra de independencia contra Francia. No iban a desprenderse de ella por mucho que fuera una zona siempre de ambiguas fronteras e identidades particulares, ajenas al resto de Argelia, como los bereberes de la región de la Cabila o los habitantes de Colomb Bechar que se sienten más marroquíes que argelinos. 

Desde el verano pasado todos estos recelos han resurgido en forma de provocaciones diplomáticas y discretos movimientos de tropas en la frontera argelino-marroquí. Las relaciones están rotas con la retirada de embajadores, perjudicando al funcionamiento de los gaseoductos argelinos que pasan por una parte del territorio marroquí en dirección a la península ibérica.  Inestabilidad que afecta a nuestras facturas de servicios energéticos 


Gustavo Adolfo Ordoño ©
Periodista e historiador

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