Homofobia y el choque de Civilizaciones; cuestión social y cuestión geopolítica

A 55 años de la "Revuelta del pub Stonewall", origen de las primeras grandes manifestaciones LGTBI



 En el neoyorquino barrio de Greenwich Village, el 28 de junio de 1969, dentro de un pub llamado Stonewall, nacía un coraje lleno de orgullo que acabaría convirtiéndose en el origen de las principales marchas en pro de los derechos del colectivo LGTBI durante el siglo XX y en el mundo occidental. Fue un establecimiento frecuentado por personas de ese colectivo y en el Nueva York de los años 60 estaba prohibida la venta de alcohol a "ciertas personas" con potencial conflictivo. Era, por tanto, también un local frecuentemente desalojado por la policía. Pero esa noche de verano entre algunos de los clientes del Stonewall surgió el grito de "basta", lanzado con el orgullo de comunidad y con la decisión de un colectivo harto de la injusta represión policial.

Aquel típico tumulto de bar, con lanzamientos de vasos y botellas contra los policías, se trasladó a las calles de esa gran ciudad como una activa manifestación y después prendió en muchas otras ciudades, sobre todo del mismo Estados Unidos y de Europa. En Madrid al año siguiente, en 1970 y todavía en dictadura, se crea el Movimiento Español de Liberación Homosexual que fundamentará a todos los posteriores movimientos y asociaciones activistas por la consecución de los derechos LGTBI. El primer gran logro de ese pionero movimiento gay en España fue conseguir de la reaccionaria legislación franquista que el delito fuera el acto y no la homosexualidad en sí. Un pequeño matiz que ahora nos parece increíble de asumir como legal, pero que despenalizaba al homosexual.

 Pero todos estos pequeños avances se daban en los países occidentales que de manera paralela avanzaban en sus derechos democráticos. A pesar del discurso antimperialista, con la denuncia al colonialismo por la responsabilidad occidental en muchas de las injusticias sufridas en los estados que fueron sus antiguas colonias, la homofobia y la persecución de la homosexualidad formarán parte de la idiosincrasia cultural (civilización) en África y en la mayor parte de Asia. En Europa se constata otra diferencia que tiene que ver también con la identidad cultural; la homofobia y las legislaciones contra los derechos LGTBI están más presentes en los que fueron llamados países del Este (bloque soviético) durante la Guerra Fría.



Una bandera del Arcoíris durante la semana del Orgullo en Madrid 



Rusia, como mejor ejemplo, posee leyes abiertamente machistas y homófobas. Son ya bastantes los ensayos históricos y sociológicos que incluyen el concepto de "democracia sexual" para entender estas diferencias en los avances en derechos LGTBI a nivel mundial. Vendría a significar que la libertad sexual está estrechamente ligada al desarrollo máximo de las libertades democráticas. Un desarrollo que ha tenido más facilidad de progresión (democratización) en las sociedades occidentales desde las últimas décadas del siglo XX hasta nuestros días. Que la posición económica de dominio y privilegiada de estas sociedades ha tenido mucho que ver en esta diferencia es evidente, sin embargo no es la única explicación.

 Según el sociólogo francés Éric Fassin [2009], en su ensayo La democracia sexual y el conflicto de las civilizaciones, «la retórica política del choque de civilizaciones hoy se juega en el terreno sexual». Su referencia tenía que ver con el análisis que hizo del juicio al integrista islámico Z. Moussaoui, único acusado responsable directo del 11-S al que se pudo juzgar en EEUU. Este sujeto era francés de origen marroquí pero no reconocía su nacionalidad legal, él únicamente se identificaba como musulmán. Aborrecía de su identidad nacional oficial, diciendo ser propia de "cruzados afeminados", según su testimonio en el juicio. Los comentarios racistas, sexistas y homófobos continuaron hasta contra sus propios abogados, tachando de "geisha" a su defensora de origen asiático.

Esta línea de análisis que hace Fassin se puede continuar observando en un caso de violencia extrema homófoba más reciente. Nos referimos al atentado que llevó a cabo el integrista islámico Omar Mateen en Orlando (Florida) en junio de 2016. Este asesino en masa era estadounidense de origen afgano y su acto fue analizado como atentado integrista islámico en un principio, a pesar de ser cometido en una discoteca gay que llegó a visitar con frecuencia. Asesinó a 50 personas, siendo la mayor masacre de personas del colectivo LGTBI en el mundo occidental desde la perversión nazi del holocausto.


Mapa que expone las zonas de mayor homofobia en el año 2016 y que apenas ha cambiado en 2024. Fuente ilga.org


 Con el tiempo, las conclusiones de los investigadores llevaron a una combinación de odios. Al típico lobo solitario yihadista donde, además, se sumaron otras inestabilidades emocionales que lo empujaron a su atroz acto. Prejuicios culturales, complejos sociales, traumas y desequilibrios afectivos. Mateen se declararía en las conversaciones con los negociadores de la policía que intentaron evitar la masacre como un “soldado islámico”, jurando lealtad al líder del Daesh (Estado Islámico), Abubaker al Bagdadi. Sin embargo, existían otros indicios sobre su motivación como combatiente contra ese "imperio de libertinaje" occidental que, según estos integristas, está colonizando al mundo.

Testimonios de su padre y de su ex mujer lo describen como violento y homófobo. Se comprobó su actividad en perfiles de redes sociales para contactos gais, donde su homofobia se ocultaba tras un real interés afectivo en relaciones homosexuales. Suponiendo para él un debate interior insoportable según la educación afectiva recibida proveniente de su origen cultural, con una realidad que era la orientación sexual no asumida en su vida en Occidente

 Observando el mapa de la homofobia que acompaña a este texto, vemos como un gran logro social la garantía de los derechos del colectivo LTGBI en muchos países... casi todos en el ámbito occidental. En los que las sociedades han experimentado la modernidad y desarrollado al máximo valores democráticos, para tener un sistema social establecido con sus defectos pero con la mayor garantía también a los derechos individuales. Sin mucha extrañeza, el odio y la sinrazón contra este colectivo son protagonistas en sociedades de países alejados de la llamada "modernidad" y constreñidos por una fuerte influencia religiosa o cultural.





 © Gustavo Adolfo Ordoño 
     Periodista e historiador 

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