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En recientes manifestaciones en la ciudad de León se ha vuelto a escuchar el grito: ¡León solo! |
Cuando tengo ocasión cuento a mis amigos o conocidos de León una anécdota ocurrida en los años noventa del siglo pasado. Trabajaba como ejecutivo de cuentas en una agencia de medios y estaba abriendo mercado en la ciudad leonesa. Llevaba un coche de empresa con la matrícula M de Madrid porque todavía no se había cambiado a la matriculación europea. Pasaba por la calle cercana a la bella Basílica de San Isidoro que en aquella época aún no era peatonal cuando otro vehículo me comenzó a pitar. El copiloto de ese coche sacó la cabeza y me gritó a la cara: ¡LEÓN SOLO!
Por aquel entonces no me preocupaban tanto los «asuntos históricos» y predominaba más mi faceta de periodista-publicista, pero tenía la suficiente información y cultura histórica para entender esa peregrina proclama que me habían soltado a la cara. Mi vehículo me mostraba como representante del centralismo y ese anónimo activista de la secesión leonesa de Castilla quiso tomarla conmigo.
En fin, el resto de la jornada tratando con directores de marketing leoneses que no sacaron el tema secesionista diluyó el asunto a una mera anécdota de viaje de trabajo. No percibí en esa y otras estancias en León más signos de separatismo. A los leoneses les interesaba más comentar lo chocante que les parecía al presentarme que llevase el apellido con el nombre de una dinastía de reyes de León de los siglos IX y X. La avenida principal de la ciudad de León se llama Ordoño II.
Es algo curioso esa discreción del secesionismo leonés porque tiene todas las papeletas para ser uno de los regionalismos, o incluso nacionalismos en su visión radical, con más fundamentos históricos en España. A pesar de que la unión entre los reinos de Castilla y León es muy remota, en el año de 1230, la historia individual de León fue crucial para la conformación de una «cultura occidental», europea y cristiana, en la península ibérica. Es decir, lo leonés debía ser un signo de identidad con mayor peso. Y no es así, está muy diluida en la general identidad castellana que derivó en la española.
Siempre ha existido ese sentimiento de singularidad y un deseo mayoritario de haber conformado una «autonomía» cultural y política separada de Castilla. Sin embargo, nunca se ha traducido en una acción firme de la sociedad leonesa y se ha mantenido en un perfil bajo. Ha sido en la última década de este siglo que en medio de reivindicaciones para mejorar el desarrollo de la provincia el llamado LExit resucita con gran impulso. Volver a ser un «reino» separado (Comunidad Autónoma de León) para administrar mejor su potencial como región autónoma.
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Captura de pantalla de un informativo RTVE donde se aprecia un cartel con el LEXIT en una reciente manifestación en la ciudad de León |
A decir verdad, León se merecería históricamente más que nadie esa autonomía. Del Reino de León se desgajaron otros dos reinos que ahora sí tienen autonomías políticas: Galicia y Castilla. Esta paradoja comenzó en el año 910 cuando los príncipes astures decidieron trasladar su capital y corte de Oviedo a la ciudad de León. Desde allí estos reyes cristianos tomarían el protagonismo de la Reconquista en sus iniciales siglos IX y X. El reinado de Ordoño I (850-866) y el de Alfonso III (866-910) conocido como "el Magno", consolidaron los territorios al noroeste peninsular base del ya llamado Reino de León. Sus expediciones militares exitosas contra los musulmanes se combinaron con una política activa de repoblación.
Toda esa política de expansión y organización del reino leonés tuvo su culminación con Ordoño II (914-924). Fue un rey que combinó con maestría la estrategia militar y la diplomacia. Su reinado marcó la transición del Regnum Asturorum al Regnum Legionense, con la sede regia establecida definitivamente en la ciudad de León. Se percató del peligro que suponía tener un condado pujante en su límite oriental como era Castilla, pero entendió la necesidad de mantenerlo como necesario para la «frontera de la retaguardia» leonesa. Sus políticas matrimoniales con castellanos y navarros reforzaron las relaciones entre los reinos cristianos frente al dominio musulmán del sur peninsular.
La historia de la península ibérica tendría un
protagonismo leonés en esos años iniciales de expansión cristiana. Quedaban más de tres siglos para que ese liderazgo pasase
a otro protagonista, muy relacionado con León: el mencionado condado de
Castilla. Territorio convertido en reino bajo «licencia» leonesa al no tener más
remedio que reconocer la independencia
castellana de facto el año 1065, tras el reparto a la muerte de Fernando
I, rey de León y conde de Castilla, de su reino entre sus hijos. Sancho
II recibió el condado castellano convertido en Reino de Castilla,
mientras que Alfonso VI recibiría el Reino de León sin ese gran
pedazo territorial que ya era el ex condado de Castilla.
Durante los siguientes siglos el peso de la importancia militar y política de los reinos cristianos incrementaría mucho más en Castilla. En ese tiempo se sucedieron los conflictos y tensiones entre castellanos y leoneses, aunque también habría lugar a alianzas y uniones temporales como las ocurridas durante los años 1072 a 1157. Hasta la unión definitiva ocurrida cuando la reina de Castilla, Berenguela, en 1230 renunció a sus derechos en favor de su hijo, Fernando III, que ya era rey de León.
Este rey, Fernando III "el Santo", netamente «militarista y expansionista», conquistador de ciudades claves como Jaén, Córdoba y Sevilla, fortaleció el poder real y consolidó al «Estado cristiano», Castilla, que pasaba a protagonizar la historia de España. León sería engullido de tal manera que su inicial expansión por la Extremadura actual quedaría inmersa en la historia castellana. Una asimilación cultural e histórica que se aprecia en las aspiraciones de los partidarios del LExit. Aunque les gustaría por «derecho histórico», no aspiran a una segregación de todo lo que fue el reino leonés. Un territorio que llegaría desde las costas asturianas y gallegas a los límites extremeños de Salamanca. Se conformarían con una autonomía para la región leonesa, la actual provincia de León.
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