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Peggy Guggenheim con el artista más famoso que apadrinó, Jackson Pollock, en una foto de 1943 |
Tuvo a un «profesor de lujo» para ampliar sus conocimientos de arte en Marcel Duchamp. Sería aconsejada por éste para abrir en 1938 una galería de arte, la Guggenheim Jeune en Londres, donde exhibió obras de artistas de vanguardia tan destacados como los afamados Kandinsky o Tanguy. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial está de nuevo en Francia. Entre mayo y junio de 1940, pocos días antes de la ocupación nazi de París, tiene una frenética actividad como compradora de arte a familias judías y artistas vanguardistas que huían ante el avance de los alemanes. Era una manera rápida y eficaz de «exiliar» a ese arte vanguardista tan denostado por los nazis.
Podría parecer que Peggy Guggenheim fue una oportunista que se aprovechó de las circunstancias tan tristes de todas esas personas, propietarios de pinturas y artistas, obligadas a vender su arte para poder costear su huida de los nazis. Sin embargo, Peggy al ser de origen judío viviría en primera persona el temor a ser perseguida y pondría en riesgo su vida cuando ayudó a escapar a su pareja de ese momento, el artista surrealista Max Ernst, de un campo de concentración de Marsella. Consiguió gracias a amigos franceses esconder el grueso de su colección repartida entre graneros y sótanos. Con ella, una vez instalada de nuevo en Nueva York a partir de 1942, abrió la galería Art of This Century, un espacio innovador que combinaba diferentes estilos artísticos.
Desde esa galería promocionó el arte de la escuela parisina y protegió al «exilio vanguardista» que huía en Europa de la represión nazi, dando refugio a artistas como Mondrian, Chagall o Duchamp. Un arte europeo refugiado en EEUU crucial en la influencia ejercida sobre los expresionistas abstractos estadounidenses, como Jackson Pollock. Aunque no se la ha considerado una convencida activista del feminismo, Peggy Guggenheim apoyaría la libertad creativa de mujeres artistas. Una de las muestras más famosas de su galería pasaría ser la exposición que realizó en 1943 titulada 31 Women, buscando poner el foco en la verdadera importancia de las artistas en movimientos como el surrealismo o el dadaísmo.
En sus memorias, Confesiones de una adicta al Arte, escritas en varias etapas de su vida declara que el trabajo en su galería neoyorquina la superó, sintiéndose "esclava de una obsesión". De hecho, siempre se sintió más a gusto en Europa para cumplir con esa pulsión por el arte. En 1948 viajará a Venecia, su ciudad favorita, comprando el Palazzo Venier dei Leoni que acabaría siendo su residencia y sede de su prestigioso museo de arte moderno. Curiosamente, su impresionante colección haría el viaje de retorno a Europa; en un «exilio dorado» de su dueña en la ciudad de los canales donde fallecería en 1979 dejando un legado cultural y artístico invaluable.
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