Carta de San Francisco; la historia de la «Constitución de 1945» del orden mundial que pocos respetan en la actualidad

 

Fotomontaje de la época para escenificar la firma de la Carta de San Francisco el 26 de junio de 1945


Me adelanto unos meses a la conmemoración del 80º Aniversario de la firma de la Carta de San Francisco como tratado fundacional de la actual Organización de Naciones Unidas (ONU), porque veremos el próximo junio lo alejados que estamos del orden internacional que pretendía esta declaración de derechos humanos. Es probable que ochenta años después de su firma los cambios en la realidad geopolítica hagan inservibles sus buenas intenciones. En Pax Augusta queremos hacer una breve reseña sobre su historia y analizar si seguirá siendo base del futuro orden mundial


 El temor a cometer el mismo error (la guerra) a medio plazo propició entre la comunidad internacional la necesidad de intentar reformar el orden político y social en junio de 1945. Una reforma sociopolítica en el mundo que cambiase la mentalidad tenida hasta ahora de acudir al conflicto bélico para solventar las disputas internacionales. Es decir, fundar una nueva organización que previniera los conflictos bélicos. Una «nueva organización» porque la Sociedad de Naciones de 1920 se había mostrado inoperante. A primera vista pareció tener un objetivo demasiado utópico como era la «Paz mundial», sin embargo existía una voluntad verdadera de establecer un sistema de seguridad en el mundo como nunca antes se había planteado.

Por de pronto, la Unión Soviética (Rusia) se interesó más en coprotagonizar esta iniciativa que en los precedentes originarios. Además, las potencias vencidas en la guerra (Alemania, Italia y luego Japón) tendrían cabida como oyentes en la Conferencia de San Francisco para ir programando su paulatina adhesión a la nueva organización. La carta fundacional recogía un preámbulo y 19 capítulos, donde se establecen los propósitos y principios de la futura Organización de Naciones Unidas (ONU), así como la estructura y funciones de sus órganos principales. Estos serían: la Asamblea General, el Consejo de Seguridad y el Económico y Social, la Corte Internacional de Justicia y la Secretaría.

 Aunque en junio de 1945 solamente firmaron 51 países esa Carta de San Francisco, su propósito era universalizar el objetivo de procurar la paz y seguridad internacional. Para ello se optó por fomentar la cordialidad entre las naciones, cimentando las relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos. Es decir, esta carta de derechos internacionales también atendía a derechos fundamentales humanos como la libertad, igualdad y fraternidad; influyendo en acontecimientos como el movimiento de descolonización. Algo que a la larga aumentaría el número de países que desearon incorporarse a las Naciones Unidas.

La relación de esta carta fundacional de la ONU, la Carta de San Francisco, con la historia de los derechos humanos es evidente cuando estableció el marco legal y moral para la promoción y protección de los derechos humanos a nivel internacional. Sentando, así, las bases de la posterior Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948. Pero es otra la importancia de este documento de 1945 la que queremos resaltar en este artículo. Se trataba de una especie de «Constitución», ley de leyes, del orden mundial que se establecía a partir de ese crucial 1945, año cero de la posguerra, para no repetir la barbarie vivida en una guerra mundial con atrocidades del calado del Holocausto

Recreación de un grupo de soldados Cascos Azules de la ONU en misión de paz



 Había que reordenar la manera de relacionarse entre los Estados y las naciones que los conformaban. Eso suponía una mentalidad renovadora o reformadora de los modos de interactuar, creándose el multilateralismo en contraposición del habitual bilateralismo o unilateralismo procurado en los tiempos del imperialismo europeo. La Carta de San Francisco iba a poner las pautas básicas de esas nuevas relaciones multilaterales basadas en la cooperación y el respeto mutuo. El objetivo era muy difícil pero no imposible, siendo conscientes también de la necesidad de reestructurar la economía mundial para impedir se reprodujesen crisis económicas tan determinantes para crear un clima bélico como fue la de 1929.

Ejemplos de esos intentos de reestructuración económica internacional fueron la creación un mes después del acta fundacional de la ONU, en julio de 1945, del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Eran medidas tomadas para erradicar el excesivo proteccionismo arancelario que seguía existiendo en la economía mundial. Sin embargo, las reestructuraciones socioeconómicas que debieron acompañar al nuevo ordenamiento político mundial se encontraron con numerosas y diversas trabas. Empezando por tener desde 1946 la URSS y los países de su esfera de influencia una estructuración económica –comunista- totalmente opuesta a la capitalista de mercado libre planteada en esos nuevos foros mundiales. 

 Pero en estas ocho décadas de la carta fundacional de San Francisco los retos han sido aún más complejos que los generados por la globalización económica. Desafíos sin precedentes para ese espíritu de cordialidad entre naciones propugnado en la Carta de San Francisco han sido el terrorismo internacional o las nuevas «guerras híbridas» como las cibernéticas. En el caso del terrorismo internacional, en su versión yihadista, la naturaleza no estatal de esa amenaza ha supuesto para los planteamientos de la Carta de Naciones Unidas su principal cuestionamiento en este siglo XXI

La Carta de San Francisco o Carta de Naciones Unidas se centra en las relaciones entre Estados, pero el terrorismo a menudo proviene de actores no estatales, como grupos extremistas. Esto es un claro desafío para las capacidades de la ONU en su misión y autoridad como garante del mantenimiento de la paz y la seguridad mundial. Las acciones terroristas trascienden las fronteras nacionales, lo que dificulta la aplicación de los principios de soberanía y no intervención. El terrorismo internacional plantea dilemas en las normativas de seguridad y los derechos humanos. 

 Se pueden recordar casos tan determinantes como el 11-S en EEUU. La lucha contra el terrorismo del integrismo islámico a menudo planteó tensiones entre la seguridad nacional y el respeto a los derechos humanos. Medidas como la vigilancia masiva, la detención indiscriminada y el uso de la tortura generaron siempre debates sobre el equilibrio entre la protección de la sociedad de un país y el respeto de las libertades individuales. Así, la ONU y sus Estados miembros han tenido que adaptar los principios de la Carta para incluir a esa nueva amenaza del «terrorismo global» y desarrollar nuevos mecanismos de cooperación internacional. Muchas veces chocando con la percepción cultural diferente existente entre los Estados que interactúan, en lo que se llamó «choque de civilizaciones».

Aquel orden mundial surgido de la Carta de San Francisco está en la actualidad puesto en entredicho. No solamente por esos desafíos de nuestro siglo que obligaron a imponer medidas antiterroristas y de ciberseguridad sin respetar muchas veces los derechos y libertades fundamentales defendidos por esa Carta de las Naciones Unidas. La esencia y espíritu de esa acta fundacional se pervierte por los mismos actores principales, sobre todo por las potencias que, irónicamente, constituyen los miembros permanentes y con derecho a veto del Consejo de Seguridad.


La 'historia actual' nos está llevando a actores como Trump y Putin que prefieren reconstruir un orden internacional que se desmontó a partir de 1945. Regresando al belicismo y al imperialismo explotador de recursos materiales. ¿Será el fin de la Carta de San Francisco? 



© Gustavo Adolfo Ordoño 

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