Jerusalén ni judío ni palestino, es español


Los reyes de Jerusalén en el palacio monasterio El Escorial de Felipe II

  

 El fallecido líder palestino Yaser Arafat se refería al rey emérito, Juan Carlos I, como "nuestro querido Rey". El presidente de Israel, Simón Peres (sefardí), cada vez que se encontraba con el padre de Felipe VI, actual monarca español, le nombraba con toda solemnidad y afecto como el "monarca de los Santos Lugares". La monarquía hispánica ostenta entre sus títulos el de reyes de la Ciudad Santa, Jerusalén; por eso, al abdicar Juan Carlos I en el joven Felipe VI, éste heredó en su discreta ceremonia de coronación el título de rey de la disputada por todo el mundo, ciudad de Jerusalén. 

Si fuera tan sencillo como afirmar que Jerusalén es español, ni judío ni palestino, gracias a una tradición histórica que se remonta a un reino desaparecido en el siglo XIII, los informativos mundiales no estarían dando cobertura a la preocupación grave por la decisión del presidente Trump de declarar en exclusiva capital de Israel a la Ciudad Santa. Sin embargo, no hay que menospreciar un dato que ya sirvió una vez para calmar los siempre tensos ánimos entre palestinos y judíos; me refiero a las negociaciones de paz de israelís y palestinos celebradas en Madrid en 1991. Los negociadores de cada parte resaltaron ese dato histórico, el estar en Madrid auspiciados por un anfitrión al que ambos consideraban "su rey", para conseguir un clima menos crispado y propiciar el diálogo.

 Mucho ha llovido desde esas negociaciones que abrieron periodos de esperanza en un conflicto que de ser algo con seguridad es que es eterno, bíblico y trascendental si nos ponemos grandilocuentes. Los avances en una convivencia con la solución refrendada por la mayoría internacional de "los dos Estados", han sido mínimos. En Palestina la intransigencia de Hamas y en Israel la intolerancia de cualquier fuerza política en el poder, da igual el signo ideológico, han supuesto el verdadero muro que imposibilita el cumplimiento de las resoluciones de la ONU. La clara preferencia y aval estadounidense por Israel, desde la fundación del Estado en 1948, hace descompensar la balanza de influencias mundiales hacia el lado israelita. Un lógico apoyo, desde la perspectiva histórica, porque la comunidad judía del "Éxodo" contribuyó de manera esencial en la construcción como potencia del Estados Unidos contemporáneo.


Felipe VI, rey de España y de Jerusalén


 Sería una galante iniciativa que el rey de España, Felipe VI, invitase a las partes en conflicto, judíos y palestinos, al monasterio de El Escorial para que bajo las estatuas del rey David y su hijo Salomón, se iniciasen unas nuevas negociaciones de concordia. Además, el monarca representaría al elemento cristiano que también debería ser oído en este conflicto y que está siendo olvidado. Los herederos de los reinos cristianos que en 1095 iniciaron la Primera Cruzada promovida por el Papa Urbano II, conquistando la ciudad de Jerusalén y poniendo las bases de un reino cristiano en Tierra Santa, son ahora los miembros destacados de la Unión Europea (UE). La postura europea es contraria a la iniciativa estadounidense y defienden la vía de los dos Estados y de compartir la capitalidad. Es curioso, pero los escrúpulos religiosos sobre la Ciudad Santa y su capitalidad nacen en época del dominio cristiano. 


Ilustración de Godofredo de Buillón donde aparece ya con la Cruz de Jerusalén



El conquistador cristiano de Jerusalén en el 1099, Godofredo de Buillón, Duque de Lorena, tuvo reparos para coronarse rey de la ciudad. Consideraba que un hombre no debía ni podía coronarse con una corona de oro en un lugar donde Cristo había llevado una corona de espinas. Desde la misma toma de Jerusalén no se supo cómo administrarla. Eran muchos, incluido Godofredo, los que pensaban en convertir ese dominio carismático en una teocracia, gobernada en la distancia por el Papa y administrada por los cruzados. Aunque al morir pronto su conquistador, en el año 1100, con el único título de "Protector" que él mismo se había otorgado, su hermano Balduino heredó la conquista con muchos menos prejuicios. Se hizo coronar como rey secular de Jerusalén con el nombre de Balduino I. No obstante, el delegado papal en Tierra Santa, Dagoberto de Pisa, partidario de que el nuevo reino pasara a su jefe de Roma, se negó a coronarlo en la mítica Jerusalén y lo hizo en la vecina y también conquistada ciudad de Belén.

 Se verá al reino extenderse de norte a sur y de este a oeste, siempre frenado por los rivales musulmanes, siendo más o menos lo que sería hoy el Líbano, Palestina e Israel juntos. Duró poco menos de dos siglos (1291 toma de Acre por el sultán Khalil), repleta su historia de un devenir de problemas sucesorios y dinásticos que dieron con una carambola que ligó al título de rey de Jerusalén con la Corona de España. Jerusalén en menos de un siglo (1187) había vuelto a manos musulmanas gracias al poderoso Saladino, la capital del hostigado reino pasó a San Juan de Acre. Un breve período en el siglo XIII se consiguió en la enésima cruzada que la ciudad santa volviera a ser cristiana, pero esa inestabilidad era lo que hacía una carga más que un honor el ostentar el título de rey de Jerusalén.


La Batalla de Lepanto por el pintor veneciano Veronese (h. 1571)



Eso consideró María de Aquitania cuando en 1277 vendió su título de reina de Jerusalén al rey de Nápoles, Carlos de Anjou. Era un cargo de prestigio, pues ningún rey cristiano volvió a pisar Jerusalén en siglos. Se otorgaba con el añadido del compromiso de recuperar esas tierras santas para la cristiandad. Al tomar el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, Nápoles para la Corona de España (Fernando el Católico) en 1504, el título de Rey de Jerusalén se sumó a los de la corona española. Gracias al protagonismo de la monarquía hispánica en ese siglo y el siguiente, con las acciones de Felipe II en defensa de la ortodoxia católica (victoria de Lepanto contra "el Turco"), el prestigio del título se revalorizó. En el caso de Felipe II así se demuestra con orgullo, cuando en su estimada obra arquitectónica para la posteridad, el monasterio palacio de El Escorial, la cruz de Jerusalén aparece en medallones de piedra y cuenta con las estatuas de los míticos reyes David y Salomón presidiendo la entrada principal. 

 Aunque las posesiones italianas se perdiesen en el siglo XVIII, la diplomacia dinástica de los Borbones españoles emparentados con los Austria logró mantener el título por una cuestión de prestigio. Incluso, la vigente Constitución española de 1978 reconoce en su Título II 'De la Corona', que el rey de España podrá hacer el uso que considere oportuno de todos los títulos adscritos a la corona española. Así pues, como el rey Juan Carlos abdicó de todos sus títulos, Felipe VI, monarca español, es rey de Jerusalén desde junio de 2014.




 © Gustavo Adolfo Ordoño 
   Historiador y periodista 

Publicar un comentario

5 Comentarios

  1. Al final, le has cambiado el nombre al actual monarca: Felipe VI.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, acabo de corregirlo. Gracias otra vez por la lectura! Eso demostraba que lo leyó hasta el final ;)

      Eliminar
    2. Es más, contar que el texto se está leyendo hasta el final porque en una red social también me advirtieron del error. Cambié Felipe por Alfonso en la última línea por un lapsus, al documentarme sobre un posible enlace anterior de Jerusalén con los reinos hispanos, en concreto con Aragón y la conquista de Sicilia por este reino y sus lazos con bodas con princesas normandas reinantes en la isla, donde abundan en ese periodo los nombres de reyes Alfonso (¡jeeejee!) y ningún Felipe... Pero no, me pareció rizar mucho el rizo y mejor dejar el dato de 1504 con la toma de Nápoles por el Gran Capitán (líder del Ejército tanto para castellanos como aragoneses-catalanes, y para los napolitanos, comandante de los españoles, sin los prejuicios nacionalistas actuales que se empeñan en "separar" la historia).

      Eliminar
  2. Si señor! Y todo ello sin tanta algazara.

    ResponderEliminar