Apadrinar un niño; en la Guerra Civil española


Nota del Editor: La fotografía pertenece a unos niños de Valencia sobre la cubierta de un navío británico; con seguridad no podemos afirmar que su destino fuese Suiza, Gran Bretaña o Rusia, lugares que recibieron más refugiados infantiles. Fuente de la imagen.

El siguiente texto es la continuación de la serie histórica que sobre la Ayuda Suiza estamos publicando en Pax augusta. En esta entrega descubrimos como Rodolfo Olgiati sigue siendo pionero en las maneras de auxilio internacional en medio de un conflicto, vemos el origen de algo muy conocido en la solidaridad actual: el apadrinamiento de un niño con el aporte mensual de una cantidad modesta de dinero.

Capítulo VII


Los niños apadrinados por la 'Ayuda Suiza' y la nueva Comisión Internacional


Luis Manuel Expósito Navarro (UNED)

Desde el punto de vista del servicio a la comunidad, habría gustado a los miembros del Servicio Civil Internacional, los más activos dentro del colectivo de Comité de Ayuda Suiza, que aquella acción humanitaria hubiera asumido un carácter internacional, tanto en lo tocante a que se habría incrementado el número de voluntarios laicos que participaban, como al origen de los fondos, emanado de círculos protestantes en su mayor parte. Pero, por razones prácticas, se había tenido que organizar de forma diferente a lo ideado, lo cual tampoco era malo. La ayuda del Gobierno suizo era impensable en cuanto a fondos, y únicamente concedía permiso para los diferentes envíos de mercancías y fondos, aunque siempre cerciorándose de que la neutralidad fuera absoluta. En cambio, la cooperación del pueblo suizo era casi absoluta, tanto a través de las organizaciones que formaban el cartel humanitario como mediante los innumerables grupos locales de trabajo que confeccionaban, sobre todo, ropa fuera de sus horas de trabajo para entregarla a los españoles más necesitados. 

En Valencia, en Madrid y por donde pasaban, el marchamo de “Ayuda Suiza” les abría muchas puertas, sus relaciones con las autoridades locales y gubernamentales siempre había sido excelente, en parte porque los suizos jamás habían causado ningún problema. Eran conscientes de que aquella neutralidad que les diferenciaba de otras ayudas humanitarias era una garantía de continuidad, toda vez que al principio fueran vistos con extrañeza por no proclamar que su ayuda era a la democracia, a la República, y sí pregonar a los cuatro vientos que habían llegado para salvar vidas, para atender a colectivos no productivos, no útiles en el frente, desvalidos e indefensos y muchas veces, tristemente olvidados: ancianos, niños, madres, mujeres embarazadas, bebés… 

En muchos madrileños se había arraigado la creencia de que su ciudad no sería conquistada por las fuerzas franquistas, y el “¡no pasarán!” era una expresión habitual. Por eso se menguó el dispositivo de evacuación y, en muchas ocasiones, los camiones suizos tenían que viajar de vacío hacia Valencia cuando iban allí a por partidas de alimentos y ropa que precisaban en Madrid, tanto para los comedores que habían creado como para los dispensarios de ropa, los roperos, sobre todo en invierno. 

Olgiati, como máximo responsable del Servicio Civil Internacional y del Comité de Ayuda Suiza a los Niños de España, diseñó y puso en marcha también una red de comedores sociales, roperos y de suministro alimenticio en Cataluña, además de instalar numerosos comedores infantiles en las provincias de Cuenca y Valencia. Además de ello, a partir de la primavera de 1938, comenzó a colaborar con un nuevo organismo internacional, supranacional y con el apoyo de muchos gobiernos de los países occidentales, nacía con el firme propósito de ayudar a los niños de España: la Comisión Internacional de Asistencia a los Niños Evacuados de España —International Commission for the Assistance of Spanish Child Refugees—[1], presidida por el juez noruego Michael Hansson, que también ostentaba la presidencia de la “Oficina Nansen” de ayuda a las personas sin pasaporte, los apátridas forzosos. 

Esa nueva Comisión Internacional estaba formada por veinticuatro países de los cinco continentes, y es la primera vez en la Historia que se crea una organización supra-gubernamental con el objetivo de ayudar a la población civil de un país determinado, en este caso, España. Rodolfo Olgiati fue nombrado delegado de la Comisión Internacional del área formada por las provincias comprendidas tanto entre Madrid y Valencia como entre Castellón y Almería.

Niños refugiados vascos en 1937 en dirección a Gran Bretaña desde Bilbao

Una de las decisiones más significativas y novedosas que surgieron de los voluntarios de Burjassot fue el patrocinio o apadrinamiento de los niños. Algo que hoy en día es tan común, cuando millones de familias del mundo desarrollado tienen apadrinado a un niño o a una familia del Tercer Mundo, surgió en Burjassot por primera vez en la historia. Ralph Hegnauer, quien fuera secretario internacional del SCI entre 1952 y 1971, y su presidente internacional de 1972 a 1975, lo recuerda con detalle, entre otros motivos porque él mismo participó en aquellos debates en los que los voluntarios expresaban sus ideas y propuestas, que luego eran evaluadas y estudiadas. Rodolfo Olgiati escuchó atentamente la innovadora propuesta y vio que no sólo no era mala idea, sino que podría obtener un éxito inusitado: 

A propuesta del grupo de voluntarios del Servicio Civil Internacional con sede en Burjassot (Valencia), se envió la propuesta al Secretariado en Berna de la creación de un patrocinio [para los niños]: "Cuando tenemos en cuenta que con 15 francos suizos (de entonces) al mes, que un suizo pagara, podría ser alimentado aquí por la Ayuda Suiza a los Niños de España un niño durante un mes''. "¡Vamos a ponerlo en marcha de inmediato!". Y Olgiati elaboró todo el plan durante la noche[2]. 

En una de las reuniones que regularmente se realizaban en Berna en el Servicio Civil Internacional, Olgiati defendió la propuesta que salió de aquella reunión en Burjassot y conviene recalcar: por 15 francos suizos al mes, lo que costaba comprar el periódico todos los días, un niño español podría ser alimentado durante ese mismo período de tiempo. No parecía mala idea; a los ojos de las familias suizas salía “barato” salvar una vida humana, que, en este caso, iba a tener nombre y apellidos. La plana mayor del SCI elaboró esa misma noche un plan de patrocinio, de amparo infantil. Los apadrinamientos tuvieron un sorprendente éxito en la sociedad suiza. Cerca de 900 niños seleccionados previamente, pudieron así ser apadrinados por primera vez por familias helvéticas dispuestas también a acogerlos en sus domicilios si se daba el caso. Olgiati, al comienzo de ponerse en marcha esta innovadora fuente de recaudación, en el verano de 1938, escribía en un informe que hablaba de la ayuda que estaban prestando a las colonias escolares de Ayuda Infantil de Retaguardia de Cataluña: 

El sistema de patrocinio ha demostrado que funciona muy bien: 840 niños en 24 colonias tienen sus padrinos en Suiza, por un importe mensual de 15 francos que pagan al consorcio, lo que permite en España cubrir el costo de alimentar a estos niños […] En los últimos meses se ha desarrollado una animada correspondencia entre los padrinos en Suiza y sus ahijados en España y se han establecido, por tanto, algunas amistades agradables[3]. 

En los tres o cuatro meses primeros, ya había cerca de dos mil apadrinamientos. Dos años más tarde, ya finalizada la guerra española, los amparos de niños pasaban de 40.000. El vínculo afectivo fue aumentado a medida que mantenían correspondencia, hasta el punto de que motivaron el envío de más de 800 niños a Suiza, de manera totalmente legal, conforme a las pautas marcadas por el protocolo entre el Gobierno de la República Española y el Consejo Federal Suizo.

Continuará...


[1] Su denominación en Francés era Commission International d’Aide aux enfants Evacués en Espagne
[2] HEGNAUER, Ralph: Die Beweggründe des Service Civil Internacional, Berna, 1996.
[3] OLGIATI, R.: Op. cit., pág. 116.

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2 Comentarios

  1. A la fecha todavía sorprende ver que con solo unas cuantas monedas al mes puede salvarse a un niño de diferentes latitudes... Muy buena entrega, un abrazo.

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    1. Gracias, Mayra por leernos y por tu comentario; es verdad, con poco se puede hacer mucho... todo es tener voluntad o la posibilidad de hacerlo

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